Las imágenes son tremendas.
Se palpa el miedo, el dolor, la incertidumbre, la impotencia.
Faltan las palabras para describir lo vivido por tantas y tantas personas, principalmente en la Comunidad Valenciana, aunque también en una parte de esta tierra nuestra manchega, en Andalucía, en Aragón…
Dicen que es la peor DANA que se ha sufrido. No sólo las lluvias, también el terrible viento, los ríos desbordados arrasando todo lo que encontraban a su paso, los puentes rotos, la fuerza del agua entrando en las viviendas y destruyendo los muros, inundando los bajos, arrastrando coches, contenedores… personas. Los trenes se han tenido que cancelar al igual que muchos aviones desde el aeropuerto de Valencia, las carreteras quedaron colapsadas… Destrucción. Desolación. Estas son las dos palabras que se vienen a la cabeza.
Los muertos van aumentando según pasan las horas. Los últimos datos hablan de casi 100, pero los desaparecidos, que son demasiados, hace temer que esta cifra seguirá aumentando. Vidas perdidas en este terrible escenario que, una vez más, nos invita a reflexionar en cómo lo que ahora está en unos segundos puede ya no existir; en ese hilo de seda que une la vida y la muerte. Nadie está seguro ni en su propio hogar.
La angustia vivida por tantos y tantos vecinos es difícil de describir; ver cómo sus coches van a la deriva sin control y con ellos dentro, cómo el agua sube y sube y no tienen por dónde salir, como los teléfonos de sus familiares y seres queridos dejan de dar señal, o peor aún, da, pero nadie contesta al otro lado. Demasiada gente todavía sin localizar.
Todo es un caos. En muchas zonas siguen sin agua, sin luz, sin cobertura. La incomunicación es lo peor en estos casos. El no saber se convierte en el gran enemigo cuando uno quiere tener los nervios controlados y la esperanza viva.
Hay miles y miles de personas que dan gracias porque pueden contarlo, pero lo han perdido todo. Los daños materiales personales y de infraestructuras alcanzarán cifras escalofriantes. El análisis de esta parte vendrá después, cuando todo se calme un poco, aunque ya son muchas las voces que señalan que van a necesitar muchas ayudas para poder volver a la normalidad. Empezar de cero tras haber perdido todo: las casas, los negocios, las cosechas…
Y como ya hemos demostrado muchas veces, ante las desgracias, la solidaridad también se desborda. Vecinos que han ayudado a otros vecinos, gente anónima que han arrimado el hombro, y la más que destacada coordinación de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado que está siendo clave. La UME, una vez más, sigue mostrando su gran labor.
Esperemos que todos estos pueblos envueltos en esta terrible tragedia no sean olvidados y que cuando vuelva la calma sigan encontrando manos tendidas y ese apoyo económico tan necesario para poder avanzar. Y ojalá y la unidad política, que hace mucho que no vemos, se dé en este caso. La imagen de Page y Feijóo en Letur (Albacete) es una muestra de esperanza.