Un búnker debajo de casa

A.M.
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Un albacetense triunfa a nivel internacional con el diseñoy la construcción de refugios antiatómicos • Su patente está preparada para superar cualquier guerra convencional o nuclear y para catástrofes naturales o químicas

Imagen general de un refugio subterráneo de Antonio Alcahúd.

Aunque pueda sonar pasado de moda, anticuado y obsoleto, pues se relacionan directamente con guerras pasadas y bombas aéreas, los refugios y búnkeres no han perdido fans y siguen construyéndose contra posibles catástrofes naturales, químicas, tecnológicas y, especialmente, por si a alguna potencia se le ocurre lanzar alguna bomba de destrucción masiva.

Quizá sea España uno de los países que menos demanda genera, mientras que Suiza, por ejemplo, es un país con más de ocho millones de plazas en refugios y obliga a construirlos en las viviendas de nueva construcción.

En sus 40 años de oficio, Antonio Alcahúd ha diseñado y construido alrededor de 400 refugios, la mayoría de ellos para personas de clase media y media-alta. La noticia no iría a mayores si no fuera porque Antonio Alcahúd es de Albacete, concretamente de Tarazona de la Mancha y es, hoy por hoy, uno de los pocos ingenieros españoles especializados en este tipo de obra de hormigón armado.

Nacido en el año 1946, Antonio emigró con sus padres a Barcelona porque querían que sus tres hijos hicieran carrera. Y no se equivocaron. Era 1971 cuando Antonio, con un expediente académico excelente, recibió el título de ingeniero industrial especializado en técnicas energéticas y reactores nucleares. La carrera era tan difícil que, a diferencia de mecánica o construcción, en la que se matriculaban unos 350 estudiantes, ésta sólo contaba con 15 aspirantes, «grandes empollones y grandes genios de la ingeniería», explica el mismísimo Antonio.

Confiesa que le costó mucho aprobar las últimas asignaturas, «pero al final conseguir acabarla». Una carrera a la que accedió por curiosidad, porque fue la época en la que se empezaba a hablar de reactores nucleares, «y para mí era una especie de alquimia o magia que se desconocía y se estaba desarrollando».

No se escapó de las prácticas laborales. Atraído siempre por la obra pública y los diseños de hormigón, por tratarse siempre de grandes proyectos y, sobre todo, duraderos en el tiempo, Antonio Alcahúd trabajó a media jornada en la construcción de autopistas cuando en una revista leyó que Sofía Lorens y Charles Chaplin se habían construido refugios antiatómicos en sus casas de Suiza: «Fue cuando me asaltó la curiosidad de informarme sobre cómo se construía todo aquello, dónde había más y cómo funcionaban sus sistemas». Cinco años más tarde, este tarazonero consideró que su estudio, información, formación e investigación lo capacitaban suficientemente como para abrir la empresa ABQ Ingeniería y Arquitectura SA, única en todo el país especializada en la construcción de búnker en viviendas unifamiliares, comunidades de propietarios, chalés, casas de campo y  en edificios de titularidad pública de todo tipo.

El mayor de España. Nada más abrir su empresa -con la que lleva 40 años ejerciendo-, Antonio Alcahúd recibió el encargo de un refugio, el único particular que desde entonces ha salido a la luz pública, ubicado cerca de Barcelona y encargado por una persona muy importante e influyente en Cataluña:«Me llamó, me preguntó que si lo podía hacer, se lo hice, lo patenté para que no hubiesen copias ni plagios y, a partir de entonces, he hecho refugios grandes y pequeños y hasta el mayor de España». Sí, el mayor de España, un refugio que casualmente se encuentra en Castilla-La Mancha, en los sótanos del antiguo Hotel Beatriz -ahora Ébora- de Talavera de la Reina, preparado para 400 personas.

Para Antonio Alcahúd, lo «ideal» a la hora de construir un búnker o refugio es que se levante debajo de una vivienda nueva, ya que hace las veces de cimientos y queda perfectamente integrado en todo el proyecto.

Su diseño consiste en una caja de hormigón armado, con puertas del mismo material, muy grandes, con mucho espesor y dos toneladas de peso. Como mínimo, un refugio cuenta con dos puertas a la entrada y, entre ellas, una especie de esclusa para intercambiar los posibles gases tóxicos que pueda traer una persona del exterior. Igualmente, la patente de este ingeniero albacetense incluye una salida de emergencia que conduce siempre fuera de la zona de escombros, «a cierta distancia de la vertical de la casa».

Lo más importante, en opinión de Antonio Alcahúd, es que un refugio tenga resistencia, habitabilidad y estanqueidad, de tal forma que su envolvente resista los efectos químicos, térmicos y una bomba de choque, sea completamente hermético y esté preparado para permanecer en su interior encerrado varias semanas, para lo que necesita dotarse de mesas, sillas, camas, literas, aseos, elementos de descontaminación y víveres, como mínimo, para 15 días. Llama la atención que este sector tan especializado no entienda de crisis ni de tiempos de diálogo y entendimiento. Ni mucho menos. Antonio sigue recibiendo pedidos y construyendo refugios y búnkeres, especialmente fuera de España, porque muchos de sus clientes quieren protegerse de posibles accidentes nucleares o lanzamientos de bombas, unos hipotéticos conflictos que «parecen irreales, algo que nunca va a ocurrir, pero la realidad nos dice que en la actualidad hay infinidad de cabezas nucleares por todo el mundo, muchos países con armas atómicas y mucha más tensión entre EEUU y Rusia, en Ucrania, Crimea, Siria, Corea del Norte, China...»

Múltiples usos. Pero aunque estén fabricados a prueba de bombas, un refugio antiatómico no tiene su razón de ser exclusivamente por una guerra mundial. Desde un primer momento, este habitáculo de hormigón armado puede utilizarse como una habitación más de la vivienda, un lugar donde se puede instalar un gimnasio, una discoteca, una sala de música, una bodega, una despensa...

Su segundo uso están relacionado con los atracos o asaltos a las viviendas, porque de ocurrir, aquel que tenga refugio se podrá encerrar en él el tiempo que quiera mientras llama a la policía para denunciar. La tercera utilidad que justificaría una obra de estas características son las incontrolables catástrofes naturales: terremotos, inundaciones, incendios, tsunamis..., seguidas de las catástrofes tecnológicas, químicas y nucleares, como las que ocurrieron en Seveso, Bhopal, Chernobil, Vandellós, Fukushima, catástrofes que contabilizaron miles de muertos «y que cuando yo estudiaba decían que pasaba una cada 10.000 años pero yo, en 20, ya llevo unas cuantas».

La cuarta columna que sujeta este cubo de hormigón es la más peligrosa y grave:el estallido de una posible guerra con armas convencionales o armas de destrucción masiva. Para ello, Antonio Alcahúd ha diseñado un tipo de refugio que aguanta perfectamente el estallido de todo tipo de bombas, bien químicas, bacteriológicas o nucleares de cualquier potencia.  En estos momentos, este ingeniero industrial está estudiando proyectos de refugios grandes para construir en Rumania, aunque también los tiene muy singulares en África y Méjico.

Su cliente tipo: familias de clase media  y media-alta si se repasan los 400 refugios que ha diseñado y realizado a lo largo de su carrera, donde se incluyen búnker adaptados para la protección de bienes culturales, industriales y patrimoniales.

Su precio:unos 45.000 euros en el caso de un modelo diseñado para 25 personas, aunque otro con capacidad para 50 refugiados puede subir tan sólo a los 55.000 euros, es decir, que proporcionalmente cuanto más grande «más se reduce el coste».

Lo único que le falta a Antonio Alcahúd en su peculiar currículum es trabajar para la administración pública, pues nunca lo ha hecho o, más bien, el único contacto que mantuvo fue con el gobierno de Felipe González para construir un fortín bajo La Moncloa, aunque lo único que ocurrió fue «que me copiaron la patente», una circunstancia que originó el registro de una demanda por parte de Antonio, cuyo juicio se celebró este mismo año y quedó visto para sentencia.