Carlos Hipólito y su 'Burro' dejó rendido a sus pies la antigua Universidad Renacentista de Almagro en la primera de las dos representaciones que Ay Teatro tiene en el Festival Internacional de Teatro. Su interpretación de ese burro universal, el que domó la humanidad hace 6.000 años y con el que se construyó la sociedad, resultó ser un compendio de todas las facetas del actor, capaz de llevarte de la risa a la lágrima en un minuto o de hacerlo él mismo sobre las tablas, cuando ese Burro recordaba sus andanzas con Juan Ramón Jiménez.
El retrato de la humanidad que realiza, dando palos y amor, supone un juego escénico que atrapa desde el primer momento. Hipólito apoyado sobre unas pajas, con Fran García e Iballa Rodríguez detrás como músicos y actores, y con Manuel Lavandera a la guitarra. Con apenas dos gestos pasa de humano a burro, se pone sus pezuñas y comienza a relatar su fascinante vida a su sombra, pensativa, simulada tras una pared. Las fábulas y textos clásicos se compaginan con el imaginario actual, con el abandono de los burros, el olvido de estos animales, ahora que la mecanización y la industrialización les ha hecho inservibles, hasta el punto de quedar olvidados en un incendio.
Hipólito sustenta el texto. Sin cambiar de traje y sobre las tablas pasa de un personaje a otro, saltando de una época a otra, haciendo gala del teatro como una fiesta al que el director, Yayo Cáceres, y el dramaturgo Álvaro Tato, han ido acostumbrando al espectador en esta aventura conjunta suya que es Ay Teatro. Un conjunto que atrapa al espectador donde siempre hay música sobre el escenario y donde el humor y el sentimiento son las dos caras de una misma moneda, trasladando al espectador de un sentimiento a otro.
Hipólito y 'Burro', teatro del que crea afición - Foto: Jesús Monroy / EfeLa actuación de Hipólito se sirve en escena de García y Rodríguez para cambiar de escenas, para que esas balas de paja se conviertan en coliseo romano, en púlpito medieval o en mesa de escritorio de Jiménez y su Platero y Yo. A su vez los dos actores y músicos van cantando las andanzas, contando chascarrillos, poniendo voz a los pensamientos de la humanidad y haciéndose eco de las tribulaciones de ese burro, quejumbroso.
La obra es un deleite para el cierre de este festival de Almagro. Un teatro de los que crea afición.