«La democracia es una planta frágil que hay que cuidar»

César Muñoz
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José María Barreda, político orgulloso hijo de un tiempo de cambio. Hace dos años presentó 'Historia vivida, historia construida'. Y este jueves en la Facultad de Letras, 'Un militante de base en (la) Transición'

"La democracia es una planta frágil que hay que cuidar" - Foto: Rueda Villaverde

José María Barreda, padre de la Universidad de Castilla-La Mancha, el Hospital de Ciudad Real o la Tubería Manchega. Político orgulloso hijo de un tiempo de cambio. Responsable de reconvertir el Alcázar de Toledo en Biblioteca regional. El último ciudadrealeño que tuvo poder real para cambiar la provincia, y lo hizo cuanto pudo. Últimamente, escritor de sus memorias. Hace dos años presentó Historia vivida, historia construida. Y este jueves en la Facultad de Letras, Un militante de base en (la) Transición.

¿Qué busca con esta segunda entrega?

En este libro hago un relato de la evolución política e ideológica que se produjo en España en un momento trascendental, cuando se tenía que acabar la dictadura e iniciar un nuevo proceso democrático. Las cosas se podían haber hecho de muy diversa manera, no estaba escrito que saliera bien ese proceso, podríamos haber fracasado en el intento. Sin embargo, creo que la puesta en marcha de la Transición y la aprobación de la Constitución del 78 fue una gran experiencia para el pueblo español, que supo, con sus dirigentes en aquel momento, organizar la convivencia en paz y en libertad y dejar atrás el espíritu revanchista y cainita que durante demasiado tiempo había existido en nuestra historia.

¿Qué significa el paréntesis del título?

Quiere decir que el militante de base que cuenta su experiencia está en transición política e ideológica como persona al mismo tiempo que se produce la Transición en España. Esa evolución personal es paralela a una transformación ideológica y política en España muy importante. Son los años en los que el PCE abandona el leninismo y el PSOE abandona el marxismo. Justo cuando la socialdemocracia, una ideología que despreciábamos los estudiantes revolucionarios, se pone en valor y emerge como una alternativa muy adecuada.

Comunismo y catolicismo, extraña pareja de aquel tiempo...

Es verdad que para una generación de españoles la toma de conciencia política y social vino de la mano del catolicismo, de querer tomarte en serio el espíritu evangélico. A mí me influyeron mucho unos profesores marianistas progresistas que tuve la suerte de tener en el último curso de Bachillerato y en preuniversitario. Luego, cuando voy a la facultad, a Madrid, me encuentro con la agitación política, con los movimientos antifranquistas, con luchadores por la democracia y la libertad, y empiezo a colaborar con ellos.

¿Cómo ve hoy esos logros?

La situación ha cambiado, afortunadamente hay democracia y libertad. Pero hay que luchar por mantenerla porque la democracia, en contra de lo que algunos puedan pensar, es una planta frágil, es una planta de invernadero que hay que cuidarla y regarla permanentemente. No es lo que da la tierra, si no la cultivas se puede estropear. Ya vemos lo que está pasando en los Estados Unidos, en muchos países europeos, los conflictos internacionales. La democracia es una experiencia complicada.

¿Qué planteamiento concreto hicieron entonces en Castilla-La Mancha?

Yo creo que supimos interpretar una coyuntura política excepcional. A nosotros nos tocó unos años en los que coincidieron la democracia en España, la autonomía política y la incorporación a Europa, que nos permite financiar muchos proyectos e incorporarnos a un club de naciones donde había estado de bienestar, donde tenían tradición de democracia y libertad. Para los antifranquistas Europa digamos que era la meta. Supimos aprovechar esos tres factores para utilizarlos como un acelerador histórico que nos permitió hacer muchas cosas en poco tiempo. Comprendimos que era una oportunidad para esta tierra. Tuvimos fe y confianza en el futuro y dimos un salto hacia delante importante.

¿Cómo ve la actualidad española?

Estamos viviendo a nivel internacional una coyuntura muy complicada y muy difícil, razón de más para que en España dejásemos un poco al lado las diferencias partidistas y en las cuestiones de Estado de política exterior, de defensa, de todo lo que afecta al bienestar social, fuéramos capaces de pelearnos menos y de llegar a más acuerdos. Yo lo que lamento del plano nacional es la polarización excesiva. Creo que en algún caso también como consecuencia de la crítica que se hacía al llamado Régimen del 78, ha habido grupos que han tirado de la izquierda y la derecha tradicionales hacia sus extremos y eso ha colaborado a la crispación, a la polarización, a que no haya un ambiente de diálogo y de consenso que fue el que persiguió la Transición.

¿Pero es optimista? ¿Cree que eso volverá?

Soy optimista, sí. Por naturaleza.