Antonio Isidro González Gascón tenía una vida familiar plena y feliz con su mujer y amigos. «Era familiar y amigable, no tenía problemas con nadie» salvo con «el vecino de al lado», que la noche del pasado miércoles tras una discusión, presuntamente, le clavó unas tijeras de grandes dimensiones en el cuello causándole la muerte casi en el acto en la puerta de su vivienda unifamiliar de la calle Arrayanes de la urbanización Los Rosales de Ciudad Real, como adelantó en su edición digital La Tribuna.
«Le tenía ganas, le buscaba constantemente», aseveró el cuñado del asesinado con los ojos enrojecidos de llorar y el alma encogida de pena e impotencia sin poder mirar el gran charco de sangre en la puerta de la vivienda de su cuñado, donde fue sorprendido y atacado por el vecino de la vivienda unifamiliar pegada a la suya.
Ocurrió poco antes de las nueve y media de la noche del miércoles en la puerta del número 73 de la calle Arrayanes. Minutos antes un vecino llamó al 091 de la Policía Nacional alertando de una riña entre dos personas. Los agentes acudieron de inmediato, pero cuando llegaron sólo hallaron tirado en el suelo a un hombre desangrándose. Una pareja de sanitarios trataron infructuosamente de salvarle la vida, de detener la hemorragia, pero los esfuerzos resultaron vanos.
Para entonces, el presunto homicida se había refugiado en su casa del número 75, pegada a la de la víctima. Allí lo encontró la Policía Nacional. «Han entrado y le han dicho que se tirara al suelo, lo han esposado y se lo han llevado», relataron a este diario testigos del hecho que no daban crédito a lo ocurrido, aunque temían que algo podía pasar por el comportamiento del presunto asesino, un hombre de 36 años que responde al apelativo de Curro.
Antes de que llegara la Policía Nacional un vecino testigo de los hechos le recriminó «¿Qué has hecho? Quería pegarme. Yo no he hecho nada», respondió entrando en su vivienda desde donde llamó por teléfono a su madre que reside en otra ciudad y le confesó: «He matado al vecino», relataron a La Tribuna residentes de la zona y el cuñado del asesinado, de 59 años.
Agentes de la Policía Nacional acordonaron la zona e instalaron un biombo para proteger el cadáver de los curiosos. Mientras tanto, investigadores de la Brigada Provincial de la Policía Científica con el jefe Miguel Ángel López a la cabeza realizaron la inspección ocular, el estudio del escenario del crimen para esclarecer los hechos. Recogieron pruebas dentro y fuera de la vivienda del agresor, analizaron el rastro que dejó la sangre, un gran charco que limpiaron los bomberos poco antes de las doce de la noche.
A esa hora continuaba en el lugar del crimen de Los Rosales un puñado de vecinos, el mismo grupo que se congregó tras oír unas voces en la calle y ver poco después a uno de los suyos muerto víctima de una agresión con unas tijeras a manos presuntamente de su vecino por una discusión, al parecer, iniciada por éste último. «Le tenía ganas, le buscaba. Se quejaba de unos supuestos ruidos que decía que causaba mi cuñado», relató a este diario el marido de la hermana del fallecido. «Estamos destrozados», declaró encogiéndose de hombros porque «se puede discutir, pero nunca llegar a las manos y menos aún acabar con la vida de una persona», aseveró.