Llegados a este punto me gusta echar la vista atrás y ver los puntos calientes que, según los expertos predictivos, iban a marcar el año 2024, y ver los que van a marcar el 2025.
En 2024 hablábamos de más conflictividad y más impunidad y en 2025 de más egopolítica e individualismo. Ciertamente la sensación de crispación ya es endémica y desde que las propias instituciones cuestionan a sus contrapesos, en España el legislativo está subsumido en el ejecutivo y este último y el judicial están marcados por el atrincheramiento, el caldo de cultivo hacia ese exceso que no tiene freno porque no hay disensión interna en tu bando que alimenta la impunidad es más que patente, y claro todo eso llevan a la exaltación de yo-nosotros y de alabanza religiosa a las consignas ciegas de líder indiscutido e intocable, más te vale, que marcarán el año entrante.
2024 también estuvo marcado por aquello de la democracia a examen, muchos comicios, Rusia, Israel, Maduro (del que tanto nos rasgábamos las vestiduras y ya nadie habla, ¿por qué será?), un Trump que ha arrasado en las urnas y un Baiden que ha indultado a su hijo como última peineta democrática. Y en 2025 hablamos de un concepto inquietante que es el de las treguas sin paz. Lógica causalidad del atrincheramiento del punto anterior. Asumimos los bandos y ya nadie busca consensos y puntos de encuentro sino treguas para rearmarse y refirmarse en su parcelita o latifundio.
En 2024 también se marcó la tendencia de la saturación informativa a la desconexión social. Nunca hemos estado tan indefensos y desinformados ahogados en tanta morralla comunicativa y orfandad de referentes intelectuales respetados y equidistantes que nos lleva a una desconexión que desgraciadamente más allá de la cura de toxicidad en ocasiones nos lleva a un aislacionismo insano por la carencia de referentes fiables. En 2025 la tendencia apunta hacia el proteccionismo y la austeridad, palabras que por sí mismas no me disgustan, sobre todo la segunda, porque sabemos que la primera de nuevo nos lleva a problemas de líderes cortos de miras y peligrosos si son unos iluminados y guían a ovejas con orejeras que tienen miedo a no ver más allá de su pasto oficial y/o subvencionado.
2024 también fue el año de la eclosión de la Inteligencia Artificial y del cuestionamiento de su regulación. Un poco lo de siempre de tener un arma y de usarla para hacer el bien o el mal, volvemos a los tópicos, de los que yo soy un firme defensor, de la necesidad de formación y valores, de las que vamos tan justitos. En 2025 la tendencia es de desmantelamiento institucional global, otra derivada más de la desconfianza en las personas y de la tendencia, muy comprensible por otro lado, de encargar a máquinas hacer el trabajo que no hemos sabido hacer las personas.