Los sueños rotos de la cultura 'woke'

J. Villahizán (SPC)
-

Lo que nació como un movimiento contra las injusticias y el racismo se ha convertido en los últimos tiempos en una 'guerra' entre dos puntos de vista enfrentados sobre la sociedad

Los sueños rotos de la cultura ‘woke’

En los últimos años se ha generalizado en todo el mundo el término woke -el pasado del verbo wake en inglés que significa estar despierto o consciente- y que se relaciona con ser una persona activa ante determinada injusticias sociales, como la desigualdad de género, la falta de derechos LGTBQ+ o la discriminación racial.

Este movimiento, que originariamente surgió en EEUU a mediados del siglo XX en contra del racismo, ha evolucionado en los últimos tiempos hacia una agenda de integración, diversidad, feminismo e igualdad, además de ser una corriente en defensa de la naturaleza y en pie de guerra contra el cambio climático. 

La pasada semana, la cultura woke fue escenificada en el Congreso de los Diputados por el portavoz de ERC, Gabriel Rufián, que relató la siguiente lista de actitudes woke: «La emergencia climática es woke. La igualdad entre hombres y mujeres es woke. Los derechos de las mujeres son woke. Ser gay, trans y lesbiana es woke. La ONU es woke. Los sindicatos son woke. Pagar impuestos es woke. Un hospital es woke». 

Pero no todos están a favor de ese supuesto buenismo hacia lo woke y cada vez son más los que se alzan contra esta ola y hacen un llamamiento a buscar el choque contra esta tendencia, tanto en EEUU como en otros países de Europa y América.

Es más, el nuevo presidente estadounidense, Donald Trump, describió esta corriente como una amenaza para los valores tradicionales y para la libertad y basó su pasada campaña electoral en luchar contra este movimiento que, según él, mina los principios de Occidente.

Hace ya casi una década, el diccionario de Oxford incorporó la siguiente acepción a woke: «Alerta ante la injusticia en la sociedad, especialmente el racismo».

Sin embargo, en la actualidad, son muchos quienes hacen uso de esta palabra con connotaciones negativas, especialmente en redes sociales y foros de internet. Incluso el propio diccionario de Oxford ha hecho un apunte sobre su primera definición para advertir que esta palabra «a menudo se usa con desaprobación por parte de personas que piensan que otras se molestan con demasiada facilidad por estos temas, o hablan demasiado sobre ellos sin que cambie nada».

Este colectivo utiliza el término como reacción a lo que consideran una imposición de ideas o elementos que les parecen forzados. Por ejemplo, con la inclusión de personajes racializados y LGTB en producciones de cine y series que el mismo Elon Musk criticaba: «El virus mental woke está haciendo que Netflix sea insoportable de ver».

En Estados Unidos, donde la polarización de este término es más firme, la ola antiwoke culpa a este movimiento de la excesiva corrección política, es decir el hecho de evitar el lenguaje excluyente y ofensivo, así como de la llamada cultura de la cancelación, aquella que retira el apoyo a una persona -ya sea moral, financiero o social- como consecuencia de determinados comentarios o acciones que no gustan.

La nueva marea contra esta corriente se ha extendido ya por toda Europa y también por España, sobre todo entre los colectivos más jóvenes, que observan un exceso de corrección en temas relacionados con la discriminación positiva, el feminismo o el movimiento trans.

En este tema los expertos insisten en que lo woke y los antiwoke ha trascendido ya la guerra política  y ha llegado a la sociedad en forma  de lucha cultural entre distintas ideologías sociales.

O como dice el propio Trump, «quizá el problema es que este movimiento se ha conformado como una entidad demasiado elitista, que no responde al paradigma del ciudadano medio».