El vino ha sido venerado desde tiempos inmemoriales. Poetas, escritores y artistas de toda clase le han confiado sus musas y ha sido el caldo de la gloria para deidades y reyes. La Mancha y, particularmente Cuenca, es una tierra arraigada a sus sabores, a su esencia, y una parte fundamental de esa esencia está ligada a la vid. Una tierra con una tradición vinícola que debe cuidarse y protegerse para que perdure
UNA PROVINCIA DE ORIGEN. La naturaleza es uno de los tesoros de la provincia. El sustrato, el clima y las particularidades del entorno dibujan unas condiciones óptimas para el sector vitivinícola, en el que las bodegas trabajan con arraigo para hacer de este sector, de tierra y origen, una auténtica ciencia en la que cada variedad tiene un sabor único. En esa diversidad de aromas y colores, en la acuarela de blancos, tintos y rosados esta tierra ha cosechado cuatro sellos de Denominación de Origen que trabajan por mantener su esencia en un mundo en el que la rapidez y la estandarización parecen ganar la carrera a la tradición y los sabores con sentido.
La Denominación de Origen Ribera del Júcar enraíza sus sabores a las variedades de vid tintas como Cencibel (Tempranillo), Cabernet Sauvignon o Merlot entre otras, que se cultivan en cerros aislados dominados por llanos que marcan la horizontalidad de los terrenos arcillosos y calcáreos donde se ubican. Sus vinos, que dibujan una acuarela de rojo picota salpicado por irisaciones cardenalicias en copa, se distinguen por los aromas limpios de intensidad media. Daniel Sevilla, de la Bodega Artesanal Las Calzadas ubicada bajo el sello de esta DO, comenta que «las particularidades de este suelo de cantos rodados son muy difíciles de encontrar en otros lugares. Las vemos, por ejemplo, en Chatenet-Dupac, en Francia. Una zona con vinos de lujo que es muy similar a nuestras zonas de producción».
Cuenca, cuna del vinoEn época romana es donde se ubica el origen de la historia vitivinícola que marca la Denominación de Origen de Uclés, que, aunque goza de la juventud de diez años de recorrido, tiene un origen mucho anterior. Este sello trabaja variedades tintas como la Garnacha Tinta o Cabernet Sauvignon y variedades blancas como Verdejo o Chardonnay, entre otras, que nacen en suelos con gran cantidad de potasio que permiten una buena maduración de la uva. Su producción se centra en vinos blancos jóvenes, blancos fermentados en barrica y tintos muy frescos. David Moreno, enólogo de la bodega Finca La Estacada, que trabaja esta DO asegura que uno de sus grandes valores, además de las múltiples políticas de sostenibilidad que llevan a cabo es el tiempo de maduración de su uva, entre 10 y 15 días más tarde que los pueblos del sur. «Es como hacer una comida a fuego lento, todo lo que madure más despacio tendrá mejor color, mejor acidez y mejor aroma», comenta. El carácter y la autenticidad son el emblema de la Denominación de Origen La Manchuela.
Este sello viene desde el origen de la uva Bobal, su variedad autóctona de uva tinta con un color azul oscuro muy característico que da lugar a un vino intenso, en tonos cereza oscuros que pinta un ribete violáceo en la copa y deja una acidez moderada en boca. En cuanto a la uva blanca, la uva Macabeo es la autóctona asentada en la zona. Con sus colores amarillos y su pulpa blanca da lugar a un vino pálido y afrutado, con una acidez elegante que combina a la perfección con sus aromas delicados. Junto a las variedades autóctonas trabajan Cabernet Franc o Graciano entre otras variedades de uva tinta y Chardonnay o Pardillo entre otras variedades de uva blanca. La Cooperativa Campesina Inestiense es una de las bodegas locales que trabaja esta DO En la gran llanura manchega, marcada por los suelos calizos sedimentales de grano arcilloso se asienta el lugar propicio para la Denominación de Origen de La Mancha.
La variedad de uva blanca airén es una de sus principales apuestas en la elaboración de vinos jóvenes con acidez moderada, pero también emplean Riesling o Gewürztraminer entre otras. En las tintas destacan Monastrell o Moravía Dulce entre otras que dan como resultado vinos con una sequedad característica gracias a la zona de producción. Esta DO se trabaja en bodegas locales como la Cooperativa de El Provencio.
DE LA VID AL PALADAR. Donde la tierra, el sol y el agua se unen a la vid nace, la vida, nace el vino. El gusto por los caldos y sus orígenes, por que la experiencia vinícola vaya mucho más allá de descorchar una botella. En esta tierra que constituye la mayor extensión de viñedos a nivel mundial, recuperar el enoturismo es casi una obligación moral que ha ido cayendo en el olvido desde hace casi medio siglo. Finca La Estacada o de la Bodega Artesanal Las Calzadas son algunas de las bodegas de la zona que están abriendo camino organizando visitas guiadas, catas y maridajes en los que se ponga también la gastronomía local.
Daniel Sevilla señala la importancia de continuar esta labor para ser algo más que fábricas de vino y tener arraigo cultural, algo que David Moreno reafirma añadiendo «tenemos que promocionar más nuestro producto para que esté en las referencias culturales de la población. El modo de hacerlo es a través de diversos actos como los que organizamos y visitas que pongan en valor un producto que históricamente estaba reservado a las élites y que ahora todos tenemos la suerte de poder probar cuando queramos. El vino es una experiencia cultural que hay que difundir y cuidar».