Músico profesional (violinista), Andrés Fernández de Mera nació hace ahora 29 años en Torralba de Calatrava, donde este sábado, 7 de septiembre, tocará en el Patio de Comedias (21.00 horas) con su pianista de confianza Daniel Carmona. «Es muy extraño que el violín se escuche solo», comenta para señalar que el acto estará estructurado en dos partes, la primera dedicada a música clásica y la segunda será «algo más popular» con las danzas rumanas de Béla Bartók.
Tocar en Torralba supone para él «todo un orgullo». Aunque no es la primera vez, sí lo es en el Patio externo, donde se congregarán numerosos vecinos, amigos y familiares. Ha tocado en el Auditorio Nacional y en Viena, pero «al final tu pueblo es tu casa y viene mucha gente querida». «Es muy importante para mí hacerlo bien», por lo que los nervios están a flor de piel. Y es que, a pesar de su trayectoria, el nerviosismo nunca desaparece. «Si un músico dice que no está nervioso, eso significa que está mintiendo o ya no es músico porque ya no siente ese gusanillo que siente, por ejemplo, un torero antes de torear», declara.
Fernández de Mera ha trabajado en orquestas sinfónicas profesionales a nivel nacional como en la Orquesta Sinfónica de Barcelona y en la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla, entre otras muchas. Pero ahora, oposita para conseguir una plaza en una de ellas y en algún conservatorio, pues «es la salida más accesible» pero también, reconoce, la «más complicada». «Ser músico implica mucha disciplina, y desde muy pequeño he aprendido a compaginar la música con los estudios, por lo que he continuado con esa rutina de mi vida». En la actualidad trabaja en un conservatorio privado de Huesca, responsabilidad que compaginará con sus estudios, su formación y sus conciertos, pues «el violín requiere muchas horas de estudio y dedicación».
Tras pasar por Torralba de Calatrava, su próxima cita en rojo será el 21 de septiembre en Madrid, en el WiZink Center, donde participará en el concierto de música católica de Hakuna Group Music. «Los conciertos pueden salir de un día para otro», reconoce para agradecer después a sus padres «la educación musical» que ha recibido a pesar de que ellos no se han dedicado profesionalmente. «Siempre nos han apoyado e incitado a que practicáramos algún instrumento», señala. Así, a sus 21 años cogió por primera vez el violín y desde entonces siempre ha estado vinculado a su vida personal y profesional.