Editorial

Una parodia que traspasa límites y es un ataque a toda la sociedad

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La emisión de las Campanadas de este año ha traído más controversia de la habitual. En las nocheviejas de la última década era una presentadora y el vestido que llevaba, lo que acaparaba gran parte de los focos, especialmente de las redes sociales y también de algunos medios de comunicación, además de ser tema de conversación en infinidad de barras de bar y mesas familiares. En esta ocasión, el epicentro de la noticia no ha estado tanto en este asunto, sino en la emisión que desde la Puerta del Sol realizaron el comunicador David Broncano y la actriz y cómica LaLaChus para Televisión Española. Más allá del estilo y la profesionalidad de ambos para transmitir a los espectadores de la televisión pública el final de año –que también podría ser objeto de análisis–, el origen de la discordia tiene que ver con la ofensa a los sentimientos religiosos de una parte notable de la sociedad española, y no solo de esta parte, sino toda ella en su conjunto. En un momento de la retransmisión, la presentadora mostró una estampita con el rostro de la vaquilla del popular programa El Grand Prix como si fuese el Sagrado Corazón de Jesús.

Las críticas no se hicieron esperar, primero de multitud de católicos en las redes sociales y después con la denuncia de Hazte Oír y Abogados Cristianos. La última en alzar la voz ha sido la Conferencia Episcopal, en boca de su presidente y arzobispo de Valladolid, Monseñor Luis Argüello, que ha reconocido sentirse triste porque «con la coartada de la libertad de expresión y los excesos de las fiestas», TVE hace «burla» del símbolo del Corazón, «tan querido por todos los católicos».

Más allá de que LaLaChus ha traspasado una línea roja en contra de los sentimientos religiosos –apartado que se recoge incluso en el Código Penal–, la imagen no debería haberse producido, y menos en la televisión que todos los españoles pagan con sus impuestos, porque ésta más que ninguna otra debe comunicar valores y principios fundamentales como el respeto a los demás. La libertad de expresión es sagrada, pero ésta encuentra difícil justificación cuando se traspasan fronteras por las que se ofende a otras personas.

Como cualquier otro ciudadano de este país, LaLaChus debería poner en práctica ese respeto hacia el prójimo. En su caso, además, para tener la suficiente carga moral para poder criticar –y lo haría con toda la razón del mundo– a aquellos que la han vilipendiado, y lo siguen haciendo, por su aspecto físico. La gordofobia, como la ofensa a los sentimientos religiosos, no se puede justificar de ninguna manera posible. Borrar del mapa esas faltas de respeto haría de ésta una sociedad mejor. Por esa razón, la estampita parodiada no solo es un ataque a los católicos, también lo es a aquellos que no profesan esa fe.