María del Puy Sánchez estaba trabajando en una tienda de calzado como dependienta cuando empezó a olvidar «si le había dado bien la vuelta a los clientes, porque no lo sabía». A ese gesto, con solo 54 años, siguió «no saber qué hora era», no podía entender un reloj de manecillas. Esto último fue clave para que, en apenas, cinco meses, de agosto a enero, una palabra sonara en la consulta del neurólogo: alzhéimer.
La historia de cómo María del Puy se encontró con la enfermedad del olvido la narra su marido, Moisés Díaz, quien lleva nueve años, viendo como va quedando solo el recuerdo de quien es el amor de su vida. Llevan 48 años casados, tras conocerla en su primer destino como Guardia Civil en Navarra, donde quedaron prendidos uno del otro y fueron yendo de ciudad en ciudad hasta acabar en la provincia de Ciudad Real.
Su caso es una muestra de una de las reivindicaciones que lanza Ceafa, la Confederación Española de Alzhéimer, en la celebración de este 21 de septiembre, día mundial de la enfermedad. Entre sus reivindicaciones pide «un diagnóstico temprano y certero» y un acceso a la dependencia propio. Los cinco meses desde el inicio de la enfermedad al diagnóstico, posibilitaron a Moisés ir adaptando su vida a los ritmos de su mujer, primero en casa, luego en el Centro Alöis, en su parte de centro de día, donde acudía cada jornada con ella, hasta finalmente tener que dejarla en la residencia, siendo una de las 26 personas que la ocupan. Moisés señala que tiene la ventaja de que su mujer está en un centro que es «como una familia» por su tamaño y por cómo se encuentran en él. Ayer, por ejemplo, hicieron una paella solidaria con él como cocinero.
alzheimer - Foto: Rueda Villaverde«Al principio ella sí se daba cuenta de lo que tiene, pero, según va avanzando, perdía la noción del tiempo, de todo», comentó su marido, que recuerda la primera vez que llegó al centro y descubrió cómo se trabajaba con los pacientes, con el juego para que su cerebro siga esforzándose.
Después de aquel diagnóstico, Moisés indica que su mujer es un recuerdo de lo que era. «Hay momentos que se ríe», explica, mientras recuerda cómo hace unos años cuando hacía una videollamada con una de sus dos hijas, ambas viven fuera, preguntaba por la otra. «Ya se ha ido deteriorando» hasta ese punto en el que apenas se encuentran. «A los dos o tres años de empezar con la enfermedad, todavía se acordaba, se levantaba en casa en algún momento y decía, me voy a las monjas», dijo, entonces recordaba su infancia, cuando iba a clase en Navarra.
«Lo más duro de esta enfermedad es para el acompañante», reflexiona Moisés, que ha visto cómo llegaba ese momento de vivir con su pareja, pero ella estaba en silla de ruedas y solo le puede acompañar a dar un paseo cada día, darle la mano, besarla y pasar todo el tiempo que pueda a su lado. «Esta enfermedad es muy complicada, no te puedan decir, me duele la cabeza o un brazo, y al final no sabes lo que le pasa tampoco», comentó el marido de esta paciente.
alzheimer - Foto: Rueda VillaverdeUn deterioro tan rápido y en la juventud es una muestra de que es necesario que quienes «empiezan o duden» a tener esos olvidos vayan a un médico. «Lo importante es empezar con los tratamientos cuanto antes y aquí, en estos centros cognitivos», explicó.
Más residencia, centro de día y un bizum frente al alzhéimer
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La residencia Alöis de la Asociación de Familiares de Alzhéimer de Ciudad Real se encuentra llena, con lista de espera y pendiente de ampliar dos plazas, hasta 28. Se trata de una solicitud que tienen realizada, explicó su directora, Inés Campillo, quien señaló que es importante que se conozca que sí que hay plazas del centro de día, ocupado a la mitad. La jornada se celebra con una comida solidaria y un acuerdo con Globalcaja, que ha posibilitado, adquirir dos grúas, sillas y andadores, así como abrir un bizum solidario, 09476.