Ucrania y sus aliados han superado en estos casi tres años de conflicto bélico en Europa del Este, una tras otra, las líneas rojas marcadas por Moscú. La duda es lo que ocurrirá con la última, el empleo por parte del Ejército de Kiev de misiles de largo alcance occidentales contra objetivos ubicados en territorio ruso. Y más, después de que el jefe del Kremlin, Vladimir Putin, haya vuelto a agitar la amenaza nuclear con una nueva doctrina que permite a sus tropas responder con armamento atómico a ataques convencionales que pongan en peligro la soberanía de su nación.
Las alarmas están activadas, aunque bien es cierto que son varias las veces que se han saltado los límites señalados por el presidente, sin que, hasta ahora, se haya producido una escalada de la guerra más allá del país invadido. Sin embargo, cualquier opción está ya sobre la mesa, en una contienda que, según el propio Putin, se ha tornado en un «conflicto global».
Envío de los HIMARs
En los primeros meses de la invasión, las tropas ucranianas tuvieron que defenderse ante la carencia de armamento pesado moderno. Los soldados rusos avanzaron con celeridad en el este y sur del país, y llegaron a las afueras de Kiev.
La guerra dio un brusco giro a mediados de 2022 con el suministro al Ejército de Volodimir Zelenski de los sistemas de lanzacohetes HIMARS, que convirtió en un blanco asequible las brigadas mecanizadas de Moscú. Seguidamente, las fuerzas locales recuperaron el control de la región nororiental de Járkov y los rusos se vieron obligados a retirarse del norte de Jersón. Entonces, el Kremlin comenzó a denunciar públicamente la implicación directa de la OTAN, especialmente de EEUU, en el conflicto.
Ataques a Crimea
Crimea, anexionada por Rusia en 2014, parecía intocable en los primeros meses de las hostilidades. Eso incluía el puente de la península, la joya de la corona de la infraestructura civil de la zona, y la base de la Flota del Mar Negro en el puerto de Sebastopol.
El «lugar sagrado», como lo llamó Putin, sufrió el primer ataque en julio de 2022 contra el cuartel general ruso. Al mes siguiente el blanco fue el aeródromo de Saki.
El punto culminante fue la explosión sufrida en octubre en el puente, una exitosa operación militar y propagandística de Kiev que demostró ciertas debilidades.
Llegada de los F-16
Consciente de la superioridad de Moscú en los cielos, Zelenski pidió insistentemente aviones de guerra a sus aliados. Occidente se resistió durante muchos meses a atender sus demandas pese a los estragos en la infraestructura energética del país. En julio de 2023, se formó finalmente la coalición internacional para la instrucción de pilotos y personal técnico ucraniano en el manejo de los cazas F-16 de fabricación estadounidense. La condición impuesta por Washington fue no usar dichos aviones en misiones fuera de territorio nacional.
Las primeras unidades ya se encuentran en suelo ucraniano, aunque la mayoría de los más de 100 aparatos prometidos por países como Bélgica, Grecia, Dinamarca, Países Bajos o Noruega no llegarán a su destino hasta 2025.
Incursión en Kursk
Kiev sorprendió incluso a sus propios aliados con la incursión en agosto pasado en la región rusa de Kursk, que ocupan parcialmente las tropas de Zelenski desde entonces sin que el Ejército de Putin haya sido capaz de expulsarles. Esta ha sido la primera invasión en el territorio desde que las fuerzas hitlerianas atacaran la Unión Soviética en junio de 1941.
Expertos y blogueros rusos criticaron con dureza al Kremlin por dejar desguarnecida la frontera -apenas protegida por efectivos del Servicio Federal de Seguridad y reclutas-, al tiempo que movilizaba a cientos de miles de voluntarios para combatir en la nación vecina.
Muchos analistas occidentales esperaban una reacción despiadada por parte del Moscú, pero la contienda ha seguido su curso sin mayores cambios. De hecho, Ucrania ha seguido martilleando otras regiones fronterizas, lo que ha obligado a Rusia a evacuar a miles de personas de sus hogares, de ellos, más de 120.000 en Kursk.
Empleo de los ATACMS
Putin advirtió durante meses a Occidente que la autorización de ataques contra su territorio con misiles ATACMS sería un punto de no retorno. Se trata de proyectiles con un alcance de hasta 300 kilómetros, por lo que su radio de acción permite a Kiev golpear instalaciones militares en toda la retaguardia rusa.
Estados Unidos suministró a Ucrania los primeros proyectiles en otoño de 2023, pero solo para emplearlos dentro del país invadido y en una versión con un alcance más reducido: 165 kilómetros. Pese a las iniciales reticencias de Washington a levantar el veto para usar estos sistemas en suelo enemigo, la incorporación de las tropas norcoreanas al frente supuso un punto de inflexión para el Gobierno de Joe Biden. Y, aunque en principio se habló de que el presidente de EEUU había restringido el permiso a Kursk, la primera operación con armas de largo alcance tuvo finalmente como objetivo la región vecina de Briansk el martes.
Un día después, el Reino Unido hizo lo propio y también dio su autorización para que Kiev emplee su armamento para golpear la nación de Putin, quien ya considera que la guerra ha rebasado las fronteras.