Hay días que no quiero levantarme de la cama, que lo único que me apetece es cerrar los ojos y esperar la llegada de tiempos mejores. Lo cierto es que cada vez me pasa más a menudo y pienso que si no será cosa de la edad… Pero los tiempos mejores no llegan solos, hay que pelearlos.
Desde esa conciencia me rebelo y el mundo se revela. Me levanto, cojo aire, tomo impulso y vuelvo a ver el mundo tal y como es, con todos sus colores y la diversidad de matices que lo conforman. Ahí reside la belleza, en la diversidad que da forma al planeta que habitamos.
Las personas somos hijas de este mundo, diversas, llenas de matices y colores, exactamente igual que la naturaleza que nos rodea. Aun así, existe el empeño desde que el mundo es mundo de homogeneizarnos y etiquetar a quienes no responden a las normas sociales impuestas en cada época. Y esto, en la mayoría de las sociedades a lo largo de nuestra historia, ha dejado al margen a muchas personas que no responden a las expectativas socialmente aceptables, entre ellas se encuentran las personas LGTBI, siempre habitando los márgenes, siempre en un rincón de la historia.
El caso es que este mundo es lo suficientemente grande para que quepamos todas las personas que respetamos a las demás personas, sin rincones, cajones o armarios donde olvidar a quienes no 'encajan'. Por eso y porque los tiempos mejores siempre hay que pelearlos, creo que una de las mejores campañas del mundo la inventaron los movimientos LGTBI con su 'Orgullo'.
Sí, orgullo de ser. Ni contra nadie ni contra nada, solo orgullo de ser. Porque el ser humano que se pasa la vida sintiéndose cuestionado, ya sea por una pequeña minoría como por una gran mayoría, se tiene que agarrar al amor propio para sobrevivir. Ese es el valor de la autoestima, ese el valor de enorgullecerse por lo que se es.
Las personas LGTBI siguen sufriendo acoso, violencia, insultos, humillaciones y cuestionamiento solo por ser. Y eso aboca a muchas de ellas al aislamiento social, a la depresión e, incluso, al suicidio. Sí, lamentablemente su salud mental se resiente y duplican la tasa de suicidios de la población general.
Por eso os pido, de corazón, que apoyéis en el día a día a quienes sufren discriminación, que respetéis las diferentes formas de ser, vivir y sentir y, sobre todo, que pongáis 'pie en pared' ante los discursos de odio que cada día son más furibundos, ya que «para que el mal venza solo es necesario que las personas buenas no hagan nada».
Como decía Fernando de los Ríos hace casi un siglo, «el respeto es revolucionario». Por eso os propongo que sintáis orgullo de esta sociedad diversa, tanto como el planeta que habitamos y, desde la unidad, nos sumemos a la revolución pendiente del respeto.