Por momentos, demasiados momentos, no estaba segura de si lo que estaba siguiendo era una sesión de investidura de Pedro Sánchez o una moción de censura a Núñez Feijóo. El ya Presidente del Gobierno dedicó más tiempo a poner en valor su gesto heroico de librarnos de la derecha y de la extrema derecha que a explicar su programa de gobierno, y cuando ya vio que no tenía más remedio se refirió a la amnistía, asunto nuclear en su investidura. Sin amnistía no la hubiera habido por mucho que se esfuercen en dotarla de ribetes épicos y generosos.
Si algún término se ha repetido por parte del Presidente en sus diversas respuestas a los grupos parlamentarios fue el de la concordia. ¿Concordia? Sí, concordia con quienes pusieron en jaque a España con sus pretensiones independentistas porque fue la política del PP la que condujo a esa situación. Concordia con Bildu que se permite hablar de derechos humanos cuando ni antes ni ahora han condenado los asesinatos de ETA. Concordia con quienes pusieron en llamas las calles de Barcelona, queman fotos del Rey, rechazan el saludo protocolario al jefe del Estado. Concordia con un prófugo de la justicia que se permite imponer una reunión en Ginebra con verificadores internacionales como si España no fuera una democracia. Concordia con todos menos con el partido que ha ganado las elecciones. Concordia con todos menos con los ocho millones de votos que recibió el PP.
La pugna Gobierno-Oposición forma parte de la democracia y ni uno ni otro aciertan siempre, ni utilizan el lenguaje más apropiado pero cuando uno se presenta como el adalid de la concordia dispuesto a perdonar actitudes delictivas y anticonstitucionales, a no chistar a ningún portavoz del que necesita su apoyo, cuando se reiteran las diferencias pero se apela al diálogo, cuando todas estas cosas ocurren llama la atención que a lo largo del debate no se haya pronunciado ni una sola palabra, ni el más mínimo gesto de respeto al partido más votado.
Ha sido una investidura, sí, pero emboscada en una moción de censura al principal partido de la Oposición en un ejercicio de soberbia y temerario que solo se puede explicar desde el afán no encubierto de enviar a la oposición al lugar en donde no sale el sol. Es verdad que el PP gobierna con Vox, circunstancia que para muchos nos resulta indeseable, pero de ahí a colocar al PP como un partido peligroso para la democracia va un trecho inasumible. Decir que si el PP le hubiera ofrecido sus votos la situación sería distinta resulta increíble porque nunca los hubiera aceptado. Del PP ni agua.
La mayoría que ha decidido la investidura de Pedro Sánchez es una mayoría legítima y él un presidente legítimo pero se equivoca si cree que los españoles le consideran el presidente de todos. Nada más lejos de la realidad y ha sido Patxi López quien ha rubricado esa moción de censura.
Dicho todo esto, es condenable cualquier ataque a cualquier diputado. No es razonable, ni antes ni ahora, cercar sedes de los partidos. No representan a la mayoría de los ciudadanos esos bárbaros que lanzan gritos insultantes, que acosan a la policía. No, esta gente se representa solo a sí misma y, en mi opinión, no merecen amnistía alguna.
Estemos a la espera de acontecimientos. La legislatura no va a ser tranquila pero puede durar porque más allá y más acá de reivindicaciones la gran argamasa que les une, que no es otro que mandar al PP al lugar donde no sale el sol. Y hablan de concordia.