Ya no hay nadie en Europa con una racha de victorias tan larga en casa vigente en la actualidad como el Atlético de Madrid, que encadenó su decimoctavo triunfo ante su público frente al Mallorca sin alardes, sin el brillo de otras noches, al filo del empate y con un testarazo imparable de Griezmann superada la hora de juego (1-0).
Su movimiento de cabeza, la potencia y la dirección, el lugar donde situó el remate, imposible para Rajkovic, configuraron un golazo indispensable para el conjunto rojiblanco, cuando aún no las tenías todas consigo en el encuentro, sin un solo gol a favor cuando el cronómetro descontaba el último tercio del duelo.
Griezmann sostiene la fortaleza - Foto: SERGIO PEREZ
Incluso después, aún debió recurrir a una parada de Oblak para mantener la ventaja que tanto le había costado lograr, en duda aún más en una carrera que Amath no fue capaz de transformar en el 1-1 en el tramo final.
Griezmann sostiene la fortaleza - Foto: SERGIO PEREZLa enésima victoria firmada por Griezmann, ya el segundo máximo goleador en solitario de la historia del Atlético, por delante de Adrián Escudero, a la caza de Luis Aragonés -a tres goles-, para agrandar un momento que ya es único en este presente en Europa.
El 1-1 este sábado del Manchester City (que acumulaba 24 triunfos en casa entre todos los torneos hasta este sábado) con el Liverpool y el triunfo nocturno del conjunto de Simeone en su fortaleza del Metropolitano, de la que no se ha escapado un punto desde el pasado 4 de febrero, lo dictan así desde este sábado. Nadie atraviesa el estado en casa del Atlético.
De vuelta al podio, a la espera de las cruciales pruebas de fuego que lo aguardan esta próxima semana, el martes en la Liga de Campeones contra el Feyenoord en Rotterdam y el domingo en LaLiga contra el Barcelona, el Atlético no fue tan poderoso como otros retos en su territorio, pero logró un triunfo mucha más cuantitativo que cualitativo. Es suficiente.
El Atlético es otro equipo, peor, menos desbordante, menos concluyente, insustancial incluso por momentos, cuando decae su ritmo, su intensidad y su agresividad. Es un plus. Es parte de su esencia. Es crucial en el fútbol actual, en cualquier estilo, en cualquier vocación, ofensiva o defensiva. La necesita el equipo de Simeone. No lo tuvo en toda la primera parte.
Ni una sola parada reclamó el Atlético a Rajkovic en todo el primer tiempo. Una secuencia anodina del equipo rojiblanco. Un amago de Morata, otro cabezazo alto del goleador español, un tiro alto de Correa... De ahí no pasó el conjunto madrileño, menor en comparación con otras actuaciones recientes en su inexpugnable Cívitas Metropolitano.
Movía Simeone los brazos, en señal de impaciencia y queja hacia el árbitro, cada vez que el guardameta visitante se tomaba excesivo tiempo para el saque. El Mallorca lo tuvo claro desde el principio. Un empate era una maravilla en un escenario de tanta dimensión. Casi como una victoria entre los apuros que sufre en la clasificación y el temor que despierta el Atlético.
El bloque de Javier Aguirre disputó su partido hasta el descanso. No asumió riesgos. No sufrió apenas en el primer acto. Es un logro al nivel que ha jugado últimamente el Atlético ante su gente, del que hoy estuvo lejos. Incluso, por momentos, el equipo balear derivó el duelo al campo contrario hasta el punto de que generó un miedo impensable en la grada local cuando Valjent soltó un cabezazo más que amenazante. También después del 1-0.
Cuando el balón se marchó unos centímetros al lado de la portería, el alivio de Oblak fue el de todos sus compañeros. La bandera levantada del juez de línea invalidó la acción. No atemperó el susto que sintió entonces el conjunto rojiblanco. También es cierto que casi fue el único en todo el encuentro, porque el Mallorca se ordenó y se defendió.
Apenas atacó hasta que fue por detrás en el marcador, por primera vez en este curso sin Muriqi, baja por lesión, mucho más que su referencia.
Y jugó con el crono. Cada segundo que transcurría era un paso más hacia lo que pretendía, al menos un punto, pero tal espíritu de resistencia realmente se mueve en un filo demasiado estrecho, en el que cualquier inspiración del Atlético lo resuelve todo de repente. A punto estuvo de hacerlo Morata, con un cabezazo que despejó Rajkovic.
En un minuto y 37 segundos del segundo tiempo, tan solo, ya había forzado más al portero que en toda la primera mitad, en la que la apuesta de nuevo por Griezmann como interior izquierdo, con Morata y Correa en el ataque, no funcionó como esperaba. Si acaso, el argentino, en su imprevisible agitación, era entonces la alteración más visible para los visitantes.
Ya sí fue otro Atlético en la reanudación, mucho más parecido a lo que ha sido casi siempre esta temporada y más allá, desde el Mundial 2022 en adelante, lanzado a por la victoria con mucha más convicción e intensidad que los 45 minutos precedentes. Morata perdonó la siguiente tras el vértigo que propuso Lino por la banda izquierda para centrar al atacante, que probó otra vez después, desde lejos, con un trallazo al que le faltó más precisión.
La siguiente fue de Correa, con la derecha, en un centro de Azpilicueta. El efecto óptico confundió con el gol a parte del público, que explotó después sin intuirlo; en el minuto 64, en una ocasión mucho menos prometedora, menos clara, tan simple como un centro de Mario Hermoso y un cabezazo fantástico a la escuadra de Griezmann, resolutivo hasta en un partido gris. Es el futbolista más decisivo con diferencia de este Atlético. Ya son 170 goles. A nueve minutos del final, reapareció Memphis, dos meses después