Flagelación bajo un cielo azul de lágrimas y pétalos

I. Ballestero
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El abrazo entre la ciudad y la hermandad se estrechó en una tarde primaveral que recibió con sentimiento el inicio de la procesión

Hubo en la salida de la Hermandad de la Flagelación un cielo azul que invitaba a la ciudad a la calle, y la ciudad esperaba cubriendo las aceras. Hubo, también, una lluvia de pétalos que recibió a la Virgen del Consuelo caída desde las balconadas en las que los vecinos vieron a la imagen encarar el inicio de la procesión en la calle Quevedo. Hubo también lágrimas, instantes antes de las rosas, para acompañar el balanceo con el que se mecía Nuestro Padre Jesús de la Bondad en la tarde de primavera que fue noche después mientras sus pies, que eran los de los costaleros, recorrían las calles de la capital. Y hubo antes de todo eso cinco minutos de espera en los que el guardapasos fue incienso y silencio para la oración y el homenaje, para desear a los encargados de portar las imágenes un buen camino y para que la cuadrilla de la Virgen del Consuelo recibiera el abrazo simbólico de los costaleros de Nuestro Padre Jesús de la Bondad, por sus 25 años de procesionar.

Fue un instante que vivieron unos pocos en el interior del guardapasos, pero que significó mucho para ellos. Un cuarto de siglo llevando a la Virgen por Ciudad Real, tres costaleros que soplaron las velas en todos y cada uno de esos años, y por delante un camino de casi seis horas por recorrer. Las imágenes frente a frente y la voz como homenaje, el incienso sirviendo de telón. La invitación a pedir durante el trayecto por todos los seres queridos y los costaleros encaminando el estrecho callejón que conecta la nave con la calle. Cinco minutos después de las cinco, los caballos encabezando y los nazarenos pisando una calle abarrotada. Minutos después la primera imagen, y con ella las lágrimas. Otro rato después, la Virgen del Consuelo, y de los balcones llovieron pétalos.

La Hermandad de Nazarenos de la Flagelación de Nuestro Padre Jesús de la Bondad y María Santisima del Consuelo subrayó en su salida la comunión con el barrio del que parte, ese íntimo abrazo que no necesita de la noche para crear una atmósfera especial y resonar sentido en una calle que se quedó estrecha para la otra mitad de esa comunión que se produjo en la tarde de Miércoles Santo. La hermandad aportó sus elementos característicos a las calles de Ciudad Real, el blanco como tono dominante, un salpicar colorido por momentos y los más pequeños también ganando las calles. El acercamiento entre la gente y la hermandad no se la perdió la alcaldesa, Rosa Romero, que no dudó en colgarse la medalla de la cofradía y en ordenar una levantá a la cuadrilla que portaba a la Virgen del Consuelo, que dedicó la maniobra a la regidora. Desde allí, y por delante, una ciudad para procesionar.