La historia pasada de España también da para escribir muchos libros y leyendas, aunque no fuera ésta la cuna de reyes fantásticos de la talla de Arturo. Capítulos y capítulos de ese pasado se escriben en esta provincia, tierra de paso, que durante años protegieron los caballeros calatravos, una orden que en 1213 se unía al ejército del rey de Toledo, tras la batalla de las Navas de Tolosa, cuyos presos sirvieron de mano de obra para la construcción del castillo de Calatrava la Nueva en el que este fin de semana la historia, más allá de la palabra, revive.
Esta vuelta al pasado con la que Aldea quiere celebrar el VIIIcentenario de la construcción de esta fortificación, arranca para el visitante a las puertas de la fortaleza, protegida de indeseables y enemigos por un guardián de la orden. Se llama Rueda España, es de Jaén y lleva más de cinco años participando en distintas recreaciones medievales, una afición que le ha permitido, dice, conocer la historia y también recorrer buena parte de España. No viaja solo, con él lo hacen sus hermanos Pablo y María de la Cabeza. y los 120 recreadores que llegados desde distintos puntos del país (Burgos, Madrid, Valencia, Castellón, Jeréz de la Frontera, Santa Helena y Ciudad Real, entre otros), han conseguido llenar de vida, 800 años después, la fortaleza. Apenas son las 11 de la mañana y su cometido es guardar las puertas del castillo, mientras, dentro, la vida sigue su ritmo, como lo vivía hace ocho siglos.
Salvado el primer obstáculo, pagar la entrada de tres euros -los menores de cinco años no pagan- que da derecho a disfrutar de las actividades y a conocer el castillo, un mercadillo recibe al visitante. En él se pueden encontrar varios puestos de forja, cerámica y cuero. Entre estos se cuela algún que otro taller artesanal en el que los más mañosos pueden conocer las posibilidades del barro o del hierro. Los hay que prefieren quedarse rezagados conociendo los artilugios de la época con los que se torturaba al enemigo.
El Castillo de Calatrava la Nueva se convierte en el escenario de una recreación histórica./ - Foto: PABLO LORENTE Unos metros más allá, el hospital de campaña, lleno de instrumentales y hierbas de la zona, muy utilizadas en el mundo de la medicina «como el romero y la manzanilla». Al frente de este hospital está el gran prior o maestre, vestido de negro y metido de lleno en su papel. Llega desde Valencia. Vigilante de profesión, José Gil, al que todos conocen más como Perujo (su segundo apellido), recibe a los que se atreven a pasar el umbral de la puerta de la lúgubre instancia. Forma parte de la Encomienda Hospitalaria un grupo especializado en la recreación de este tipo de escenarios medievales. Para él, que se declara un amante de la historia, «ésta es la mejor manera de aprenderla». Lo dice con conocimiento de causa, en el caso de los recreacionistas, «porque cada vez que participamos en un evento debemos documentarnos a través de libros, dibujos y grabados», y del público, «porque para un niño es más fácil aprender la historia así que en los libros». Lo consiguen, provocan en el que mira una sensación de miedo, mezclada con curiosidad y respeto. Su equipo lo conforman, entre otros, un capellán, Jaime Aniorte, que en realidad es profesor de artes marciales; un noble postulante, con sueños de convertirse en caballero, de nombre Daniel Ramos y administrativo de profesión;y un Turcópolo, «que era el encargado de las tropas mercenarias», que se llama Enrique Llinares, también de Valencia y amante de la historia de este país, «muy denostada por algunos», lamenta.
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