«¿Cuándo empezó a dibujar..?» ¿Cuándo dejó usted de hacerlo..?» El dibujo ha formado parte de la infancia de todos los humanos. Extraterrestre sería aquel que un día no cogió un lápiz para garrapatear una hoja. ¿Y lo de no salirse de la lámina fotocopiada?
Pero las artes, en todas sus vertientes, no son prioritarias en el sistema educativo y, poco a poco, el dibujo va perdiendo fuerza hasta lograr que los niños se vayan interesando por otras actividades ajenas al grafito. Menos mal que quedan en pie aquellos que un día fueron niños rebeldes que contra viento y marea decidieron ser dibujantes. Hoy son especialistas de los lapiceros. Conocen sus testuras, grosores, puntas... Hoy son nuestros creadores de cómic, nuestros ilustradores, pocos pero muy bien considerados en el ámbito internacional.
Uno de los más veteranos es Manuel Cifuentes, artísticamente conocido como Ciro, maestro de maestros, profesor de dibujo desde hace 26 años en la Universidad Popular. Tiene su estudio repleto de bocetos, de grandes ilustraciones a medio terminar, de pósters ya coloreados e impresos creados por él a partir de una cartulina en blanco. Ciro es «ilustrador profesional», ese señor que narra una historia sólo con sus dibujos.
Su fortuna es ser profesor de la Universidad Popular, porque sobrevivir con este oficio es «bastante difícil». Se ven obligados a trabajar para el extranjero, dedican muchísimas horas al dibujo y, lo peor de todo, es que luego no se sienten recompensados. Por eso, Ciro escoge muy bien sus encargos.
Cree que el problema del cómic y la ilustración en este país es que se vende muy poco y quien compra tiene una edad media adulta, es ese adolescente que en los años 80 compraba la revista El Víbora. «Siempre se ha leído más cómic para adultos que infantil». En la actualidad, las series se triplican y las tiradas son muy pequeñas. «Hace años hacían 50.000 ejemplares de Dragon Ball o de series como Spiderman; hoy no superan los 2.000».
El problema es que profesores de dibujo como Ciro no saben por dónde van ahora los jóvenes, aunque sí son conscientes de su adicción a las redes sociales: «La forma de expresarse de los jóvenes ha cambiado» y, por ello, la UPya estudia convocar cursos de cómic e ilustración a través de internet, con videos tutoriales, organización de viajes a salones del cómic... De parte de este profesor está la irrupción de las técnicas digitales, muy implantadas en el mundo del dibujo, que pueden contribuir a llamar la atención de estos adolescentes.
Uno de los mejores dibujantes de Albacete, reconocido una y mil veces, que sabe muy bien lo difícil que es vivir del cómic es Sergio Bleda. Ocupado en algunas portadas para libros de la editorial Casterman, Bleda se sienta cada día frente a su mesa de dibujo para terminar el segundo álbum de la serie NSA, una historia de la Agencia Nacional de Seguridad Americana y del tan cuestionado espionaje.
Su labor como autor de cómic es elaborar proyectos y mandarlos a las editoriales: «Unas veces cuela y otras no, tengo cajones llenos de bocetos que no han tenido suerte».
Es fiel a su método tradicional, el lápiz, entinta con acuarelas o le encarga a un colorista que lo realice de forma digital. Bleda ha trabajado para los países con mayor tradición de cómic. Bélgica y Francia son su tabla de salvación, aunque con excepciones. «Al mercado francés tienes que adaptarte, exige un número de viñetas concreto por página, de planos generales, muchos personajes..., todo lo contrario al cómic americano». Si le dieran libertad de elección, Sergio dibujaría cosas distintas. Ese carácter indomable lo estampa en sus ilustraciones eróticas, «me gustan, me relajan, no hace falta guión...» y además le han servido para dibujar el relato Una tarde de pasión. De Sergio siempre ha destacado su positividad. El dibujo le da para «ir tirando», es complicado vivir del cómic, pero «el dibujo me hace tan feliz que sólo por eso merece la pena; levantarte cada mañana y hacer lo que más te gusta no tiene precio».
La gente resopla al oír hablar de Vicente Cifuentes, Cifu, por lo bueno que es. Su juventud y su nivel de entrega no dejan de sorprender. Con tan sólo 18 años empezó a trabajar para DCCómic, editorial de la Warner Bros, para la que dibuja entre dos y tres series al mes. Recibe el guión, traduce al español, dibuja, entinta y lo pasa al colorista e imprentista. Así trabaja Cifu para América. Y así es como duerme no más de cuatro o cinco horas. El resto del día lo pasa sobre su mesa de dibujo.
Cosa diferente es cómo trabaja para sus cosas, cómo elabora guiones cotidianos que traslada a lo paranormal. Para muestra, un botón: Murderville, su último hijo, fruto de un crowdfunding que le ha permitido autoeditarlo para sacarlo ya a la venta. La historia se centra en una pareja en crisis que se traslada a un pueblo perdido donde pasan cosas extrañas.
En el cómic juega con el lector, le sorprende, le pone trampas. «Me encanta», confiesa. Ha tardado un año en crearlo porque trabajar para DC le quita mucho tiempo. Aún así no se resiste a dibujar lo que le apetece: «La creación es muy agradecida porque te lleva a mil mundos».
Lo de ser dibujante en España y ganarse la vida con ello es toda una utopía:«En este país no hay medios, ni público ni dinero». Así de crudo, así de real.
A 53 kilómetros de donde crea Cifu también lo hace Moisés Tolosa, un ibañés autodidacta que dibujaba de pequeño en las hojas de atrás de las libretas. Se dio cuenta de que el dibujo era más que una afición y aunque tampoco le da para un sueldo digno, nunca lo ha abandonado.
Está especializado en muchas disciplinas del dibujo, entre ellas la caricatura, lo que le permite trabajar por encargo. Su estilo realista lo ha plasmado en mucha cartelería dibujada a mano, en logotipos o en crear bocetos para las fallas valencianas.
Junto con José Luis Peralta, Moisé Tolosa publicó el pasado año el cómic Un martes cualquiera y, claro, para evitar el síndrome de abstinencia, ahora está preparando una historia de miedo, «de terror psicológico», la califica, titulada Con más de cien balas en la sien. Todavía sin editorial, no descartan iniciar un crowdfunding para poder publicarlo. «A mí me cuesta vivir del dibujo, encargos tengo, pero de momento no puedo dedicarme sólo a esto». Es la realidad más dura, una realidad que nos estampa en la cara las contrariedades que tiene la vida: nuestros dibujantes trabajan para el extranjero; y el extranjero comercializa sus cómics dibujados en Albacete a los lectores de Albacete. Y todos tan contentos.