Superar el COVID-19 en aquellos pacientes que han permanecido hospitalizados es sólo el primer paso, y es que a las consecuencias físicas como el agotamiento, la disnea o la atrofia muscular se suman otro tipo de secuelas que todavía se encuentran en fase de estudio.
Desde el punto de vista cardiovascular, además de la aparición de miocarditis como consecuencia del propio proceso inflamatorio del virus SARS-CoV-2 también aparecen tromboembolismos pulmonares.
Eso sí, con todos los esfuerzos dirigidos a la superación de la infección y a la elaboración de una vacuna, todavía queda mucho camino por delante en la investigación de las secuelas del coronavirus. El cardiólogo en el Hospital General Universitario de Ciudad Real y director de la clínica Cardiorreal, Manuel Rayo Gutiérrez, señala que «el estudio de la afectación cardiovascular por COVID-19 necesita de una vigilancia y de una revisión de los pacientes en el tiempo, ahora estamos en una etapa muy inicial».
Sobre la miocarditis, una inflamación de la pared muscular del corazón, que «puede ser tan relevante como para afectar a la función del órgano y provocar al final insuficiencia cardíaca», Rayo reconoce: «Es algo que de momento no he observado. A día de hoy no tenemos una casuística lo suficientemente significativa para decir que estamos viendo muchas más insuficiencias cardíacas a consecuencia de infecciones por COVID-19», aunque sí que apunta que «veo muchos más pacientes que aún les quedan fenómenos inflamatorios a nivel pulmonar, sobre todo pacientes que han sido hospitalizados. Sufren un tromboembolismo pulmonar, un coágulo en las arterias pulmonares que impedía el paso de sangre y la oxigenación en la sangre».
El peligro radica en la rápida asistencia al problema, ya que «si una inflamación no se corrige y persiste en el tiempo da lugar a la cicatrización, que es fibrosis, lo que sustituye el tejido noble del órgano por fibras que no son útiles y se produce una alteración».
INFARTOS. Uno de los efectos que ha provocado la crisis sanitaria y el confinamiento ha sido el descenso de atención de casos de infarto de miocardo. Rayo señala que «nos hemos preguntando todos los compañeros por qué no acudían las personas con infartos a los centros de salud ni a los hospitales, y por qué no tenemos conocimiento de pacientes que ingresasen por infarto de miocardio».
La respuesta puede encontrarse en «el miedo a acudir a centros hospitalarios y a centros de salud, lo que ha podido ser un factor que ha provocado esta situación»; así, se han podido producir fallecimientos por infartos y posiblemente asociados al COVID-19 u otra patología, «pero tampoco tenemos número suficientes como para evaluarlo».
No en vano, Rayo apunta que el COVID favorece los fenómenos trombóticos y por tanto puede generar obstrucciones en vías sanguíneas. «Al final se han podido catalogar como muertes por COVID -19, que así ha podido ser, pero a través de un fenómeno coronario».
Asimismo, el cardiólogo explica que determinados fármacos que se han utilizado para tratar el COVID-19, como la hidroxicloroquina o la azitromicina, prolongan el intervalo QT que son «favorecedores de arritmias potencialmente mortales. Todos los fármacos tienen sus riesgos, es un balance riesgo beneficio».