Sin prisas, pero sin pausas, el avance progresista es imparable y, efectivamente, está cambiando a la sociedad. Matar a una rata va a ser más peligroso que malversar dinero público para tu partido, y, desde luego, como seas un pastor rencoroso que mates al lobo que te destroza el ganado cada semana, más te valdría participar en un golpe de estado, civil y separatista, que tendrá mucho menos castigo. Y, cuidado con que dejes al perro en casa con agua y comida, y sitio para que descoma, porque igual te cae una multa de 50.000.
En cambio, si aprovechas que el maltrecho abuelito te firme un papel en un momento de debilidad, podrás autorizar a que lo rematen y heredarás con toda seguridad, y sin ningún reproche. Más aún, los vecinos y amigos alabarán tu compasión humanitaria para evitarle sufrimientos al abuelito. Ahora bien, si te pones a defender el derecho a la vida, delante de una clínica privada especializada en abortos rápidos y eficientes, verás qué pronto te detienen, y te retiran de ese lugar, por creer que el derecho a la manifestación tienes derecho a usarlo según y como. Si eres hombre, y pones una denuncia falsa contra tu mujer, serás castigado. Si eres mujer, y pones una denuncia falsa contra tu marido, no te sucederá nada, es posible que al marido al que has injuriado se chupe unos días de arresto.
Vivimos en una sociedad surrealista, donde el gran avance es que al parado de temporada le hemos dignificado y le llamamos trabajador fijo discontinuo, que es otra cosa. Trabaja tan poco como antes, pero la ministra de Trabajo, una comunista con fondo de armario, cree que ha liberado a la famélica legión. Eso sí, como al trabajador de contrato fijo discontinuo se le ocurra alquilar un piso, en la agencia, al ver su contrato laboral le dirán, enseguida, que no le van a alquilar nada. Y es que los de la agencia no son progresistas o si, lo son, el propietario les ha indicado que no quiere ese tipo de inquilinos. Sin prisas, pero sin pausas, después de la amnistía ya todos seremos progresistas y felices. Menos mal. Dolores Delgado y Zapatero hacen lo que pueden para que en Nicaragua, Venezuela y Cuba, sigan siendo felices bajo una dictadora de izquierdas.