La degradación moral en la política ha encontrado esta semana otra manifestación deplorable de la vilezaimperante. En la Junta de Portavoces del Parlamento de Cataluña, Vox, Ciudadanos y el Partido Popular presentaron una propuesta para guardar un minuto de silencio en homenaje a los agentes de la Guardia Civil asesinados en Barbate, propuesta que no salió adelante debido a la oposición de los partidos independentistas y alsilencio del PSC, que no llegó a pronunciarse.
Ahí tenemos al ínclito "regenerador" de la política en Cataluña, Salvador Illa, despeñándose por la vertiente terrible de la ignominia sectaria, buscando inexplicablemente excusas absurdas y sin contenido de fondo para no solidarizarse con dos guardias civiles asesinados, poniéndose al nivel y superando incluso, si cabe, la hediondez moral de los bandarras de Bildu, que se negaron también a que el Ayuntamiento de Pamplona se solidarizara con los dos guardias civiles de Barbate.
Nos hallamos en pleno auge del dominio de las pasiones frente a la razón de los argumentos y la crítica. Vivimos en un infantilismo político que impide el debate correcto, ordenado y civilizado, la negociación en busca de acuerdos beneficiosos para la sociedad, para el bien común, que se va sustituyendo progresivamente por el egocentrismo, el cinismo y el fanatismo. Parece imposible pensar ya en una regeneración de la política vinculada a una correlativa regeneración de la ética personal y colectiva, que permitiera recuperar el debate limpio, las formas respetuosas y el consenso.
Ante el tremendo deterioro institucional que vivimos, con la obscena colonización partidista, con la conquista y el control de las instituciones por personajillos marionetas que no han hecho otra cosa en la vida más que vivir de la política, de nula catadura moral, observamos impasibles cómo se va incrementando la lógica desconfianza de los ciudadanos en el sistema democrático, con grave riesgo para su sostenibilidad.
Se trata del cáncer del clientelismo lacayo,fuertemente cimentado en los cargos institucionales, en suculentos puestos de trabajo, contrataciones, subvenciones, consultorías, todos con grandes ventajas y emolumentos, donde prima el servilismo partidista y sectario sobre la valía, la preparación, la imparcialidad, la objetividad, la profesionalidad, o la excelencia. Y también sobre la ausencia del mínimo resquicio moral que obligue a cualquier bien nacido a guardar un minuto de silencio, solo un minuto, por los agentes de la Guardia Civil caídos en acto de servicio.
Un minuto para dar testimonio de dolor, solidaridad, respeto o simple educación y civismo, te lo pida quien te lo pida, y lo pida como lo pida. Sin valoración alguna de conveniencia política, del momento o de la situación. Un minuto de reconocimiento por lo que representan, por todo lo que representan, por el respeto a la vida, a la dignidadde las personas, a la libertad, al Estado de derecho, a la convivencia pacífica y a la democracia. Solo un minuto.