Cuando el verdugo es el propio ambiente

Raquel Santamarta
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Azahara acaba de lograr la incapacidad permanente por la sensibilidad química múltiple que le ha condenado al retiro

Azahara Solana, con sus dos hijas en el campo. / - Foto: LT

Azahara Solana Ortiz está condenada al aislamiento, a encerrarse herméticamente en una ‘burbuja’ en la que no entre ningún producto tóxico disfrazado de colonia, desodorante, detergente, insecticida, laca, lejía o suavizante. Las ventanas de su vivienda no están selladas con silicona, la pintura que viste las paredes está libre de plomo y el suelo es de plaquetas.

Tiene sensibilidad química múltiple y, aunque es a ella a la que más le duele tener que jubilarse con 31 años, hoy celebra la sentencia que le reconoce una incapacidad permanente absoluta. «Aunque esperábamos la gran invalidez, se me aplica con carácter retroactivo desde el momento del diagnóstico y quedan bien definidas sus repercusiones laborales, sociales y vitales», explica satisfecha a La Tribuna, que el pasado 10 de julio se hacía eco del juicio.

Tras encadenar bajas y encontrarse en situación de alta médica desde el mes de enero, Azahara se encontraba en tierra de nadie. Así, el 6 de junio solicitó sin éxito la baja temporal hasta tener la incapacidad. La defensa de la Seguridad Social alegó que no podían concedérsela porque sus lesiones son de carácter permanente.

En 2009 se vio obligada a cerrar el centro de belleza -AZK- que un año antes había abierto con mucho esfuerzo en La Solana, dejar su casa (situada justo encima del negocio) y trasladarse al campo. «Era abrir un bote de amoniaco y caerme redonda al suelo», confiesa. Y es que detrás de las lacas y los disolventes orgánicos presenten en su salón se escondía todo un calvario.

empezar de cero. Con su marido y su hija mayor, tuvo que empezar una vida desde cero en Almadenejos. Y para dar a luz a la segunda de sus pequeñas, se tuvo que ir a un hospital de Torrejón de Ardoz. «Aislaron una planta entera: con su quirófano, su paritorio, su habitación y su personal sanitario», manifiesta en un intento por dar a conocer el alcance de la sensibilidad química múltiple, una ‘enfermedad’ emergente que la Organización Mundial de la Salud (OMS) no reconoce como tal cuando es crónica y exige a sus víctimas una huida constante de los agentes químicos. Básicamente, convierte a sus víctimas en ‘fantasmas’ obligados a aislarse de un entorno que les envenena.

Azahara no olvida a los más de 3.000 ciudadrealeños que en su día rubricaron la petición dirigida al tribunal médico con el fin de que se reconociera su dolencia sin la necesidad de pasar por un procedimiento judicial. «Fue ignorada, suponemos que por falta de argumentos. Pero esas firmas, al menos, nos sirvieron para sentirnos arropados en nuestro abandono institucional», precisa en un mensaje de gratitud.

Fuera de su ‘burbuja’, todo se vuelve en su contra. Los olores le ponen literalmente enferma y Esquivarlos es difícil. El simple aroma de un perfume o de un ambientador despierta su dolor de cabeza y le provoca un fuerte picor en la garganta que anula sus cuerdas vocales. Por ello, se protege de un ambiente que le agrede con una mascarilla especial (tiene un filtro de carbón activo) y ha aprendido que vivir de otra manera es posible. Sobre todo, si quiere evitar síntomas como la parestesia (adormecimiento de las extremidades), la cefalea y la dificultad para respirar. No en vano, la última vez que pasó por la consulta del médico se le llenó el cuerpo de llagas.

otro frente abierto. La sentencia a su favor representa una batalla ganada, pero sabe que la guerra continua. Ahora  tiene otro frente abierto: el sanitario. «Necesitamos de un tratamiento para sobrevivir en las mejores condiciones posibles, pero una vez más quedamos sujetos a la solidaridad de amigos, familiares, vecinos y donantes anónimos, porque la sanidad española sigue negándonos la ayuda para optar a él y su coste aproximado ronda los 80.000 euros», explica Azahara, de cuya historia se hace eco este mes la revista Interviú (su caso también fue expuesto en Cuatro, en el programa ‘Gente burbuja’ de Conexión Samantha). (Más información en la edición impresa)