«Sin unos buenos cimientos, la casa se viene abajo», incidió ayer Raquel Cañón sobre una pirámide alimenticia que debe asentarse en unos estilos de vida que pasan por sentarse a la mesa para disfrutar de una buena comida y realizar ejercicio físico. Y es que el cuerpo, «la máquina más perfecta que existe», también se oxida.
En el marco de la campaña 'Mediterraneamos', impulsada por el Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente, cerca de 450 alumnos de la ESO del colegio Nuestra Señora del Prado (Marianistas), despertaron su interés por la cocina en un divertido taller que les mostró el equilibrio entre lo que se ingiere y lo que se gasta. Así, aprendieron a distinguir y a combinar los distintos ingredientes de la dieta mediterránea -declarada por la Unesco en 2010 Patrimonio Inmaterial de la Humanidad- para dar con la mejor receta de vida saludable.
Los menores, por grupos y tras asistir a una charla teórica de una hora de duración, se trasladaron al comedor del centro escolar para preparar ensaladas poniendo la creatividad en juego al más puro estilo del concurso televisivo Masterchef. «Nuestra cocina, que es muy rica, se está perdiendo», lamentó Gema Cañón, otra de las nutricionistas de 'Mediterraneamos'. Y es que se puede decir que la dieta mediterránea es una cuestión de estilo (de vida equilibrada) que, en un contexto en el que nos invade la prisa, está en peligro de extinción al tiempo que abre camino a la comida basura.
Por ello, y en un destierro a la bollería industrial y a los alimentos precocinados, ayudaron a los alumnos de Secundaria de Marianistas a ver que la dieta mediterránea es mucho más que una pauta nutricional. Las hermanas Cañón señalaron la fruta, la verdura y los cereales como claves en cualquier comida principal. «El mundo de los cereales es riquísimo. Tenemos arroz y trigo, pero también cuscús espelta, avena, centeno, kamut, mijo, quinoa y amaranto», señaló Gema. Así que no caben las excusas para no consumirlos, al igual que no las hay para rechazar tres veces a la semana al pescado azul y dos la carne blanca.
Asimismo, invitó a los escolares a apostar por las frutas y verduras de temporada al contener los nutrientes necesarios en cada estación del año; y les mostró el desconocido universo de las semillas como las de sésamo. «Una cosa muy pequeña se acaba convirtiendo en un árbol», precisó en un intento por dar a conocer todo su poder.
Gema apeló a una mayor conciencia nutricional y a darle valor a lo realmente importante. «Las grasas saturadas se quedan almacenadas en las paredes de los vasos sanguíneos», recordó a los alumnos de Marianistas instándoles a acompañar a sus padres al mercado. (Más información en la edición impresa)