Con más de 1.600 fallecidos en tres dramáticas olas cierra Ciudad Real los primeros doce meses desde que el Gobierno de Castilla-La Mancha notificara el primer caso de contagio por SARS-CoV-2 en la provincia. La Consejería de Sanidad anunciaba en las primeras horas del 4 de marzo que el día anterior se notificó el primer positivo en Ciudad Real, en concreto, en Tomelloso. Luego llegaría el segundo en la capital, el tercero en Alcázar de San Juan... Era el inicio de una pesadilla que ha puesto al límite al sistema sanitario, a la economía y a la sociedad en su conjunto y que todavía combate hoy para volver a la vieja normalidad.
Desde ese primer contagio llegaron, hasta hoy, otros 42.589 más. La población, casi, de Puertollano. Diez de cada 100 ciudadrealeños se ha contagiado de COVID-19. A nivel nacional, Ciudad Real aparecía en la cuarta ola del estudio de seroprevalencia elaborado por el Instituto Carlos III como una de las provincias de España donde más población había pasado por la enfermedad, por detrás solo de Cuenca, Madrid, Soria, Albacete, Guadalajara, Toledo, Segovia y Ávila.
Las cifras son apabullantes. Si las personas que se han contagiado de coronavirus en la provincia viajaran en autobús, harían falta 860 vehículos para llevarlos a todos, con una fila ininterrumpida de casi 12 kilómetros de buses pegados unos a otro. La distancia entre la plaza Mayor de la capital y Peralvillo, o desde la Fuente Agria de Puertollano a Hinojosas de Calatrava.
En estos doce meses, Ciudad Real ha convivido con la pandemia, entre estados de alarma, confinamientos, desescaladas, cierres perimetrales, mascarillas, PCR, aplausos, suspensiones, colas del hambre, manifestaciones, olas de solidaridad y ganas de llegar al final de la mano de las vacunas, un proceso que comenzó aquí el 30 de diciembre de 2020, y que encarna Magdalena Acosta. A sus 100 años, se convirtió en la primera persona en la provincia en estar inmunizada contra el COVID-19.
Justo el día en el que se confirmó el primer caso de coronavirus en España, el 31 de enero, el protagonismo pasaba por otro ciudadrealeño, el puertollanense Dani Carmona, entrenador de fútbol del equipo Shangwen, en Wuhan. En pleno epicentro de la crisis sanitaria más grave en un siglo, relataba los días que había pasado sin poder casi salir de casa, «excepto para comprar agua y comida y lo hacemos con mascarilla y tomando todas las precauciones necesarias». Una realidad que se convertiría en el día a día de los ciudadrealeños un mes y medio después y que entonces sonaba a ciencia ficción.
Los alumnos de Erasmus ciudadrealeños en Italia transmitían las primeras señales de alerta ya en Europa hasta el primer caso. Se confirmó el 3 de marzo y al que siguió un goteo de positivos casi individuales, a cuentagotas, hasta el 12 de marzo. Castilla-La Mancha anunció ese día el cierre de los colegios, de los centros de mayores y eventos culturales. La región sumaba la primera víctima mortal, en Albacete y el 14 de marzo llegarían las dos primeras muertes en Ciudad Real. Para entonces se anunciaba el refuerzo progresivo de la plantilla de los centros sanitarios para hacer frente al incremento de la demanda asistencial por esta enfermedad desconocida y que obligaba al Gobierno central a declarar el estado de alarma. Ciudad Real tenía apenas el 14 de marzo medio centenar de casos, la incidencia semanal era de 10 contagios por 100.000 habitantes y Sanidad aún no ofrecía información de las personas ingresadas en los hospitales, donde la crisis se ha vivido como en ningún lugar.
El inicio de la pandemia. En Ciudad Real, el COVID-19 golpeó en su primera ola con fuerza a la comarca de La Mancha y, en concreto a Tomelloso. La residencia Elder fue el primer gran foco de contagios. Según la denuncia que presentarían meses más tarde los familiares, en esta residencia llegaron a morir más de 70 personas por causa de una enfermedad que ha disparado las cifras de mortandad hasta extremos que en la provincia no se daban desde los primeros años que siguieron a la Guerra Civil, en los años de la tuberculosis y de las cartillas de racionamiento.
Ciudad Real se convirtió rápidamente en una de las provincias más afectadas por la pandemia. La conectividad con Madrid apareció reflejada desde un primer momento como un factor determinante de expansión del virus. Así lo apuntó un estudio elaborado por 2Kido Dynamics y el Instituto de Física Interdisciplinar y Sistemas Complejos, que explicaba que el 76% del pico de la mortalidad se justificaba a partir de la movilidad entre cada provincia con Madrid, de donde llegaron de visita unas 24.000 personas a Ciudad Real apenas una semana antes de que el Consejo de Ministros aprobara la declaración del estado de alarma en todo el territorio nacional para afrontar la situación de emergencia sanitaria provocada por el coronavirus COVID-19 en España. Según el responsable del estudio, Alberto Hernando, «el número de viajes intercambiados con Madrid» desde provincias como Ciudad Real y Soria aparecía como «el factor más relevante en la expansión -del virus- durante las semanas anteriores a la cuarentena».
La primavera protagonizó los meses más duros de la pandemia, de la primera ola, la más mortal y a la que siguieron dos más, la última, coincidiendo con las celebraciones navideñas y de la que la provincia se recupera tras sufrir el mayor pico de contagios en enero de este 2021, en el que se notificaron más de 14.000 positivos a pruebas PCR o de antígenos. Sin embargo, los informes oficiales no recogen en todo caso el nivel de positivos de la primera ola (entre marzo y abril de 2020), pues la capacidad de rastreo que existía antes no era la actual, en la que Ciudad Real destaca por encima de todas las provincias del país a la hora de identificar el origen de los contagios que se producen, hasta en el 80 por ciento de los casos.
Abril fue el mes más dramático. Ciudad Real sufrió 752 víctimas mortales por coronavirus en 30 días. Para hacerse una idea, en todo 2019 murieron en las carreteras de la provincia por accidente de tráfico 19 ciudadrealeños. Era cuando el Ejecutivo aprobó un permiso retribuido recuperable para las personas trabajadoras por cuenta ajena que no presten servicios esenciales, con el fin de reducir la movilidad de la población en el contexto de la lucha contra el COVID-19 y en los días que tenían que haber sido de la Semana Santa, la primera que se suspendía en décadas. Durante esos días, Ciudad Real vivió jornadas terroríficas, con hasta 62 muertos por coronavirus el 14 de abril.
La crisis en los hospitales. En el ámbito sanitario, el SARS-CoV-2 deja en estos doce meses una situación sin precedentes. Entre anuncios de ampliaciones de recursos asistenciales y planes de choque para hacer frente a la avalancha de casos, los hospitales de la provincia alcanzaron un pico de 1.199 personas ingresadas en cama convencional. Era el primer día de abril y el número de hospitalizaciones crecía a un ritmo de hasta 200 personas cada 24 horas. La Mancha Centro, en Alcázar de San Juan, fue el hospital que más sufrió el primer envite del COVID. Hasta 423 personas permanecieron ingresadas en planta. La Gerencia del Área Integrada llegó a habilitar 250 camas más en el hospital para hacer frente al virus, mientras que los sindicatos alertaban de una situación «límite», con EPIs que llegaban «a cuentagotas» y que se tenían que esterilizar para ser reutilizados. En las UCI, a inicios de abril se llegaron a contabilizar más de 120 personas en las unidades de críticos, con unos respiradores que se convertían en la esperanza para doblegar la enfermedad. Desde entonces, las Unidades de Cuidados Intensivos de la provincia siempre han tenido, al menos, dos pacientes infectados por COVID-19. Fue en agosto, cuando la incidencia del virus se desplomó, cuando solo se llegaron a contar dos pacientes en las UCI.
Un año después, el virus no ha dado tregua. Enero de 2021 se convirtió en el tercer mes con más muertes, solo por detrás de marzo y abril y en el que más contagios hubo. Aunque febrero ha supuesto una pequeña ventana a la esperanza, con un descenso vertiginoso de casos y de incidencia: desde mediados de enero a mediados de febrero, en Ciudad Real han pasado de vivir en situación de riesgo extremo 480.000 personas a solo 30.000 y la semana pasada, la provincia celebraba dos días sin víctimas mortales. Durante la primera ola, se tardaron tres meses en dejar a cero el indicador que más drama ha provocado en esta pandemia.
Por número de casos, Ciudad Real capital ha sido el municipio más castigado por el COVID-19. Desde que el Sescam ofrece cifras municipalizadas, en agosto, la capital suma 5.700 de los casi 33.000 positivos detectados. Son más del doble de casos diagnosticados en Puertollano, con 2.200 casos mientras que Valdepeñas acumula otros 1.800 positivos. Sin embargo, la realidad de este mes de febrero es bien distinta a la que había en enero, en pleno pico de contagios de la tercera ola. En la capital, la incidencia acumulada se ha rebajado hasta 15 veces con las dos primeras semanas de 2021; en Puertollano, la tasa es ya siete veces inferior al peor momento de contagios en enero y en Tomelloso, la incidencia cae ya hasta siete veces. Datos que invitan a la esperanza para doblegar una tercera ola un año después del primer contagio que mantiene aún a la región cerrada al resto del país, con limitaciones de aforos y horarios pero que mira con esperanza el proceso de vacunación para volver a la vida de antes cuanto antes.