Más allá de las guerras abiertas en Ucrania y Oriente Próximo que copan durante los últimos años las portadas de todos los medios, existe otro foco aún más lejano que, aunque todavía no ha estallado, amenaza con hacerlo: el conflicto entre China y Taiwán. Esta convulsa relación en la región del Indo-Pacífico se ha tensado más en estos meses con las maniobras militares de Pekín sobre Taipéi, reavivando la posible reunificación con la isla. Un hecho que el Gobierno insular vaticina que podría tener lugar en 2027. Pero, ¿de dónde vienen todas estas hostilidades?
El gigante asiático considera a Taiwán una provincia rebelde, mientras que esta, con un Ejecutivo autónomo y un fuerte sentimiento de identidad nacional, rechaza la idea de ser absorbida por el régimen comunista chino.
Los orígenes de esta turbulenta relación se remontan a principios del siglo XX. Tras la derrota de la dinastía Qing en la guerra sino-japonesa de 1895, Taiwán fue cedido a Japón, donde permaneció hasta el final de la II Guerra Mundial en 1945. Después de la rendición de Tokio, Taipéi fue colocada bajo el control de la República de China (ROC), que en ese momento gobernaba el continente chino. Sin embargo, la Guerra Civil que tuvo lugar entre el Partido Comunista (PCC) y el Kuomintang (KMT) culminó en 1949 con la victoria de los primeros y la fundación de la República Popular China (RPC), bajo el liderazgo de Mao Zedong.
Derrotado, el KMT se retiró a Taiwán, estableciendo un Gobierno en el exilio. Desde entonces, Pekín ha considerado a la isla como un territorio sublevado que, aunque no se encuentre bajo su control, forma parte integral de su soberanía. Por su parte, Taipéi ha mantenido su independencia de facto, con un Ejecutivo propio, sistema económico distinto y un sentir nacional diferenciado.
Una política particular
La idea de «una sola China» es un principio central para Pekín. Esta política sostiene que solo puede existir un único Gobierno legítimo de China, y que Taiwán es una parte inseparable de su territorio. Desde la fundación de la RPC, el gigante asiático ha tratado de aislar diplomáticamente a su vecino y ha presionado a los países del mundo para que no reconozcan a la isla como una nación soberana.
En contraposición, Taipéi ha optado por mantener su sistema democrático y de libre mercado, lo que ha generado simpatías internacionales, especialmente entre Occidente. La relación entre Taiwán y Estados Unidos, en particular, es clave en el conflicto actual. Aunque la Casa Blanca no reconoce formalmente al territorio insular como un estado independiente, mantiene un fuerte nexo con él, proporcionando armas y apoyo en su defensa a través de la Ley de Relaciones de 1979, que le garantiza una «relación especial».
No obstante, las tensiones entre el país liderado por Xi Jinping y su vecino han aumentando en las últimas décadas debido a varios factores. Por una parte, el crecimiento económico y militar de China ha fortalecido su capacidad para presionar a Taiwán, intensificando su presión diplomática sobre las naciones que mantienen vínculos con el territorio, obligándolos a cortar lazos para evitar represalias.
Además, el aumento de las maniobras militares cerca de Taiwán (cuatro este último año) y las amenazas abiertas sobre su reunificación forzada han incrementado la sensación de inseguridad en la isla.
En Taiwán, el Partido Democrático Progresista (PDP), que aboga por la independencia de facto, ha ganado en popularidad, y su presidente, William Lai, ha rechazado las ofertas de reunificación bajo el modelo «un país, dos sistemas», similar al que China aplica en Hong Kong.
Repercusiones a futuro
Con las últimas maniobras, la alerta ya se ha activado entre los actores implicados. La preocupación más inmediata es la posibilidad de un conflicto armado, ya que Pekín ha evidenciado que no descartaría el uso de la fuerza para hacerse con Taipéi, que ha multiplicado su preparación militar y solicitado más ayuda internacional.
Un conflicto en el estrecho de Taiwán también tendría consecuencias devastadoras para la economía mundial, dado que es una ruta marítima muy transitada. La industria de semiconductores y las cadenas de suministro globales, especialmente en sectores tecnológicos, se verían muy afectadas.
A largo plazo, un cambio en el estatus de la isla podría remodelar el equilibrio de poder en Asia, con China fortaleciendo su influencia o con las potencias democráticas desafiando la expansión de la influencia de Pekín en caso de que Taipéi conserve su independencia.