Los sueños tras el refugio

Hilario L. Muñoz
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Una de las primeras familias de protección internacional expone cómo el programa le cambió la vida. Llegaron cuando apenas había 50 peticiones de asilo, este año se superarán las 2.000

Los sueños tras el refugio - Foto: Fotos Rueda Villaverde

Jesús Rodríguez y Sol Yusmary Gómez fueron una de las primeras parejas de refugiados que llegaron a la provincia de Ciudad Real cuando estos programas comenzaron a recibir a inmigrantes. En concreto, fueron la segunda familia atendida por Cepaim, allá por el año 2017, cuando apenas había 76 solicitudes de asilo en la capital. Siete años después, los dos siguen en Ciudad Real, han pasado por todas las fases del programa y se muestran ilusionados con el proyecto de vida que comenzaron en este lado del océano. En esos años, el refugio ha crecido a un ritmo vertiginoso con más de 2.000 peticiones este año.

«Esperamos envejecer aquí», reflexiona Jesús, que con sus 58 años, ve lejano un regreso a Venezuela, de donde huyó, junto a su mujer y sus hijos, en la segunda ocasión que le pusieron una pistola en la cabeza y amenazaron con matarle delante de su familia. «Aquí puede ser que no tengas un plato de comida en tu mesa, pero sales tranquilamente a pasear, te relajas y esto es importante para nosotros», indica la pareja desde su casa. Como ejemplo, ella recuerda el tiempo en que estuvo en un hotel de Ciudad Real trabajando: salía de madrugada y volvía caminando hasta su casa sin mirar por encima del hombro.

Jesús y Sol comenzaron su proceso de refugio en un hogar compartido con otras familias. De ahí, pasaron a un piso propio, con apoyo de la entidad, y ahora siguen solos, con sus dos hijos y acompañan a otras personas que llegan a España e inician su proceso migratorio. Llevan ocho años sin pisar su país, desde que cogieron las maletas y comenzaron una vida en Ciudad Real. De ese inicio salieron relaciones que aún conservan. Sus hijos, por ejemplo, mantienen la amistad con los de otra pareja colombiana que aún perdura, como una muestra de la familia que se han encontrado en su recorrido como refugiados.

Los sueños tras el refugioLos sueños tras el refugio - Foto: Rueda Villaverde

«Ciudad Real me encanta, me gusta muchísimo la ciudad. Es pequeñita, es tranquila y uno va andando a todos lados. Hay mucha seguridad», comenta Sol, atraída por un municipio que se aleja mucho de su vida en Venezuela. Allí el matrimonio inició un negocio de venta al por mayor, que fue bien, tan bien que pensaron que podían vivir de él y jubilarse arrendando una finca para vacaciones. Las mafias pusieron los ojos en ellos y trataron de robarles y extorsionarlos constantemente. Aquí, la hostelería ha sido el área laboral en la que ambos han encontrado empleo. Jesús ha sido camarero y ahora es ayudante de cocina en «uno de los mejores restaurantes de Ciudad Real» y Sol ha estado trabajando en hoteles y de apoyo en bares. Ambos, como cualquier familia, buscan mejorar su situación y, de hecho, ella está estudiando un curso de administración, tratando de formarse en algo nuevo que le ayude a progresar laboralmente. Mientras, su sueño sigue siendo el de abrir un negocio propio, como hicieron en su Venezuela natal. 

La pareja es una muestra de que entre los refugiados no hay un interés en la vuelta, sino en quedarse en España. Eso sí, aún quedan lazos familiares, hermanos con los que conversan mediante videollamadas o la televisión y las noticias, que les permiten seguir con atención lo que ocurre en su país.  «A nosotros nos gusta Venezuela, queremos Venezuela, amamos Venezuela, pero la manera en que Venezuela nos tiró para acá, es muy diferente a la de muchos», recordaron.

Ocho años después de su primer viaje a España y su llegada a Ciudad Real, la familia ha viajado en un coche de alquiler por media península. «Ya las cosas materiales no nos hacen ilusión», tras ver cómo tuvieron todo y lo dejaron allí en su país. Han conocido Córdoba, La Coruña, Benidorm o Ávila y les gustaría viajar el año que viene a Francia. «Estamos planificándolo», comentan, en lo que será la primera vez que salgan de España desde que lograron el refugio.

Los sueños tras el refugioLos sueños tras el refugio - Foto: Rueda Villaverde

Ellos observan «muchas diferencias» entre la manera en la que se produjo su llegada, huyendo de la violencia, «y la manera en la que otras personas vienen en la actualidad», buscando más un cambio económico en sus vidas que su seguridad. Con todo, mantienen una red de apoyo a sus compatriotas y, por este motivo, suelen alquilar pisos grandes, con una habitación extra que sirva de apoyo si es necesario. «Nosotros pagamos como nos pagaron», indican con un dicho que implica que quieren apoyar a quienes piden el refugio. 

Cuando observan a quienes llegan ahora se ven reflejados en las dudas que hay al inicio, los sueños que se van cumpliendo y también con el choque de realidad entre lo que se piensa que es España y lo que encuentran. Igualmente, apuntan a un sistema de refugio que ha cambiado mucho. Ellos tuvieron unos trámites sencillos y los que llegan ahora, sin citas para sus papeles y con una actitud diferente de toda la sociedad.

De 54 a 2.254 en ocho años. A falta de dos meses para acabar 2024, Ciudad Real ha superado ya las peticiones de asilo que tuvo en todo 2023. En concreto octubre se cerró con 2.254 solicitudes de refugio, cuando en diciembre del año pasado hubo 1.988 personas que pidieron la protección internacional. Por poner en perspectiva estos datos, en 2016, cuando comenzó el programa de asilo, con Cruz Roja y con Cepaim, hubo 54 peticiones de refugio. Desde entonces el dato no ha parado de crecer ante una realidad de cambio en el mundo, con conflictos armados que han llevado a que a la provincia lleguen refugiados de Siria o de Ucrania, y a los que empuja también hasta aquí a personas desde otras partes del mundo por la inseguridad y el hambre.

Los sueños tras el refugioLos sueños tras el refugio - Foto: Rueda Villaverde

El aumento de cifras ha venido acompañado de un aumento de las entidades que gestionan el refugio. Actualmente, son cuatro, con la incorporación de Accem y MPDL, y también con los municipios que acogen refugiados, ya no solo en la capital, con localidades acogedoras como Miguelturra, Pozuelo de Calatrava o Picón.

Para llegar hasta aquí, las entidades consultadas señalan que ha habido un cambio en la mentalidad del migrante. Antes quienes llegaban a España lo hacían bien con la idea de seguir su proceso migratorio a otro país, donde tuvieran familiares, o con la idea de empezar a trabajar nada más llegar. Ahora son muchos los que al llegar comienzan los trámites de protección internacional. «Los perfiles están cambiando y las personas que llegan huyen de conflictos, de situaciones bélicas y de persecuciones y eso hace que un alto porcentaje pidan protección internacional», indicaron estas fuentes. Son perfiles distintos, ya no es tanto por mejora económica, sino social lo que se demanda. En este sentido, desde organizaciones como Acnur apuntan a un incremento de estos migrantes con el cambio climático. 

El incremento ha conllevado un aumento de la demanda de atención en servicios claves de la ciudad para los refugiados. Por ejemplo, en la cita con Inmigración en la Comisaría Provincial, donde personas consultadas relatan las dificultades que hay para obtener una cita o el trato que se recibe. «Lo mismo sucede con las nacionalizaciones, que están muchas paradas», indican.

Los sueños tras el refugioLos sueños tras el refugio - Foto: Rueda Villaverde

El aumento de los conflictos se demuestra en aspectos como que hasta 2021, el incremento se hacía casi de forma ordenada, con un incremento de entidades y plazas. Por ejemplo, en 2018 hubo 128 peticiones y en 2019, 246, que se elevaron a 300 en 2020 y a 420 en 2021. Desde entonces, tras la guerra de Ucrania o Afganistán cada año se han duplicado las cifras, con un 2022 que se alcanzaron las 982.

«Lo primero es acogerles». Desde Accem, su presidente regional, Braulio Carlés, explica que «cada día hay más necesidad, cada día hay más conflictos, cada día hay más problemas en el mundo» y de ahí ese incremento de las solicitudes de protección internacional. «Hay que intentar dar la respuesta a la gente que necesita», señaló Carles, como encargado de una de las organizaciones que más tiempo lleva trabajando con refugiados en la región. «Lo primero es acogerles», explicó Carlés, a modo de resumen de la actitud que deben tener las entidades que trabajan en protección internacional. «Después hay que hablar con ellos, ver qué objetivos traen, qué respuestas personales esperan y a partir de ahí trabajar con ellos objetivos reales y concretos» y que les puedan «ayudar a salir adelante».

Los sueños tras el refugio
Los sueños tras el refugio - Foto: Fotos Rueda Villaverde

En este sentido señaló la importancia de resaltar la diferencia entre el ideal que puedan tener las personas en su proceso migratorio y «la realidad» de donde están. Por último, recordó la importancia de trabajar con la sociedad en esta acogida. «El ciudadano tiene un papel protagonista» en este sistema, señaló el responsable de Accem, recordando que «hay que ser muy sensibles a las realidades» y «evitar todo lo que sean posturas populistas».