Castilla-La Mancha fue un territorio «muy abundante de linces». Lo fue hasta los años 80, cuando la especie «desapareció casi por completo de muchas zonas de la Península Ibérica, incluída también la región». La persecución humana y la escasez de conejos fueron las principales causas de este descenso de la población que puso al lince al borde de la extinción. Por ello, desde principios del siglo XXI se han puesto en marcha distintas iniciativas de conservación, entre las que destacan los proyectos Life, en los que se han invertido más de cuatro millones de euros (financiados entre un 60 y 70 por ciento por Europa) para salvar a la especie de su desaparición en la región. El primero llegó en 1994, y sus acciones se centraron en la vigilancia y seguimiento de las áreas linceras para mejorar el conocimiento sobre las poblaciones, sus riesgos y sus amenazas. A partir de ahí, y hasta la actualidad, se han desarrollado otros cuatro proyectos más con financiación europea en los que «Castilla-La Mancha ha participado en la coordinación o siendo socio buscando lo que se pensaba que eran los últimos ejemplares del lince de las antiguas poblaciones que habitaban en la región», según comenta Paco Sánchez, biólogo de la Dirección General de Medio Natural y Biodiversidad de la Consejería de Desarrollo Sostenible.
Para el lince, la 'marca' Life fue su salvavidas. Se trata, explica Sánchez, de una herramienta europea para financiar proyectos de naturaleza y conservación de especies amenazadas. Y el lince era una de ellas. «En las convocatorias anuales, la comisión valora todas las propuestas y aprueba las que considere más interesantes. Si esos fondos no hubieran venido para estos proyectos, se hubieran destinado a financiar otras iniciativas de otros países de la Unión Europea».
Con ellos, recuerda, se asentaron las bases y los acuerdos de colaboración en el territorio con fincas de caza. Aunque «el espaldarazo definitivo» a la especie llegó en 2014 con la reintroducción (Life+Iberlince). Fue entonces cuando se empezaron a liberar en la región los primeros ejemplares. Ese día histórico llegó el 2 de julio de ese mismo año. Fue en Ciudad Real, en Navarredonda, una finca de carácter municipal de apenas de 1.100 hectáreas ubicada en el término municipal de Almuradiel. Se liberaron los linces Kaplán, Kairós y Kiowa, procedentes de los centros de cría en cautividad de la Olivilla, El Acebuche y Granadilla, en Jaén, Huelva y Cáceres, respectivamente. Entonces, Braulio Egido del Campo era el alcalde de Almuradiel, cargo que ostenta a día de hoy. En declaraciones a La Tribuna señala con rotundidad que el acuerdo de colaboración se firmó «sin ninguna duda», aunque, reconoce que «fueron muchas las charlas que se dieron en la zona para difundir entre la población que el lince no era ningún problema». Y no lo ha sido, asevera con orgullo. Kiowa fue la primera lince reproductora de la región y casi una década después aún sigue en la finca. Ha reproducido 14 cachorros, los dos últimos en el año 21, y en la actualidad «una de las dos hembras reproductoras es su nieta».
Navarredonda se ha convertido en un foco de linces, donde la población «está estabilizada» y donde en la actualidad «hay dos hembras reproductoras y dos machos. Cada pareja tiene un ratio de unas 600 hectáreas de la finca, dividida en dos bloques», explica el regidor.
Fue la primera suelta en la historia de Castilla-La Mancha y supuso un hito en la conservación del lince ibérico en esta comunidad, «donde prácticamente había desaparecido de manera estable salvo individuos puntuales en dispersión de las poblaciones andaluzas», añade Sánchez. Aunque la primera población de Castilla-La Mancha en la que se introdujo el lince fue Almuradiel, después le siguieron muchas más. A lo largo de estos años, en la provincia se han firmado una treintena de convenios con fincas. A nivel regional, la cifra asciende a 93. «El dinero se invierte en el territorio, fincas y cotos de caza con actuaciones de mejora de hábitat y contando con las empresas, maquinaria, materiales y mano de obra local», argumenta Sánchez. Pero si no hay conejos no hay linces. Por ello, «en el acuerdo de colaboración el socio del proyecto ofrece la finca para que se establezcan una serie de actuaciones de mejora de hábitat que beneficie al conejo, el principal sustento del lince», pues tener poblaciones de conejo con una densidad suficiente para tener linces es uno de los principales requisitos. Fincas que también han encontrado en este felino un recurso turístico de la naturaleza a través de la fotografía con la creación de observadores. Es el caso de la finca Peñalajo, en Viso del Marqués. Almuradiel, señala su alcalde, estudia seguir su ejemplo.
Desde ese día histórico de 2014, en Sierra Morena se han liberado 55 linces en los últimos nueve años. Desde esa zona «han ido extendiéndose, han cruzado la autovía de Andalucía y ya están en bastantes localidades». Hasta tal punto, que «la especie podría ocupar en la provincia en torno a más de 100.000 hectáreas» entre Sierra Morena Oriental, Sierra Morena Occidental y parte de los Montes de Toledo. En 2014, enfatiza Sánchez, «partíamos de cero linces y ahora hay 715», lo que demuestra que «se han extendido mucho». En lo que va de 2024 solo dos se han liberado en la provincia, y ha sido en el Parque Nacional de Cabañeros.
Desde entonces, y gracias al esfuerzo de conservación, la población no ha dejado de crecer en los últimos años. «Hay tal cantidad de ejemplares de linces, que ya funciona de manera autónoma». Hasta tal punto, recuerda el biólogo de la Junta, que salió hace unos meses del riesgo de la extinción considerándose ahora una especie vulnerable. De lo contrario, «hubiéramos tenido el triste honor de haber extinguido una especie única de felino en el mundo». Los resultados han sido «muy positivos». Los datos hablan por sí solos:se estima que en la provincia de Ciudad Real hay casi 400 linces entre Sierra Morena Oriental con un censo de 232 ejemplares y Sierra Morena Occidental, donde campean 135 ejemplares. Sin olvidar, además, los Montes de Toledo, donde el año pasado se obtuvo un censo total de 336 ejemplares, según los datos aportados por el Ministerio para la Transición Ecológica y Reto Demográfico (Miteco).
Desde entonces, y gracias al esfuerzo de conservación, la población no ha dejado de crecer. Pero aún queda trabajo por hacer. Para que la especie estuviera fuera de peligro y alcanzar un estado de conservación favorable habría que superar las 750 hembras productoras. Para alcanzar esa cifra habría que crear nuevas áreas de reintroducción. Y en eso es en lo que se centran ahora los esfuerzos. Campos de Hellín, en Albacete, se ha catalogado este año como la cuarta zona de presencia estable del lince en Castilla-La Mancha, y se está estudiando otra área de reintroducción nueva en la provincia de Cuenca.
En estos años no han faltado las críticas, especialmente por la alta mortalidad. De los 56 ejemplares encontrados muertos el año pasado, 40 fueron por atropello. En este sentido, Sánchez defiende que se sigue haciendo un esfuerzo «muy importante» para combatir este fenómeno con actuaciones entre las que se encuentra la instalación de vallas o encauzamiento de pasos. Y eso también se debe, resalta, a que las distintas iniciativas como el Life+Iberlince son un ejemplo de colaboración de sectores que buscan un objetivo común: la recuperación definitiva de la especie.