«Hay que ser conscientes de que comprar es un acto político»

Hilario L. Muñoz
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José Esquinas visita su ciudad natal este viernes para presentar su último libro Rumbo al Ecocidio un texto en el que reflexiona sobre el mundo qué van a tener las nuevas generaciones y plantea posibles soluciones a la crisis climática

«Hay que ser conscientes de que comprar es un acto político»

Esquinas (Ciudad Real, 1945) es una de las personas que mejor conoce la alimentación en el mundo y los retos a los que se enfrentan los países, tras trabajar durante treinta años para la Organización para la Agricultura y la Alimentación de la ONU. Hoy estará a las 19 horas en la Biblioteca Pública del Estado. 

¿Por qué decidió hacer un libro para el público más joven?

Quien va a sufrir el cambio climático son los jóvenes y son los que se tienen que poner las pilas inmediatamente. Aunque el título suena un poco duro, Rumbo al ecocidio, el subtítulo es Cómo frenar la amenaza a nuestra subsistencia. Se puede frenar, pero hay que actuar rápido. La idea es decir:mira, sois vosotros los que podéis sufrir las consecuencias de esto. Las consecuencias son que el planeta no está amenazado, porque el planeta va a seguir, pero nuestra especie sí que está amenazada. Podemos extinguirnos, como se han extinguido infinidad de especies, con una diferencia, que, en este caso, somos nosotros los que estamos causando el problema que desembocan los cambios climáticos. El objetivo es que este mensaje llegue a los jóvenes, que son los que tienen mucho más tiempo por delante. Yo tengo casi 80 años y no sé cuánto me queda, lo más probable es que no vea la gravedad de los problemas, pero ellos sí lo van a sentir en sus propias carnes.

Al final, su libro, por lo que he visto, aborda el problema de la felicidad. Si esta sociedad que está causando graves problemas es más o menos féliz.
Yo he recorrido, por gracia o por desgracia, unos 130 países, a lo largo de mis más de 30 años en Naciones Unidas. Había años que tenía que visitar más de 20, y he visto gente en países paupérrimos profundamente feliz, en contacto con la naturaleza, pueblos indígenas que no tienen nada, que ni siquiera tienen tierras, que no hay nada, que viven de la propia naturaleza, y he encontrado las sonrisas más maravillosas de los niños. Sin embargo llegas a países ricos, incluso los más ricos, y encuentras no solo suicidios, sino tristeza y una pobreza que es muy distinta, los otros no tienen dinero, pero tienen todo, estos sin embargo tienen mucho dinero, pero no tienen nada. Una gran parte del concepto de felicidad es la propia vida interior, es sentir hacia adentro, es tener el tiempo, estar relajado, disfrutar de los tuyos, disfrutar del campo, disfrutar de la naturaleza, poder pasear, leer, y en definitiva, dejar de tener estrés, que es justamente lo contrario que nosotros tenemos. Queremos ganar más y nos metemos en una vorágine de consumismo, en la que tienes que comprar esto para ser feliz. La propia publicidad te lo dice, si compras esto vas a ser mucho más feliz, pero tres meses después se queda obsoleto y hay que comprar otra cosa, lo que significa que hay que trabajar más. Al final eso no nos queda tiempo para disfrutar.

¿Cuál es el rumbo que estamos siguiendo para ir al ecocidio?
Lo que yo pretendo es compartir experiencias, anécdotas y reflexiones que aporten esa cosmovisión de dónde venimos como humanidad, dónde estamos en este momento y a dónde estamos yendo, en el sentido de que estamos yendo al ecocidio. Eso es lo que está diciendo la ciencia. Hace 30 años el cambio climático era una teoría, pero, ahora, es una realidad tangible, y quien lo niega, es un ignorante, es la ambición que le ciega o es el populismo político, pero, en cualquier caso, me parece criminal el cambio climático en estos momentos.

¿Qué es el ecocidio?
Se entiende por ecocidio la destrucción de la naturaleza, sobre todo la destrucción del medio ambiente de forma irreversible. De hecho, una de las cosas que yo considero en el libro es que el ecocidio debe ser considerado como un crimen contra la humanidad y juzgado en el Tribunal Internacional de La Haya. Estamos destruyendo nuestra casa y nuestra relación con la naturaleza. Ahora mismo estamos yendo en esa dirección, y podemos cambiar siendo más sostenibles. Lo que está en juego en estos momentos no es que vamos a dejar a nuestros hijos un mundo mejor, no. El tema, ahora mismo, no es un problema de un futuro mejor, es un problema de subsistencia. Puede ocurrir que simplemente no se pueda subsistir porque hemos alterado todos los equilibrios ecológicos del planeta, hemos roto los ciclos y eso acelera el proceso del cambio climático. Todo eso hace que vayamos más rápido en esa dirección suicida, que es el ecocidio. La vida seguirá en el planeta, pero bajo unas condiciones que no son tolerables para la especie humana, por la temperatura, por la humedad y la que desaparece es nuestra especie. Si nosotros nos comportamos como un virus con el planeta, el planeta va a hacer lo mismo que nosotros hicimos cuando el COVID llegó: expulsarnos.
Es curioso que hoy tenemos una capacidad científica y tecnológica infinitamente más grande que nunca, que nos permite hacer cosas hasta ahora impensables, pero tenemos que tener un sentido de la responsabilidad, porque antes, por mucho que quisiéramos no íbamos a a romper grandes equilibrios globales, y hoy sí podemos, justo por esa capacidad. El volante de la evolución, de alguna manera, ha pasado a nuestras manos. Ese es el poder infinito que tenemos, y podemos ir a transformar la Tierra en un infierno o en un paraíso. Sin embargo, esa misma tecnología maravillosa que tenemos, si se emplea para cosas positivas, pues nos puede llevar a transformar la Tierra en un paraíso.

Usted habla de aire, contaminación, de los cambios que tenemos que hacer, de investigación, pero el libro, luego después, se centra en lo básico, que son las cosas de comer.
Me centro en el sector agroalimentario porque es donde tengo más experiencia, es donde he trabajado toda mi vida. Me he centrado en la diversidad biológica y en cómo estamos produciendo mucho más de lo que se necesita. Al mismo tiempo, hablo de las repercusiones que ese sistema de la agroindustria está teniendo en el medioambiente y la responsabilidad que tiene o no en los cambios climáticos y también las soluciones específicas para ese sistema agroalimentario. 

¿Cómo se puede compaginar esa sostenibilidad con una situación de alza de precios como la actual?
Lo que no se puede hacer es que el agricultor tenga que gastar más de lo que realmente produce, por lo menos tiene que cubrir gastos y mucho más. El agricultor ahora mismo está totalmente agobiado, pero hay que entrar en profundidad en el problema. Es un tema de competencia leal o competencia desleal. Lo que aquí está ocurriendo, por una parte, es que tú tienes que mantener el medio, porque si tú no mantienes tu tierra viva, en buenas condiciones, matas la gallina de los huevos de oro. No puedo dejar a mis hijos el mundo envenenado, porque es pan para hoy y hambre para mañana.

¿A qué se refiere con competencia desleal?

Cuando nos están entrando productos producidos en otros países generalmente, donde hay menos leyes regulatorias, es porque son producidos de una manera mucho más industrial o porque son grandes extensiones de monocultivo, con todas las consecuencias malas para el medioambiente que tiene. Esa competencia no es leal. Por cada euro que tú o yo gastamos en el mercado, en comprar un producto de la agroindustria, que muchas veces viene de 4.000 kilómetros de distancia, la sociedad está pagando dos euros más para paliar los efectos negativos sobre el medio ambiente y sobre la salud humana en la producción de ese producto. ¿Cuál es el verdadero precio de ese alimento? Tres euros y ahí estamos encubriendo dos. Si esos señores tuvieran que vender a tres euros, lo que realmente cuesta producirlo, teniendo en cuenta el medio ambiente y la salud, con ese precio, no habría esa competitividad, con la producción cercana. No habría ni empobrecimiento rural, ni campo vacío, ni envejecimiento. Realmente, el costo de producir esos alimentos, manteniendo, a su vez, el medio ambiente y la salud,  es más alto.

¿Y cuándo dice que hay un gasto en salud?

En el tema de la salud, más de 35.000 mueren de hambre cada día en el mundo, pero el número de personas en el mundo, obesas y con sobrepeso,  ha crecido muchísimo en los últimos años. Esa obesidad son por comidas poco sanas, comidas tóxicas, o comidas que tienen una serie de grasas saturadas muy fuertes. Eso ha disparado el número de las enfermedades llamadas no transmisibles, como la diabetes, los cánceres Hoy, en curar estas enfermedades, Europa está gastando en estos momentos 700.000 millones de euros, que es 12 veces más que la PAC. No sería mucho más lógico fomentar una alimentación sana, de cercanía, y que además mantiene el medio ambiente. Todo lo que nos estamos ahorrando comprando los productos que no son sanos, lo vamos a gastar después en medicina.

¿Luego está lo que comenta en muchas entrevistas que se produce más alimentos de los necesarios?

Es la gran falacia: como hay mucha hambre en el mundo, hay que producir más. Datos de la FAO, de la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, producimos el 60% más de lo que la humanidad entera necesita para nutrirse y alimentarse. Por mucho que crezca la humanidad en los próximos años no vamos a llegar nunca a eso. ¿Por qué si producimos más mueren de hambre 35.000 personas al día? Porque esos alimentos que producimos, en una parte importante, no llegan ni a la boca ni a la mesa de los que tienen hambre. Según la propia Unión Europea y la FAO, todos los años perdemos y desperdiciamos 1.300 millones de toneladas métricas de alimentos, que es la tercera parte de la producción mundial. A nivel europeo son 89 millones de toneladas métricas al año, en el caso de España, 169 kilos por habitante y año. En España el 30% de lo que tiramos son envases sin abrir, porque ha caducado. Tenemos que tirar menos.

¿Cómo influye esto en el cambio climático?

Según datos de nuevo, del panel de expertos eminentes de cambios climáticos,  lo que dicen es que este sistema agroalimentario uniformado, al que en general llamamos agroindustria, es responsable de verter a la atmósfera  11.000 millones de toneladas métricas  de gases de efecto invernadero. Es el 29% de todos los gases de efecto invernadero  responsables del cambio climático. Estamos incluyendo la producción  pero también el transporte, luego esos 1.300 millones de toneladas métricas de alimentos que se pierden utilizan 1.400 millones de hectáreas que sería 28 veces la superficie de España si es que toda España fuese fértil. Estamos utilizando la cuarta parte del agua dulce del planeta o estamos utilizando para su transporte a distintas partes del mundo 300 millones de barriles de petróleo. Todo eso para lo que no se va a comer nadie.  No tiene sentido decir que hay que producir más. Todo eso tiene efectos perniciosos. No solo sobre el cambio climático, sino también sobre los recursos naturales del planeta, limitados y perecederos.

¿Qué podemos hacer nosotros como individuos frente a esta situación global de consumo?
A nivel político, los Objetos de Desarrollo Sostenible son imprescindibles, no pueden ponerse en duda, pero hay que ir mucho más allá. Los ODS no tocan las causas de los problemas, sino que resuelven cómo ponemos parches para poder seguir adelante. Las causas son mucho más intrínsecas al propio sistema y una de ellas es el Producto Interno Bruto, hay que sustituirlo. Bhutan, en el año 99, propone en Naciones Unidas sustituir el PIB por el FIB, Felicidad Interna Bruta. Hubo un pequeño comité que estudió cuáles eran los indicadores de esa felicidad como el número de suicidios, o el número de médicos por cada mil o diez mil habitantes… Una serie de índices y si se aplicaba Estados Unidos, Canadá, España, Francia, en vez de estar al principio, estaban en el número treinta o el número treinta y cinco. Eso está en conflicto con los grandes intereses de las grandes corporaciones que trataron inmediatamente de apartar eso.
Otra de las cosas es cómo nuestra sociedad tenga en cuenta a las generaciones futuras, que no votan ni no consumen. Ahí propongo una serie de soluciones, algunas ya adaptadas para algunos países, otras no: cómo puede ser el que contamina, paga. A nivel político, el problema de que las generaciones futuras no votan, de ahí que planteo crear el defensor de las generaciones futuras en los parlamentos. Cada vez que llegue una ley, una propuesta de ley, él va a levantar la mano y va a decir esto va a afectar así a las generaciones futuras. Luego los parlamentarios decidirán.

A nivel individual, ¿qué puedo hacer?
Creo que no se puede hacer nada político si no hay una presión previa de la sociedad sobre los gobiernos. Para todas estas cosas que te digo, se necesita una concienciación individual fuerte. Para poder después llegar a lo político. Hay cosas que puedo hacer muy simples, como las conclusiones de la primera cumbre de la Tierra en el año 92: piensa globalmente y actúa localmente. Entonces se trata tanto en el uso del agua, en el uso de las basuras,  en el uso de los plásticos o no uso de plásticos en absoluto.   Eso es algo que yo me puedo imponer a mí mismo y es algo que sí que puedo hacer.  La comida que tiramos a la basura, la tiramos cada uno de nosotros. Ahí hay otro elemento muy importante y es qué compras.Si tú compras cosas que proceden de 3.000 kilómetros de distancia estás haciendo un daño muy fuerte. Hay que ser conscientes de que comprar alimentos es un acto político, no es un acto inocuo, porque cuando compras esto o aquello estás incentivando un sistema de producción u otro sistema de producción. Entonces en definitiva te lo resumo en una frase que a mí me encanta, la uso mucho, que es que nuestro carro de la compra en un carro de combate por un mundo mejor, más sostenible.

¿Piensa que hay algo en Ciudad Real que deberíamos cambiar?
Absolutamente, cuando hablamos de salvar las Tablas de Daimiel o las Lagunas de Ruidera no estamos hablando de salvarlas porque son muy bonitas. Cuando nosotros destruimos esas zonas de animales migrantes, que están yendo de un lugar a otro,  lo que estamos rompiendo son los equilibrios naturales. Por lo tanto, el destruir esta zona tiene una influencia total en el medio ambiente.  Por eso, los espacios son patrimonio de la humanidad en muchos casos.  Hay unas consecuencias que también son económicas, pero a largo plazo.