En tiempos de crisis e incertidumbre, las familias tratan, por norma general, de ajustarse el cinturón en la partida de gastos y, en la medida de sus posibilidades, guardar la máxima cantidad de dinero para hacer frente a posibles adversidades.
En el contexto actual de incertidumbre, los depósitos totales de los hogares se situaron en el quinto mes del año en 1,004 billones de euros, lo que representó un aumento de 3.938 millones frente a abril y de 24.281 respecto a mayo de 2023.
En el caso de las empresas, la cifra se leva hasta 1.600 millones entre abril y mayo, pasando de 61.800 a 62.800 y, si se compara con mayo de 2023, se incrementaron en 21.600 millones.
De forma conjunta, los ahorros bancarios de hogares y empresas en España cerraron el quinto mes del año con 1,323 billones, 13.900 millones de euros más que en abril y 44.465 más frente al mismo mes de 2023.
Por otra parte, según el Banco de España, el dato de los ahorros bancarios invertidos «a plazo» de los españoles alcanzó el pasado mayo 153.900 millones de euros, 3.700 más que en abril y se situó en máximos desde junio de 2019, cuando las familias guardaban 154.143 millones.
Además, con respecto al mismo mes del año anterior, este dinero se ha doblado, puesto que hace un año el volumen era de 72.600 millones de euros a pesar de la falta de incentivos en intereses y remuneración bancaria que encuentra el ahorrador español en el largo plazo.
Los expertos destacan que, paradójicamente, con una alta inflación y con la pérdida de poder adquisitivo, los ahorros sin remunerar en depósitos bancarios siguen concentrando la mayor parte del dinero que disponen las familias en la actualidad.
De esta forma, el 40% del patrimonio financiero de los españoles está en cuentas bancarias a la vista y sin remunerar, que es más del doble del que se registra en la media de la Unión Europea, que se sitúa entre el 15% y el 18%, lo que significa que hay más de un billón de euros que no están produciendo ningún tipo de rentabilidad a sus propietarios y del que se lucra únicamente la banca a través de los productos financieros que comercializa entre sus clientes como, por ejemplo, los créditos, las hipotecas y los diferentes fondos de inversión. Los economistas defienden que tener alrededor del 15% del patrimonio financiero en cuentas a la vista está bien para atender las necesidades diarias y del corto plazo, sin embargo, si el objetivo es intentar obtener un rendimiento mayor que supere las mordidas de los impuestos y la inflación, hay que invertir en el largo plazo para garantizar más rentabilidad y no perder poder adquisitivo.
Por su parte, también es importante destacar el indicador de la deuda consolidada de las familias y empresas no financieras que revela que la economía está atravesando un período de incertidumbre y que, de hecho, ascendió a 1,63 billones de euros en el primer trimestre de 2024, un 1,1% menos que un año antes.
Se trata de una cifra que preocupa en la UE, puesto que recorta las posibilidades de crecimiento del conjunto de la economía.
En este sentido, el pasivo consolidado del tejido productivo se redujo desde los 952.400 millones del primer trimestre de 2023 a los 948.800 millones de marzo de 2024.
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Asimismo, sostienen que desde el Gobierno se debería incentivar una cultura financiera que potencie el ahorro a largo plazo a través de los fondos de inversión como se hace en la mayor parte de los países de la Unión Europea y que tiene un tratamiento fiscal favorable. Así, por ejemplo, en Italia existe un vehículo para incentivar inversiones de 30.000 euros anuales durante cinco años que se destinan en empresas medianas del país y no paga impuestos, lo que fortalece el tejido productivo con importantes inyecciones de liquidez y enriquece a los ahorradores con intereses competitivos.
Otro ejemplo que se pone a menudo entre los expertos financieros es el de los planes de pensiones, que en España suponen un ahorro del 18% del PIB, mientras en países como Holanda supera el 150%.
Se trata de un producto financiero que está perdiendo cada día más peso por su escasa rentabilidad que encuentran los ahorradores con las condiciones actuales españolas puesto que es un dinero que provine de las rentas del trabajo, que ya ha tributado IRPF, y que sufre una doble imposición al tener que volver a pagar impuestos en el momento del rescate, independientemente de las ganancias o, incluso, de las pérdidas que haya podido generar.
En definitiva, la realidad demuestra que los españoles carecen de una cultura financiera solvente y que no saben gestionar correctamente sus ahorros depositándolos en el banco sin negociar ningún tipo de remuneración y pagando, por el contrario, cantidades ingentes en intereses y comisiones cuando contratan un crédito o una hipoteca.