El legado artístico de Manuel López Villaseñor es innegable, tangible y admirable. Su obra ha quedado para siempre, y con ella, su espíritu y su descarnado modo de ver la vida. Pero este maestro del realismo español no solo dejó atrás una estela de genialidad pictórica, de obras maestras que hoy visten los muros de algunos de los museos más emblemáticos del país, y especialmente del que reúne la mayor parte de su creación en la casa de Hernán Pérez del Pulgar. ¿Y su legado humano?
Las semillas que sembró López Villaseñor durante aquellos inolvidables cursos intensivos de pintura (del 1 al 30 de septiembre, en horario de mañana y tarde) brotaron en forma de más de un centenar de pintores que hoy integran la Fundación de Amigos de la Pintura y el Arte Manuel López Villaseñor, creada en 1995.
Aquellos cursos veraniegos, que empezaron en 1992 y que impulsó López Villaseñor en el museo que lleva su nombre, los impartían alumnos suyos de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Complutense de Madrid, entre ellos Víctor Chacón, quien se encargaba de enseñar los procedimientos artísticos durante la primera quincena del curso, para después dejar el testigo a otra alumna de Manuel, la pintora Concha Hermosilla, para hablar de la pintura de manera específica.
López Villaseñor y aquellos inolvidables cursos de septiembre - Foto: Rueda Villaverde«Aquello creó una escuela de pintores en Ciudad Real», sentencia el presidente de la Fundación, Alberto Martínez Calero, que disfrutaba de la vida 'monacal' que se respiraba en ese curso durante todo el mes de septiembre. Un curso que, como tal, desapareció durante el COVID, y tras la pandemia se retomó solo con otro tipo de actividad, extensiva, durante todo el año, impartida primero por Mercedes Lara y en la actualidad por Jesús Arévalo, con unos 150 alumnos de media.
¿Qué se necesita para recuperar aquel prestigioso curso intensivo, que hasta daba créditos para la carrera de Bellas Artes? «Voluntad y economía», responde Alberto Martínez, que aprovecha este alegato para también reconocer la complicidad que han encontrado tanto con el museo como con el Ayuntamiento de Ciudad Real, en la persona de su alcalde y de su concejal de Cultura.
Aprovechando la celebración de los cursos anuales, el ya fallecido Pablo Cabezas se encargó de impulsar y reclutar hombres y mujeres para la causa, creando una Fundación que va a vivir de manera muy intensa y especial la efeméride del centenario del nacimiento del maestro. Si no se recuperan aquellos meses de septiembre recluidos en el museo, se corre el riesgo de que esta gran cantera de pintores ciudadrealeños vaya desapareciendo ante la ausencia de relevo generacional, «una gran preocupación en la asociación», admite Fernando García Medina, pintor y secretario de la Fundación.
López Villaseñor y aquellos inolvidables cursos de septiembre - Foto: Rueda VillaverdeLuchan contra este riesgo organizando actividades durante todo el año para honrar la herencia de López Villaseñor, como la visita el año pasado de otra institución en vida, Antonio López.
«Esta es una ciudad de arte, con mucha afición, La Mancha es tierra de pintores», destaca García Medina, y todo gracias a la semilla de Manuel López Villaseñor, del que destaca que es «uno de los grandes pintores al fresco de España, con un estilo muy particular, con una pintura muy rotunda; puedo decir, sin equivocarme, que él tiene un hueco entre los realistas, entre la figuración española del siglo XX».
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«Es un pintor que debemos valorar más nosotros mismos. Él impulsó la pintura en Ciudad Real, pero no se limitó solamente a donar su obra, sino que, además, se preocupó de que aquí la pintura se escribiese con mayúsculas», sentencia Martínez Calero, que recuerda con nostalgia aquellos inolvidables cursos de septiembre en el López Villaseñor. ¿Volverán algún día?