Una semana después de que la Dana golpeara ferozmente a Valencia, todavía hay vecinos a los que se le saltan las lágrimas. Al otro lado del teléfono, Juan José Hernández, fundador y presidente de la Asociación Castellanomanchega L'Horta Sud Dulcinea, de Alfafar, es incapaz de hablar de lo sucedido sin emocionarse y romperse de dolor.
Ha sufrido en primera persona la tragedia. «En mi casa han entrado tres metros de agua, todo echado a perder, los coches y todo», lamenta este albaceteño que forma parte de la red de castellanomanchegos que se ha ido tejiendo en la Comunidad Valenciana a lo largo de los años y que ha creado lazos de hermanamiento entre castellanomanchegos y valencianos.
En la Comunidad Valenciana viven 43.700 ciudadrealeños, 25.000 de ellos en Valencia. En total, 200.000 castellanomanchegos que han encontrado allí su hogar. El segundo destino para los que se han marchado, después de Madrid. La región cuenta con 24 Casas Originarias de Castilla-La Mancha que en estos momentos difíciles se arropan unas a otras. «Cada Casa colabora de una forma u otra, con alimentos, botas o lo que necesiten», explica Jacinto Rodríguez, secretario y coordinador de esas casas y a su vez presidente de la Casa de Xirivella y recuerda que en su día había una zona a la que conocían como 'Xiricuenca' porque se estimaba que había unos 8.000 conquenses.
Él mismo es conquense de nacimiento. Natural de Las Majadas, lleva en Valencia desde 1972. A sus 71 años asegura que es «muy difícil explicar» el drama por el que están pasando. «Las lágrimas, si eres humano, se saltan», dice en referencia a muchas de las situaciones que ha visto estos días y, pese a que las trata de afrontar con entereza, reconoce que es «muy duro».
«No quiero ver la televisión porque veo cosas que no me gustan», expone e indica que a su juicio es lógico que haya «momentos de nerviosismo», pero «es muy difícil organizar y planificar» la respuesta ante la que ya está considerada como la mayor catástrofe natural del siglo. Por esta razón, cree que se está dando respuesta a las necesidades, pero «no al ritmo que se quiere» y considera que aunque hay personas a las que no les ha llegado la ayuda, no se pueden dar situaciones como la que se vivió el domingo en Paiporta durante la visita del rey, el presidente del Gobierno y el presidente de la comunidad. «Hay que ser más respetuosos, se puede protestar de otra manera», apostilló.
En esta congregación hay algunas Casas que se han visto afectadas, principalmente la de Alfafar y la de Benetúser. «En el local de la asociación dicen que han entrado dos metros de agua. Yo no me he podido acercar porque con mi casa tengo bastante», detalla Juan José, aún sobrepasado y tras exponer que muchos de los socios son ciudadrealeños. Explica que, por suerte, tiene dos casas y en la de la parte de arriba hace vida con su mujer mientras que sus hijos le llevan la comida y todo lo que necesitan.
Los coches es otro cantar. «El coche nuevo, con 30.000 kilómetros, no vale para nada». Está «encajonado y a lo mejor hay que cortar la puerta con una radial». Y es que en Alfafar primero sobrevino «un río» y después «un mar» que fue arrastrando todo lo que pillaba en un camino de destrucción. «Por lo menos 40 o 50 coches encajonados, hasta un barco y dos caravanas», afirma Hernández sin dar crédito todavía a lo sucedido.
Desde las casas regionales pretenden ser un faro de unión ante el desastre. Son una comunidad que además está en contacto continuo con el Gobierno regional de Castilla-La Mancha y ahora afronta el duro momento de la reconstrucción de pueblos rotos.