Cuando le llegó la jubilación a María Dolores López, en su cabeza estaba el tiempo que iba a tener sin apenas actividad. Desde los 12 años que dejó la escuela, se había dedicado a trabajar, como tantas mujeres de la postguerra, que cambiaban un pupitre por el trabajo, muchas como empleada de hogar, como ella. Así, cuando cumplió los 65 años fue su hija Paqui, la que le explicó que podía apuntarse al centro de educación de adultos Antonio Gala, para mantener ocupado el tiempo y aprender por el camino.
Era 2015 y esta jienense afincada en Ciudad Real no sabía que iba a emprender un camino por el que este viernes, Día de la Educación, la Junta de Comunidades le premiará, como representante de «tantas mujeres que no tuvieron la oportunidad de formarse académicamente en su juventud y que hoy retoman con entusiasmo las rutinas del aprendizaje». Un premio que tiene pensado dedicar a su hija, que le animó; a su hijo, José María; a su nieto Fran, y, sobre todo, a la escuela que tanto le ha aportado.
En la escuela de adultos, Loli, como le llaman, estudia Adquisición y refuerzo de competencias básicas 2, donde aprende lengua, ciencias sociales o matemáticas, con clases de lunes a jueves, y donde está acompañada por una decena de alumnos. En estos ocho años ese estudio le ha servido para manejarse mejor sola. «Antes tenía que esperar que mis hijos me hicieran las cosas», como ir al banco o sacar papeles.
Premio a una alumna brillante de 73 años - Foto: Rueda Villaverde«El primer día vine con mucha ilusión porque mi hija me dijo: 'Tú tienes que ir con tranquilidad, no te pongas nerviosa, que ellos van a entender que no sabes mucho'». Así fue, recuerda, porque llegó a un centro que le abrió las puertas y le acogió, con sus faltas de ortografía, que aún recuerda, y con su lectura «incorrecta».
«Mientras que mis piernas me acompañen, vendré», afirma López con una sonrisa, entre comentarios sobre una educación que le ha llevado a utilizar el ordenador. «Al principio, me daba miedo hasta tocarlo, por si se estropeaba», pero ya lo utiliza como una más.
Estudiar a los 73 años sirve, por ejemplo, para mejorar socialmente. «Ya no me da tanta cosa relacionarme con la gente. Estoy más suelta para poder hablar». También le sirvió para hacer un viaje inesperado, en febrero del año pasado, ya que se fue a Italia con el programa Erasmus+. «Ha sido para mí un viaje de ensueño», por lo que supone de premio para una mujer de su edad participar en el programa europeo.
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López recuerda las dificultades que supone para una persona mayor volver a clase. «Retengo la mitad que cuando era joven» y afirma que le «ha costado trabajo», pero lo ha hecho con el gusto que da hacerlo por placer. «Esto es un buen sitio para cuando estás jubilado», recomienda a quien piensa ir al aula a los 70.