Desde hace unas semanas dos enormes figuras macizas de madera de pino viven en la cuarta planta del edificio del Seminario Diocesano. Son los apóstoles Santiago el Mayor y Santiago el Menor, pertenecientes del paso de la Santa Cena de Ciudad Real. Son los dos primeros 'pacientes' que tiene en sus manos el maestro de la restauración Óscar Patón, a quien la Hermandad Sacramental de la Santa cena y María Santímisa del Dulce Nombre le ha encargado el minucioso encargo de devolverle la luz a un grupo escultórico que, creado por Faustino Sanz Herranz hace 60 años, nunca se ha sometido a una operación de limpieza y recuperación similar.
Los dos apostoles del mismo nombre son las primeras de las trece figuras del paso de la Santa Cena que deberían estar restauradas antes de que expire el mes de octubre, según se refleja en el contrato firmado por la Hermandad, que contempla un presupuesto de 20.000 euros (16.000 aportados por la Diputación Provincial). Trece grandes figuras (los doce apóstoles y Jesús de Nazaret) y la mesa que rodean en la representación de la última cena, elaborado todo con madera de pino de Valsaín. Mucho trabajo por delante para lucir un paso con imágenes de más de dos metros de altura y un peso total de casi tres toneladas.
La labor de restauración sobre Santiago el Mayor está muy avanzada, y de ello era testigo ayer La Tribuna. El primer reto fue su traslado desde el Museo Diocesano hasta el Seminario. Sus dos metros y enorme peso suponían todo un desafío logístico. Una vez allí, primero fue liberar su base de unas antiguas cinchas de hierro y desensamblar sus manos. Escalpelo en mano, el restaurador ha ido raspando con cuidado y pacencia la visible capa de cera ennegrecida que lo recubre, vestigio de decenas de procesiones por las calles de Ciudad Real.
Devolver la luz a la Santa Cena - Foto: Rueda VillaverdeDespués era el momento de cubrir, sellar y reponer todas las fisuras, grietas e incluso roturas que presentaba la talla, mediante la introducción de finos listones (conocidos como 'chuletas') de madera de pino, aplicar silicona e incluso anclar pequeños pedazos de madera nueva para tallarlos después. Una vez minimizadas todas las irregularidades de la superficie, se recortaban los salientes buscando una homojeneidad casi perfecta, tras lo cual era el momento de entonar las piezas nuevas para que presenten una tonalidad similar a la original. Por último, se nutre la madera y aplica a toda la figura una capa de cera microcristalina para que ejerza de protector, y se vuelvel a ensamblar las manos.
Este mismo proceso lo repetirá Óscar Patón con la efigie de Santiago el Menor, y cuando ambos estén restaurados, será el momento de devolverlos al Museo Diocesano y traer a su improvisado taller en el Seminario a dos figuras más. El orden lo decide la Hermandad.
Sobre dos mitades de una mesa de ping-pong, el maestro restaurador dispone de todo el material necesario para pasar los próximos meses devolviéndole la luz a la Santa Cena. Entre formones, gubias y demás herramientas, su objetivo es buscar un complicado equilibrio para que lo deteriorado parezca nuevo, pero sin intentar engañar a nadie: «La restauración debe ser discernible, que no pretenda ser una falsificación, pero que pueda pasar desapercibida».Y más cuando se trata de elementos que inspiran la devoción religiosa de los fieles.
Devolver la luz a la Santa Cena - Foto: Rueda VillaverdeDe momento, Óscar Patón trabaja solo. Horas y horas acompañado de dos gigantescos apóstoles a las que está quitando años de encima, para devolverles la luz que en su día tuvieron cuando fueron creados por su imaginero. Son los primeros. Tras ellos, diez apóstoles más y su mesías. El maestro restaurador les espera
Vocación, formación, paciencia y devoción
Óscar Patón, nacido hace 36 años en Ciudad Real, se sintió atraído por el mundo de la restauración desde muy joven. Con 18 años ya trabajaba con muebles antiguos en un taller de Miguelturra y después se marchaba a Madrid para formarse en la profesión que le apasionaba. En 2014 se licenciaba en Bellas Artes y Restauración por la Escuela Superior de Conservación y Restauración de Bienes Culturales de Madrid, y entre sus trabajos ya figuran el Cristo de la Buena Muerte y la Virgen del mayor Dolor de la Hermandad del Silencio.
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Para él, la clave de un buen restaurador es, ante todo, disponer de una buena formación, «la titulación es imprescindible» para diferenciarse, subraya. Pero Patón añade otro factor más, complementario quizás, pero no por ello poco importante, al menos en su caso. Como creyente que es (es hermano mayor de la Dolorosa de la Catedral), considera que de sus manos sale «un empeño diferente, más devocional, de más respeto» hacia la talla con la que está trabajando por todo lo que simboliza.