Nació en Tomelloso un 24 de diciembre de 1939. Estudió Derecho y comenzó a ejercer como abogado, una dedicación que pese a superar la barrera de los 70 todavía no ha abandonado. De la mano de la abogacía, precisamente, llega a convertirse en político, y ahora, en defensor de la beatificación de Ismael de Tomelloso. En lo que respecta a su vida familiar, se casó en el mes de mayo de 1968 con María Cruz González Casaluenga, con la que tuvo cinco hijas y un hijo, por lo que se declara «feminista integral». En la actualidad, a sus 71 años, tiene once nietos. (Entrevista publicada el 29 de octubre de 2011)
Nadie, ni el más crédulo entre los crédulos imaginó que el 15 de junio de 1977 la historia de España cambiaría por completo. A todos les asaltaban las dudas. Y no era para menos. Los españoles, después de casi cuatro décadas de dictadura, se enfrentaban a algo nuevo. Se llamaba democracia y para conseguirla había que pasar por las urnas. Blas Camacho Zancada, abogado nacido en Tomelloso fue testigo, pero sobre todo protagonista de aquel acontecimiento que recuerda como «uno de los momentos más apasionantes que hemos vivido los españoles».
Para quien no lo sepa Blas Camacho Zancada fue, es y será «abogado». Pero también político. Fue fundador del primer Partido Popular que se integró en UCD y militó en las primeras filas de la formación de Suárez. Cuando desapareció, militó en el Partido Popular, como él mismo relata a La Tribuna en esta conversación en la que asegura que «contará cosas de las que hacía más de 30 años que no hablaba». Tal vez todo lo expuesto hasta ahora sirva para justificar que Camacho Zancada sea de esos hombres que no tiene pelos en la lengua.
Tan directo es que en los prolegómenos de esta entrevista llega, de manera inesperada, su primer reproche a la política, antes incluso de entrar en materia: La política esconde muchas mentiras». No habla de oídas. A sus 70 años, fue «un niño de la posguerra». Nacido en 1939, se define como apasionado de lo que hace. La edad no le ha restado un ápice de energía, se nota en su forma de hablar pero también en su capacidad para meterse en nuevas ‘batallas’ que lidiar. La última, la beatificación de Ismael de Tomelloso.
Es el momento de hablar de su presente y de su pasado más reciente. No sé cómo me metí, pero me está llevando la vida», responde. Según explica después, su intención para con Ismael no pretendía ir más allá de poner en marcha el proceso de beatificación, «pero no me dejaron», porque tenía que terminar lo que había empezado, una invitación ante la que «no me desmayé porque no me desmayo con facilidad, pero me faltó muy poco», bromea, mientras retoma el relato de sus últimos logros. Pasado el susto, lo siguiente fue buscar un postulador que viviera en Roma, donde encontró a Valentín Arteaga, cura de Tomelloso, hoy Prepósito General de los Teatinos (orden religiosa del siglo XVI y XVII), al que convenció para que se convirtiera en postulador de la causa del tomellosero, y le puso una única condición «que yo fuera el vicepostulador».
Fiel a una pasión por el trabajo que esconde bajo un aire de letrado de vocación, en los últimos años, ya apartado de la vida política de su juventud, ha dedicado su tiempo a escribir In silentio (2009) una biografía sobre Ismael. El proceso se encuentra con el decreto de validez, aprobado tras aceptar una memoria de 6.000 folios presentada en Roma y a la que pronto seguirá la positio y la recopilación de los milagros, que tiene que reconocer la iglesia. Todo lo tiene hilado y bien hilado este abogado que sigue ejerciendo en Madrid y que se muestra activo y sobre todo, metódico.
ANDANZAS POLÍTICAS. Sus dotes de letrado y su facilidad de palabra le permiten evadir durante unos minutos las preguntas sobre sus vivencias como político, que no son nada desdeñables. Ante la insistencia no tiene por menos que rememorar su pasado, el que le convirtió en noticia como testigo directo de la llegada de la democracia, y espectador de primera de hechos históricos como el 23-F. Antes de entrar en materia, pese a los rodeos, apunta que «la política fue una vocación que es consecuencia de la profesión de abogado», y claro «dicen que los abogados servimos para todo, pero trabajar en hacer las leyes es la mayor aspiración de un jurista».
Estas palabras parecen haber abierto su particular caja de Pandora. La primera parada en el tiempo, el 15 de junio de 1977. Entonces militaba en las listas de U C D. España vivía sus primeras elecciones libres, que ganaría Adolfo Suárez, y que llevarían a Blas Camacho Zancada a convertirse en portavoz del partido en el Congreso de los Diputados en la etapa constituyente. Aquello fue lo más apasionante que vivimos, después de tantas dictaduras, tantas guerras y tantas historias nos jugábamos colocar España en el lugar que le correspondía, como uno de los países importantes de Europa y del mundo».
El anterior régimen político, reflexiona, «nos llevó a sufrir un injusto aislamiento que contribuyó a la salida en tropel de intelectuales, artistas y escritores». En su opinión, la dictadura dejó sus propios estigmas a nivel internacional, donde se creía que «los españoles éramos seres mediocres» e incluso «bichos raros». El primer gran reto de aquellos primeros años de transición fue enterrar el fantasma de la Guerra Civil, «todavía vivo». Con este objetivo se buscó el consenso entre los partidos políticos.
No hay que olvidar que el dirigente de esta agrupación política, Adolfo Suárez, pese a las quejas de muchos, no dudó en entrevistarse con Santiago Carrillo y Felipe González, entre otros. Unas reuniones, recuerda Blas Camacho, en las que la época, Camacho Zancada recuerda como todo un logro «la liquidación de la Comisaría de Abastecimientos y Transportes, con la liberalización del comercio del café -que desde que se aprobó permitió, entre otras muchas cosas, bajar los precios, la presentación de la Ley de Defensa de los Consumidores, la Ley del Comercio, los mercados, y un largo etcétera».
Otra fecha que no olvidará en su vida, y que también le convirtió en parte de la actualidad política, fue el 23-F. Me refugié en el suelo entre los escaños oyendo los chasquidos de las ametralladoras. Pensábamos que en cualquier momento se ponían a disparar y nos mataban a todos». El tiempo ha convertido aquel triste suceso en un cúmulo de anécdotas y como tal las cuenta ahora Blas Camacho. Teníamos una radio allí, que era de Julen Guimón, diputado por Vizcaya, y con esa radio, que nadie sabía que teníamos, oíamos las noticias.
A las seis de la mañana, para tranquilizar a la población, se les ocurrió decir que estaba todo controlado y que estaban esperando al Elefante Blanco’. No era verdad y eso nos hizo temer por nuestras vidas, sobre todo cuando a las 11 dijeron que iban a entrar los GEOS para liberarnos, y pensamos en las ráfagas de tiros que podían cruzar los de fuera con los de dentro». Cuando se le pregunta por personajes que le dejaron huella, la lista parece interminable y grata. De Dolores Ibarruri, La Pasionaria, de la que recuerda su tono de voz, cargado de autoridad, afirma que «cuando hablaba, poco, se notaba que era una mujer que había vivido todo»; de Adolfo Suárez, su capacidad para el encuentro y la «muñeca», que era «única para devolvérsela al contrario sin que se enterara»; y del Rey, «su buen talante y mejor humor».
Asegura que, precisamente, él fue quien invitó a Su Majestad a «visitar la única ciudad real de España», Ciudad Real. La visita se hizo el 11 de noviembre de 1979. Y qué hay de los encontronazos con Felipe González y Guerra? Yo no tuve nunca encontronazos con ellos, siempre me llevé bien sin ceder, y cuando tenía que decirles algo no me callaba». De 1986 a 1993, ya como popular, Camacho se convirtió en una dura oposición socialista, sobre todo en lo que se refiere a los temas económicos y de empresa pública.
Recuerda el tema de la eutanasia: El PSOE quería incluirlo en el programa de 1989, así que lanzamos unas octavillas alrededor de la plaza de toros de Almagro aprovechando que Pepe Bono había llevado allí unos autobuses de la tercera edad. El texto era: Si votas al PSOE van a aprobar la eutanasia». Aquella mismanoche, González y Guerra tuvieron un mitin en Alcázar de San Juan donde aseguraron que no iban a aprobar la Ley de la Eutanasia, lo que luego me confirmaron en el Congreso riendo mis ocurrencias», concluye.
Viví el 23 F tirado en el suelo y oyendo los chasquidos de las metralletas» «UCD en busca de ese consenso se dejó muchos pelos en la gatera». No así los nacionalistas vascos y catalanes a los que acusa de ser los que menos carne pusieron en el asador, ya que «siempre andaban con el chantaje de los votos». «Y todo porque cometimos un grave error», apunta con cierto disgusto que no ha pasado a pesar de los años, «hicimos una ley electoral injusta, en la que los votos de los catalanes y de los vascos valen más que los de Ciudad Real y Albacete; porque con tener allí un cinco por ciento de votos en el ámbito de Cataluña y del País Vasco, pueden lograr escaños en el parlamento nacional».
No es injusto que hoy, que se habla tanto de la igualdad, el voto de un manchego valga menos que el de un catalán?». Entre sus secretos mejor guardados, el Ministerio que le ofreció Adolfo Suárez, pero que nunca llegó ni para él ni para otros muchos, aunque su trabajo le sirvió para que el entonces presidente del Gobierno no tuviera dudas de que se le nombrara en el Ministerio de Comercio Interior, con Juan Antonio García Díez, como subsecretario.