Cuando Alicia, madre de una niña de 9 años con Síndrome de Down, recuerda el momento en que tuvieron que tomar la decisión sobre la escolarización de su hija, aún percibe la incertidumbre de aquellos días. «Teníamos claro que queríamos que nuestra hija fuera a un colegio ordinario», señala. Para esta familia, la inclusión educativa no es solo un ideal, sino una necesidad. Finalmente, eligieron el Cruz Prado en Ciudad Real, un centro que no solo promueve la diversidad, sino que también trabaja activamente para incluir a todos los estudiantes en su dinámica diaria. «No queríamos que Alicia fuera tratada de manera especial, queríamos que formara parte de un grupo en el que cada niño es diferente», explica Alicia (46), mientras repasa el proceso que la llevó a esta decisión.
El Cruz Prado es uno de esos centros que, aunque ordinario, se ha convertido en un ejemplo de inclusión. Nuria Perea Monje, orientadora del colegio, habla con entusiasmo sobre el enfoque inclusivo del centro. «Nos gusta hablar de inclusión, no de educación especial. Todos nuestros estudiantes son diversos porque cada uno necesita una 'talla' educativa diferente», afirma. En este colegio, eliminar las barreras físicas, cognitivas y sociales es una prioridad. «El objetivo es que nadie sea 'especial', sino que todos formen parte de un proyecto común», añade Nuria.
El colegio cuenta con recursos específicos para atender a los alumnos con necesidades educativas especiales, pero estos, como en tantos otros casos, se quedan cortos. Alicia destaca que, a pesar de disponer de los apoyos de pedagogía terapéutica, audición y lenguaje, y un fisioterapeuta itinerante, estos recursos a menudo no son suficientes para atender a toda la diversidad del alumnado. «Deberían de haber más profesionales», recalca, mencionando que esto es una reivindicación constante desde el centro y las familias. A pesar de estas carencias, el colegio ha sabido adaptarse y encontrar soluciones. Cuando Alicia comenzó a quedarse atrás en tercero de primaria, la colaboración entre el centro y la familia fue crucial para realizar una adaptación curricular que le permitió continuar con su grupo de referencia. «Fue un momento complicado, pero el colegio supo hacer los ajustes necesarios», reconoce su madre.
Telelupa y atril para alumnado con discapacidad visual - Foto: LTOtra madre que ha encontrado en este colegio el espacio ideal para el desarrollo de su hijo es María (33), madre de Mateo (6), un niño con autismo que también asiste al Cruz Prado. «Decidimos que Mateo asistiera a este colegio por su enfoque en la inclusión social verdadera y porque es un colegio pequeño y familiar», comenta. María destaca la importancia de la labor de la orientadora, quien fue fundamental en el proceso de adaptación de Mateo. A pesar de no hablar, Mateo ha conseguido establecer un método de comunicación mediante un comunicador, una herramienta esencial que le permite interactuar con sus compañeros y profesores. «El colegio nos ha dado las nociones necesarias para extender este método a todos los ámbitos», señala María.
Para estas familias, la educación inclusiva no es solo una cuestión de principios, sino una realidad vivida cada día en el colegio. Sin embargo, los desafíos no desaparecen. Ambas madres coinciden en que las administraciones públicas deben aumentar los recursos destinados a la educación especial. «Debería ser una prioridad que estos niños tuvieran todos los medios necesarios para su desarrollo y aprendizaje», subraya María, quien también lamenta la falta de actividades extraescolares adaptadas para niños con necesidades especiales.
Nuria Perea Monje, como orientadora, conoce bien estas dificultades. Explica que, aunque el colegio cuenta con un equipo de orientación y apoyo sólido, los recursos siempre son limitados y, en muchas ocasiones, insuficientes. «El número de alumnado que atender es elevado y esto complejiza poder personalizar la respuesta educativa», reconoce. Además, señala que los docentes se enfrentan al reto de gestionar ratios elevadas en las aulas, lo que dificulta la implementación de metodologías activas e inclusivas. Sin embargo, el compromiso del equipo directivo y del personal docente es inquebrantable. «El diseño universal de aprendizaje es una de las fórmulas organizativas que más estamos impulsando en el centro», añade Nuria, haciendo referencia a los esfuerzos del colegio por mejorar la atención a la diversidad.
Agendas de comunicación para todo el alumnado que lo precisa: TEA, discapacidad intelectual, sordo… - Foto: LTEn este camino hacia una educación inclusiva, la participación de las familias es clave. «El colegio siempre ha tenido las puertas abiertas para nosotros», comenta Alicia, quien ha participado activamente en la educación de su hija, tanto en las aulas como en colaboración con la asociación Caminar de Ciudad Real. María, por su parte, destaca el apoyo constante que reciben por parte del centro, tanto a nivel emocional como educativo. «El enfoque del colegio nos encanta, abogan por la inclusión y el respeto de cada niño», dice, y añade que la evolución de Mateo ha sido posible gracias al trabajo conjunto del colegio, las terapias externas y la implicación de la familia.
El modelo educativo del Cruz Prado no sólo se enfoca en el aprendizaje académico, sino también en el bienestar emocional y social de sus alumnos. «Es de vital importancia que los niños sientan que ir al colegio es algo maravilloso», comenta María. Este enfoque ha permitido que Mateo, a pesar de sus dificultades comunicativas, se sienta parte de la comunidad escolar. Alicia, por su parte, está completamente integrada en su grupo de compañeros, participa en todas las actividades y ha desarrollado amistades que van más allá del ámbito escolar.
En un contexto donde la educación especial a menudo pasa desapercibida o se ve relegada a un segundo plano, estas historias ponen de relieve la importancia de un enfoque inclusivo, donde cada niño es visto no por sus limitaciones, sino por sus capacidades. La apuesta por la diversidad y la inclusión que hacen centros como el Cruz Prado es un recordatorio de que la educación, en su sentido más amplio, debe ser un espacio donde todos, sin excepción, tengan cabida y puedan desarrollarse plenamente.
Mesa atril adaptada - Foto: LTAulas TEA
En Ciudad Real, los colegios públicos Pérez Molina, Santo Tomás de Villanueva y José María de la Fuente se destacan por ofrecer aulas especializadas para estudiantes con Trastorno del Espectro Autista (TEA). Estas aulas, diseñadas con la metodología TEACCH, se enfocan en proporcionar un entorno estructurado y adaptado a las necesidades específicas de los niños y niñas con autismo. El objetivo principal es facilitar su aprendizaje y desarrollo en un espacio tranquilo, con una estructura clara y comprensible, que les permita desenvolverse con mayor seguridad.
Antonio y Marta (43), padres de Alberto, un niño de 8 años con autismo, expresan su satisfacción con el Aula TEA del colegio Pérez Molina, donde estudia su hijo. Explican que una de las razones por las que eligieron este colegio fue la cantidad de recursos disponibles: «El Pérez Molina tenía el doble de recursos en comparación con otras opciones», comenta Antonio. En este centro, Alberto cuenta con el apoyo de una profesora de audición y lenguaje (AL), así como de una profesora técnica en educación compensatoria (PTEC), lo que permite un enfoque más personalizado para su educación. «Lo que él necesita es tener una estructura que le permita avanzar, y el equipo de profesionales en el Aula TEA ha sido clave en su progreso», asegura Marta.
A pesar de los avances, Antonio también señala que el camino no está exento de desafíos. «Siempre me gustaría que tuviera más horas de apoyo, que se fomentaran recreos inclusivos, donde no solo niños con necesidades especiales, sino también los más tímidos o marginados, pudieran participar más activamente», comenta, destacando la importancia de integrar a los niños en un entorno ordinario lo máximo posible.
Panel de pictogramas para anticipación de información para alumnado TEA - Foto: LTLa importancia de contar con una estructura clara y predecible en el Aula TEA es crucial para el bienestar de los estudiantes. Alberto, quien tiene dificultades en el desarrollo del lenguaje, ha mostrado un gran avance en los últimos meses. «Desde que empezó a hablar en marzo, hemos visto cómo ha mejorado en otras áreas, como la lectoescritura y las matemáticas. Poder expresarse en voz alta ha sido fundamental para su aprendizaje», afirma Marta. Sin embargo, para Antonio, hay ciertos aspectos que aún podrían mejorarse. «Creo que sería beneficioso que hubiera un mayor seguimiento en los recreos y actividades dinámicas donde todos los niños puedan interactuar más, incluyendo a aquellos que tienden a aislarse», comenta.
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El aula especializada del Pérez Molina, explican, ha sido fundamental para el desarrollo de Alberto, aunque Antonio y Marta reconocen que mantenerlo en un entorno ordinario es importante para su integración social. «Cuanto más se pueda normalizar su entorno, mejor», dice Antonio. Aun siendo conscientes de que su hijo sigue un ritmo diferente al de sus compañeros, insisten en que esta convivencia le ofrece oportunidades de aprendizaje únicas: «Lo que pueda aprender de niños de su edad en un entorno normalizado es muy valioso».