Portar la hojalatería del Campo de Calatrava es un legado. Lo saben bien Andrés, María del Carmen, Jesús, Félix, Ángela y David, que en estos días pusieron un punto y aparte en sus vidas del día a día para recorrer media Península en busca de un reconocimiento, el internacional. Para algunos de ellos, esta externalización más allá de nuestras fronteras de la Ruta de la Pasión no es nueva. El año pasado disfrutaron de la bendición papal y de alguna manera el 'armao' se puso en el mapa de las tradiciones culturales del país. Y también de los propios habitantes calatravos que siguieron por los diferentes canales de información la recepción en el Vaticano.
Este año, en cambio, tocaba remangarse y atravesar la estepa extremeña por la sinuosa y siempre peligrosa N-430, en la que hasta que no se llega a Mérida, uno siempre pregunta qué hemos hecho para merecer esta incomunicación con el oeste de la provincia. En la feria internacional de turismo de Lisboa los armaos desfilaron orgullosos bajo la atenta y sorpresiva mirada de algunos de los estands contiguos y de varios influecers que quisieron inmortalizar una foto con esa figura romana siempre imponente.
Roma no es Lisboa, pero Portugal siempre es un país al que recurrir para mirarse en el espejo y reencontrarse con la tradición y la religiosidad de una sociedad, la portuguesa, que ahora anda revuelta, huérfana de líder político tras la moción de confianza fracasada de su primer ministro conservador.
En la cita de promoción turística lisboeta, los armaos impertérritos en su presentación en sociedad se sintieron orgullosos y embajadores de sus emociones, siempre familiares, siempre herederas de padres e hijos, y orgullosos de un territorio, el Campo de Calatrava, que sigue explotando su singularidad más allá de sus fronteras.
«Es difícil de explicar este sentimiento», confiesa Andrés García, de Moral. «Para mí es una emoción muy fuerte», relata María del Carmen Acevedo en el marco de esta feria internacional. Ella sabe lo que es aguantar el calor y el peso de una armadura más allá de lo físico. La mayoría de ellos reconoce que no les mueve la fe, sino el legado de una tradición en la que sí creen y practican e inculcan a sus hijos. Pasa de generación en generación. Es la religiosidad popular los que le mueve a defender su territorio, su identidad y enaltece un orgullo que poco a poco es reconocido en cualquier parte del mundo.
Más allá de la fe. Por su parte, Jesús Martín, de la hermandad del Santo Sepulcro, de Bolaños de Calatrava, explica que su religiosidad no es tanto de fe, pero sí de «dar continuidad a esta fiesta y de mantener viva esta pasión calatrava de padres a hijos». Y se enorgullece de «representar no solo a Bolaños, sino al Campo de Calatrava».
Para la más joven de la comitiva que puso rumbo a Lisboa, Ángela María Herrera, de Granátula de Calatrava, pertenecer al cuerpo de los armaos es «una pasión y una gran emoción» y por «todo lo que estamos consiguiendo en los últimos años» a través de la Asociación para el Desarrollo. El Campo de Calatrava está cerca de ser fiesta de interés turístico internacional y lo será porque sus gentes así lo defienden y enarbolan con tradición y orgullo.