Reside en Los Llanos de Aridane, a poco más de cinco kilómetros del volcán de la Cumbre Vieja, pero en el centro del pueblo y fuera del alcance del poder destructor de las lenguas de fuego y piedras incandescentes que desde el domingo, ladera abajo y con dirección al mar, descienden aniquilando todo lo que encuentran a su paso. Julio Honrado Rodríguez, un daimieleño de 44 años afincado en La Palma desde hace ocho, es testigo directo de la catástrofe natural que asola la isla. Una experiencia «impactante, algo brutal». Cada noche, «cuando mejor se ve», sube al punto más alto de su casa y contempla junto a su mujer y su hija una estampa tan histórica como infernal que no olvidará jamás, con un sentimiento de fortuna al no haberse visto afectado directamente por la erupción.
Julio Honrado ha sido jugador de baloncesto hasta que se retiró hace dos temporadas. Tras militar en el CB Daimiel y CB Ciudad Real, con el que ascendía a Liga EBA, se marchó a vivir a Canarias para casarse con una palmera. Allí siguió jugando en el CB Aridane, club en el que ahora ejerce de entrenador. Precisamente, en el pabellón donde tantas veces ha jugado a baloncesto es donde ahora están cobijados cientos de vecinos que han sido desalojados de sus casas, para los que estaba preparando ropa para donar.
Julio y su familia reconocen haber sentido «mucho miedo» cuando esta pesadilla empezó. «Notamos un temblor muy fuerte y una explosión, y enseguida empezamos a ver la columna de humo y después el fuego. Estábamos avisados de que podía pasar, peso cuando entró en erupción el volcán, todo fue impactante. No se puede explicar con palabras. En ese momento no piensas en lo que puedes perder porque nos costaba asimilar lo que estaba pasando», relata. Mientras atendía la llamada de La Tribuna, el daimieleño tenía de fondo el rugir del volcán, «un ruido que desde el lunes ha ido a más», y acababa de llegar a su casa de trabajar con ceniza sobre la ropa.
Testigo de una experiencia "brutal" - Foto: BORJA SUAREZEmpleado en la depuradora de Los Llanos de Aridane, Honrado tiene amigos y compañeros de trabajo que han perdido todas sus pertenencias y su patrimonio, engullidos por la lava, y se mostraba solidario con su dolor. «Ya no es el hecho de perder tu casa. Son todos los recuerdos que desaparecen, porque muchas de esas casas son antiguas, de sus abuelos o bisabuelos, y han sido fulminadas por la lava», explica, aunque sin olvidar que lo más importante en todo lo que se está viviendo es que, de momento, no haya habido que lamentar daños personales.
El teléfono de Julio Honrado no ha parado de recibir llamadas y mensajes desde que el volcán de La Palma entrara en erupción el domingo, preguntando por su situación personal. Mensajes que agradece mientras aún sigue sobrecogido por todo lo que está viviendo en la isla, sintiéndose como «un afortunado entre tanta desgracia».