«El empleo de personas con discapacidad implica independencia»

Hilario L. Muñoz
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El gerente de Laborvalía aborda para La Tribuna como ha cambiado el modelo de atención a las personas con discapacidad en los últimos 20 años y destaca que el próximo reto es la universidad y su implicación en la política activa

«El empleo de personas con discapacidad implica independencia»

Casi media vida lleva Alfonso Gutiérrez como gerente de una de las empresas claves para entender por qué Ciudad Real es puntera en la manera de atender la discapacidad. Licenciado en derecho por la UCLM, comenzó su tarea en 2004 y ha visto como Laborvalía ha pasado por una etapa enfocada al empleo, se empeñó en hacer Titanes y ahora trabaja en lograr que la Convención Internacional sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad de 2006 sea una realidad. Un reto en el que toda la sociedad se debe involucrar para crear entornos adaptados para todas las personas. 

¿Qué ha cambiado en estos 20 años de gerencia de Laborvalía?

Ha cambiado mucho, a nivel de conciencia y de visibilidad se encuentra el mayor logro, más si lo vemos en una provincia como la nuestra, donde podemos sacar pecho. Se ha hecho una sensibilización a nivel social, de integración y de calidad de vida que es casi el mayor logro. Luego se ha trabajado mucho en otros aspectos; en Laborvalía, fundamentalmente en el empleo, pero el empleo es el que es en una provincia como Ciudad Real y las oportunidades son las que son. Por eso, podemos presumir de que las personas con discapacidad están integradas.

En 2004, antes de la convención, el objetivo era centros y empleo... 

Laborvalía arrancó con un proyecto que era novedoso en esa época y que buscaba que personas con discapacidad quisieran trabajar. Ha pasado poco tiempo, pero en aquellos años, cuando empezamos con los centros ocupacionales, a lo mejor solo entre un 5 y 10% por ciento quería trabajar. En España se generó un modelo asistencial muy bueno basado en los servicios y centros de atención y fue cuando se acordó la convención, en 2006. España la aprobó en 2008, cuando se pasó al modelo social, donde las personas con discapacidad empiezan a querer oportunidades en todos los ámbitos. 

¿En el empleo se ha llegado al límite o se puede avanzar, por ejemplo, con el empleo con apoyos?

Una parte del éxito es que ahora todo el mundo habla de empleo y eso ha sido el primer paso para abrir caminos. Hace poco tuve la oportunidad de estar en el Congreso de Valencia de Parálisis Cerebral y me sorprendió impresionantemente las prácticas que empezaban ahora con personas con daño cerebral en edades tempranas, con 13 y 14 años, y que creen que tienen que tener una oportunidad. El mejor ejemplo del avance en este ámbito lo vemos con las personas con autismo. En 2006, cuando sale un contrato bonificado para personas con discapacidad, ni siquiera la ley contemplaba a las personas con TEA. Las familias y asociaciones entonces estaban trabajando para intentar que hubiera una detección precoz, que hubiera aulas en los colegios y ahora, sin embargo, se han sumado al empleo con la misma fuerza que las personas con discapacidad intelectual o las personas con salud mental. Pensábamos que era la última puerta que íbamos a derribar y te das cuenta de que tras esa puerta, luego tienes otra ventana y otra puerta y otra, que vas rompiendo y consiguiendo cosas. La verdad es que es para estar muy orgulloso de lo que se ha conseguido en tan poco tiempo, pero también hay que prepararse para todos los retos que vienen, como que todos quieren empleo, todos quieren formación y los proyectos de vida independiente hay que abordarlos también. El empleo lleva a querer ser más autónomo y te abre la puerta al proyecto de vida independiente y todos vamos a tener que ser capaces de asumir esos retos.

El reto entonces es comprender que las personas con discapacidad quieren empleo, casa y familia...

Esa reflexión tardamos en hacérnosla. Las personas con discapacidad quieren lo mismo que nosotros. Hubo una época en la que hablábamos por ellos, pero cuando empezamos a darle voz a ellos, vimos que tenían las mismas necesidades. Con esto cambió absolutamente el impacto que generábamos, la imagen de la asociación y cambiamos todos nuestros programas. Incluso cambió la forma de ir a los colegios a sensibilizar, que siempre llevabas a alguien para que contara su historia, y ahora vamos en positivo con los proyectos de arte en color y enseñar lo que es la diversidad. También los superhéroes partían de esa reflexión: las necesidades son las mismas. Cuando fuimos conscientes y empezamos a hacer que ellos tuvieran un papel más protagonista, eso nos ayudó a crecer.

Hace unos años Laborvalía cambió su misión, cerrando la tienda que tenía para vender productos y se lanzó a pintar el mundo. 

Costó hacerlo porque era muy difícil cambiar la mentalidad. El problema entonces fue que el público era el mismo y hubo un momento en que la gente no valoraba lo que allí se vendía. Siempre me acuerdo de Antonio Madrid, un pintor que había en un centro en Tomelloso. Si alguien veía un cuadro en la tienda, al haberlo hecho una persona con discapacidad, no lo compraba a cierto precio, y cuando hablamos con el hotel NH y pusimos allí cuatro o cinco cuadros, lo vendíamos sin ningún problema. Sacar el talento fuera era un avance. Para nosotros, cambiar la imagen de las personas con discapacidad era fundamental.

¿Titanes cambió esa imagen?

Titanes nos ha ayudado a demostrar que se pueden hacer grandísimas cosas, que hay mucho talento dentro de las asociaciones y que hay mucho color. Nosotros pedimos constantemente, porque es verdad que tenemos muchas necesidades y quieres dar un servicio de mucha calidad. Hicimos que el foco estuviera en las necesidades que tenemos, y no en lo que se podía aportar. Titanes demostró que se podían aportar muchas cosas, por ejemplo, que lo más importante que había pasado en el pueblo en los últimos años estaba liderado por personas con discapacidad que querían pintar y demostrar que podían poner ahí su granito de arena. Eso ayudó a que se generase también otra imagen. 

¿Cuál es el siguiente paso?

La universidad es clave. Hemos encontrado muchísima implicación, desde el rector hasta el decano de la facultad, y se nos han abierto puertas. Esa experiencia con la cátedra es importantísima, así como que puedan venir personas de toda la provincia.

¿Cómo afecta ir a las clases de la Cátedra UCLM a sus participantes?

Cambia su forma de relacionarse y de autopercibirse como personas que tienen oportunidades y que tienen derecho a estar allí. Además, implica aumentar su autonomía. No es solo el ocupar el espacio, sino que los profesores, que son de la universidad, son los que hacen el esfuerzo para trasladar su conocimiento a personas con discapacidad. Los que se tienen que adaptar son ellos, tienen que hacerlo a la capacidad de los alumnos para explicarle derechos. Nosotros hemos formado a los usuarios en derechos, pero nos hemos dado cuenta de lo positivo que es que son los profesores, los catedráticos, los titulares de la universidad, son los que adaptan sus clases para que los chicos puedan acceder. Eso aporta valor.

¿Están cambiando más rápido las personas con discapacidad que la sociedad? 

El reto ahora es cómo asumimos todo el mundo que quiere ocupar su papel. No sabemos si va a haber puestos de trabajo para todos. También la formación hay que adaptarla. No sé si estamos todavía todos preparados para la inclusión real y además hay que preparar a las personas con discapacidad ante el reto del día a día, que es complicado y es que los proyectos de vida cuesta sacarlos adelante. Recuerdo el enorme trabajo que se hacía hace 20 o 30 años en los pueblos para sacar a las personas con discapacidad de sus casas y llevarlos al centro ocupacional. Ahora son esos centros los que abren las puertas para que esas personas salgan a la calle, que hagan ocio y que estén integradas. Ahora que esto se ha normalizado, el reto es asumir a todas las personas. Para lograrlo, se necesitan muchos más apoyos de los que hay en la educación inclusiva. En la Secundaria, los apoyos tienen que ser mucho mayores. Todo el mundo hablamos de que hay que apostar por la educación inclusiva, pero hay que dotar de presupuestos para que sea de calidad, que realmente aprendan y que cuando salgan tengan opciones de trabajar. Las personas con discapacidad deben participar de una formación de éxito. Por ejemplo, ahora se abre una oportunidad enorme con el empleo público, este año se reservan un 10% de las plazas para personas con discapacidad y hay un mínimo del 2% para personas con discapacidad intelectual. Esto genera oportunidades, pero quienes se presenten necesitan la ESO.

¿Qué aspectos legales más hay que cambiar para cumplir la convención?

Tenemos paraguas normativos para estar unos años sin legislar más y solo exigir que se cumpla lo que está. Se ha avanzado mucho en el tema de la capacidad jurídica, con la revisión de las sentencias y con el cambio de la Constitución, que ha puesto el foco en el enorme poder que tiene la sociedad civil y las entidades para cambiar las cosas. Cuando todo el mundo ha ido a una se han podido cambiar las cosas. No podemos perder de vista que en España, las personas con discapacidad son casi un 10% de la población, estamos hablando de cuatro millones de personas, más sus familias.

Uno de esos cambios es el voto. ¿Cree que puede haber un político con discapacidad intelectual en un futuro próximo?

Ya hay casos. En la Comunidad Valenciana hay una mujer con Síndrome de Down que ocupa un cargo importante. Hay que intentar que vayan más en las listas y ese será el siguiente paso. En las siguientes listas electorales los partidos políticos se preocuparán y, a lo mejor, la gente lo criticará porque pueda ser por imagen, pero me parece que es una declaración de intenciones. Si tú llevas a alguien, le estás dando la oportunidad de participar en tus actos y le estás dando palabra, eso es un éxito y espero que ocurra.

El problema entonces es que faltan medios para cumplir la normativa.

Sí, el papel todo lo aguanta, los derechos están ahí, pero se necesita dotación presupuestaria. Un ejemplo lo vemos en los apoyos: que una persona con discapacidad se integre laboralmente o tengan una vida independiente no significa que dejen de necesitarlos, lo único que estamos haciendo es modificarlos. Los apoyos se siguen dando, lo único que han cambiado es de lugar. Ya no están a lo mejor en el centro, pero están en proyectos independientes de vida, en proyectos de ocio o en proyectos de empleo. Cambia el nivel y el lugar de los apoyos: ya no hay una persona que va ocho horas diarias a un servicio, sino de personas que viven 24 horas al día y siete días a la semana. Si estamos garantizando el derecho al ocio, el derecho al deporte, el derecho a la vida independiente, ese derecho existe los jueves por la tarde y el domingo por la mañana. La intensidad y el espacio donde hace los apoyos cambia, pero no la necesidad.