El próximo jueves, a las 19.30 horas, en la Biblioteca Pública, Rafael Cabanillas presentará su segundo libro dedicado a la España vacía. Enjambre es el título de una obra que habla sobre las costumbres, el amor y la vida. Una mezcla de realidad y magia que ya triunfó con Quercus.
¿Por qué ha elegido el Enjambre, esa aldea de Anchuras para este segundo libro?
Conozco bien esa zona porque estuve de maestro en Robledo del Buey, en una escuela unitaria, donde era el único maestro. No estoy hablando de la posguerra, sino del año 82 (cuando se ambienta la novela), y en ese pueblo la única casa que tenía agua corriente era la del maestro, la mía. El alcalde cuando me enseñó la casa y me abrió el grifo me dijo: 'Mire el milagro, es usted el único que tiene agua corriente'. Yo recorrí esa sierra y descubrí una aldea que se llama El Enjambre, pertenece a Anchuras, y que me dejó impactado.
¿Qué tenía de especial?
Me llama la atención que es una aldea en la que viven dos familias y no se hablan. Me hice amigo de una y si eres amigo de unos, ya eras enemigo de la otra. Fui aprendiendo y conociendo muchas historias, entre ellas una del libro. El alcalde decidió poner un teléfono público en una de las dos viviendas y la cuestión fue a cuál. Al final juego con la toponimia. No me gusta que se sepan muchos los espacios, pero aquí necesitaba ponerlo porque es un enclave real y tiene una metáfora bonita que está al inicio del libro: «Triste paradoja la de esta tierra, llamarse enjambre y estar vacía».
Éste es el segundo libro de la trilogía Quercus.
El primero es Quercus, ahora va Enjambre y luego el siguiente será Valhondo, que ya está escrito. No son continuación uno del otro, pero forman parte de una trilogía porque se ve el mismo espacio y personajes: pastores, guardas y furtivos, leñadores, corcheros y mieleros. Así se conforma una trilogía de la España vaciada.
¿Qué hay de verdad y qué de ficción en la historia?
Siempre juego con la realidad y lo que intento es que se convierta en magia, como una nebulosa o neblina que la hace percibir de otra manera. Fue lo que hicieron los iberoamericanos, como Vargas Llosa o García Márquez, o mi maestro, que es Juan Rulfo. Hay una realidad que es verificable, el nombre y las familias. Para novelar y hacerlo atractivo y cumplir los objetivos del escritor, mi novela es social; se juega a la ficción. Llegamos al acuerdo de que un 70 u 80 por ciento es realidad y el resto ficción.
En el texto, ¿qué es Enjambre?
Es una historia de amor, a la tierra sobre todo, a los animales, a las personas, a una vida que se escapa de las manos como se escapa el agua y una historia de supervivencia. En ella el protagonista es un pastor, un niño, que nace en ese pueblo donde viven las dos familias que no se hablan. Además, hay una historia de realismo mágico, porque a la madre se le aparece un brujo en sueños y le dice que a su hijo debe llamarlo Tiresias. Ella no sabe que tiene que ver con la mitología griega, el adivino ciego, y hago un paralelismo entre ambos personajes. Nace con discapacidad, no ve apenas y debe llevar unas gafas gordas. Un día descubre un programa de radio llamado 'Desde la distancia te quiero' y, de tanto oírlo, piensa que le habla a él. El teléfono se lo ponen a sus padres y con él llama a la radio.
¿Tiene solución esa España despoblada?
Tiene mala solución visto cómo se están haciendo cosas, que tendrían que ser más poderosas y valientes. Tuve la suerte de vivir tres años en Suiza, fui profesor de Lengua, y allí no hay problemas de despoblación. ¿Hay una montaña más complicada de llevar servicios que los Alpes suizos? No la hay. La gente no se va porque tiene servicios y pueden vivir bien. Hace años, decía exención de impuestos, pero eso es poco. Lo que se necesita es una inversión mucho más costosa, se está parcheando.