El régimen de Franco promovió el mayor movimiento migratorio en España a mediados del siglo XX para crear trescientos pueblos de colonización en zonas rurales con el objetivo de convertir sus tierras yermas en campos productivos, un fenómeno "desconocido" y "ninguneado por la historia".
Los escritores Marta Armingol y Laureano Debat son los autores del libro "Colonización. Historias de los pueblos sin historia", publicado por La Caja Books, que propone "un viaje" para "poner en el mapa" a estos núcleos de población repartidos por toda la geografía española.
En una entrevista con la Agencia EFE, ambos explican que decidieron profundizar en el pasado y el presente de los pueblos de colonización, dado el desconocimiento sobre "este episodio reciente de la historia de España" y la poca literatura que tratase la cuestión de forma global en el conjunto del país.
Armingol, nacida en un pueblo de colonización, La Cartuja de Monegros (Huesca), señala que cuando conoció a Debat -natural de Argentina, que llevaba siete años viviendo en España- le dijo que su pueblo iba a cumplir cincuenta años y éste le confesó que "jamás" había oído hablar del tema.
Al investigar sobre la materia, se encontraron con el libro "Habitar el agua: La colonización en la España del siglo XX", de Ana Amado y Andrés Patiño, que combina fotos y textos de diferentes autores, publicaciones con motivo del cincuenta aniversario de algunos pueblos de colonización y estudios académicos sobre la arquitectura o el arte sacro.
Esto los llevó a recorrer alrededor de un centenar de pueblos de colonización para escribir "una crónica literaria" que recoge testimonios de los habitantes de estas localidades, apela a la Ley de Memoria Democrática y reivindica el papel de la mujer, que fue "relegada por la propaganda franquista".
Dos de estos municipios están en la Comunidad de Madrid: Belvis de Jarama, creado por el arquitecto José Luis Fernández del Amo, y el Real Cortijo de San Isidro, próximo a Aranjuez, que fue una antigua finca de Carlos III.
Experimentos
El plan de colonización es un intento del régimen franquista de resolver los problemas de sequía existentes en España, que tiene su origen en las políticas hidráulicas abanderadas por Joaquín Costa a finales del siglo XIX dirigidas a almacenar agua en pantanos en los puntos donde llovía más, canalizar y hacer parcelas para su explotación.
La colonización también se fundamenta en la figura del obrero propietario que propone Joaquín Costa y que se trasladó a la ley de políticas hidráulicas de 1907.
La República rescata el plan y comienza las expropiaciones para llevarlo a cabo, pero "muere" sin conseguirlo.
Cuando "el franquismo toma el mando en una España aislada económicamente, después de la Guerra Civil, en una Europa que está inmersa en la Segunda Guerra Mundial" y tiene que "dar de comer a los españoles, empieza a construir pueblos de colonización y explotar las tierras", resume Armingol.
Para trabajar en el pueblo bajo las pautas que el régimen imponía, los colonos debían cumplir una serie de condiciones, como tener "una moralidad intachable", para lo que hacía falta un certificado del cura, no tener ninguna vinculación política y aportar un certificado que acreditara la ausencia de antecedentes penales.
"Son experimentos urbanos en el ámbito rural, con gente de diferentes procedencias que empieza a convivir. Hay que crear las tradiciones. Hay que decidir qué santo se pone, qué fiesta se celebra", detallan.
Los colonos, según los autores, recuerdan la "incertidumbre" y la "dureza" de sus primeros años, cuando vivían en "barracones" mientras se construía el pueblo y había que poner en regadío unas tierras baldías, que había que trabajar mucho para que fueran productivas.
Debat destaca el papel protagonista de las mujeres en la colonización, ya que trabajaron con sus maridos en los campos, cuidaron a los mayores y a los niños, se ocuparon de la comida y de las tareas del hogar y atendieron a los animales.
Algunas familias experimentaron "una especie de milagro" porque pasaron de vivir en una cueva a ocupar un solar de 500 metros cuadrados, con una casa y un corral para los animales.
La construcción de estos pueblos, apunta Debat, supuso "una aventura" para arquitectos como José Luis Fernández del Amo, Alejandro de la Sota y José Borobio, que mezclaron los materiales y las formas locales con las ideas de la Bauhaus y el arte contemporáneo.
En un régimen "conservador y oscurantista", agrega, las iglesias se edificaron con una arquitectura moderna, bajo las premisas del Concilio Vaticano II que pretendía abrir la liturgia para frenar la pérdida de fieles, y se llenaron de obras de arte contemporáneo de artistas de los Grupos Pórtico y El Paso.
Actualmente, hay siete municipios en España que mantienen el nombre franquista, de los cuales cuatro son pueblos de colonización: Villafranco del Guadiana (Badajoz), Villafranco de Guadalhorce (Málaga), Llanos del Caudillo (Ciudad Real) y Alberche del Caudillo (Toledo).
En estas poblaciones, sostienen, el cambio del nombre franquista, por la Ley de Memoria Democrática, se vive "con tensión política y con mucho dolor"