Con el nombramiento en el año 1859, de Enrique de Cisneros y Nuevas como nuevo gobernador de Ciudad Real, cargo que compatibilizaría con el de corregidor de la ciudad; se llevaron a cabo importantes reformas urbanísticas y se ejecutaron nuevos proyectos. A esta época corresponde la fundación del Hospicio, la creación de la Casa de Maternidad y de Expósitos, la fundación de las Escuelas Normales Superiores de Maestros y Maestras, así como obras de mejora en distintas calles y paseos, además de la remodelación de la plaza Mayor.
La ermita de Alarcos también fue objeto de grandes reformas durante el mandato del gobernador y corregidor Cisneros y Nuevas. Pero quizás el hecho más relevante fue la cesión de la propiedad al Ayuntamiento de Ciudad Real.
En la sesión del pleno del Ayuntamiento celebrada en la Nochebuena de 1859 se dio cuenta de las obras que se estaban ejecutando en la ermita de Alarcos, anunciando que una vez estuviera terminada la reforma y restauración, y atendiendo a la voluntad de la reina Isabel II, se entegaría al municipio la propiedad del tempo para su conservación y custodia, con la obligación del consistorio de nombrar un guarda-santero que debía residir en el propio santuario.
Cuando Isabel II entregó la ermita a Ciudad Real - Foto: Jesús MonroyUna vez estuvieron acabadas las obras en abril de 1860, se iniciaron los trámites para llevar a cabo la cesión de la ermita por parte de la reina Isabel II al ayuntamiento de la ciudad. A tal efecto, en la sesión municipal del 12 de mayo de 1860, se dio cuenta de un nuevo oficio del gobernador civil, fechado el 9 de marzo de 1860, comunicando a la Municipalidad que el acto de entrega de las llaves del santuario de Alarcos al Ayuntamiento de Ciudad Real tendría lugar en un solemne acto que se celebraría en el cerro de Alarcos el 28 de mayo de ese mismo año.
Ese lunes de Pentecostés, desde primeras horas de la mañana, los caminos que llevaban hasta Alarcos se fueron poblando de vecinos que acudían al cerro con gran alegría y júbilo. A las 8 de la mañana ya se encontraban en el cerro los miembros de la Diputación Provincial, el gobernador civil de la provincia y los miembros del Ayuntamiento de la capital, con sus correspondientes maceros y banda de música.
Los actos comenzaron junto a la antiquísima muralla del recinto y frente a la puerta de entrada, sobre la cual ondeaba la bandera nacional. Allí tomó la palabra Enrique de Cisneros y Nuevas, que ostentaba la representación de la reina Isabel II, pronunciando un emotivo discurso del que comenzó diciendo: «Señor alcalde, en nombre de su majestad la reina, os confío las llaves del santuario de Alarcos». Y adelantándose Enríquez de Salamanca a recibirlas le contestó: «Por la reina y de manos de V. S., tengo la honra de recibir este don tan precioso que el ilustre Ayuntamiento sabrá conservar con la gloria, honor, y cristiandad que él merece».
Se terminó esta parte de la ceremonia con un viva a la reina que lanzó el gobernador y que fue contestado por todos los asistentes. A continuación, el Ayuntamiento y otras muchas personas notables de la ciudad que habían sido invitadas al acto, se dirigieron al interior del templo, bellamente adornado para la ocasión, donde a la entrada del mismo esperaba el clero. Una vez se encontraban todas las autoridades, invitados y romeros en el interior, dio comienzo la celebración de una solemne misa cantada a tres voces. Una vez concluida la ceremonia religiosa, comenzaron los bailes y comidas campestres en las tiendas de campaña, en las casas de campo y en las frondosas alamedas situadas al pie del cerro, y próximas al río Guadiana.