José Antonio es un joven de Valdepeñas que en un momento de su vida cometió el grave error de consumir drogas, que cayeron como una lluvia de gasolina sobre un fuego que se empezó a originar muchos años atrás, durante una infancia muy complicada. Este diabólico cóctel, acuciado por un trastorno mental, le explotó por dentro y dejó de diferenciar el bien del mal. Entre otras cosas, le perdió el respeto a todas las mujeres que le querían y le rodeaban hasta ese momento: su madre, su hermana y su novia. Fue condenado a ocho meses de prisión por un delito de violencia de género y en la actualidad expía su pena en el Centro de Inserción Social 'Concepción Arenal de Ciudad Real', después de cumplir unos meses en Herrera de La Mancha; si todo va bien, el 26 de marzo recuperará la libertad.
José Antonio accede de manera voluntaria y decidida a confesar su historia a La Tribuna, mostrarse y narrar lo que ha hecho. «No tengo nada que esconder», dice sin dudar, porque se considera responsable de todo lo que hizo, sin peros y sin excusas. Confía en que, poco a poco, su vida pueda llegar a parecerse a lo que era antes de caer en la adicción; una vida de la que lo ha perdido todo: familia, pareja y trabajo.
Según relata, sufrió malos tratos y abusos sexuales de pequeño. Fue la mecha que prendió hasta que explotó y quiso «probarlo todo de golpe». La adicción a las drogas le llevó a enfrentarse con todas las personas de su entorno, especialmente con su madre y, a la sazón, con su padre, además de su hermana y su novia. Insultaba, amenazaba y agredía, y tenía un comportamiento sexual compulsivo, convirtiendo su vida y la de los suyos en un verdadero infierno. Hasta que ellos no aguantaron más y denunciaron. El juez fue contundente.
«He hecho mucho daño en mi vida y estoy aprendiendo a convivir con todo ese daño que he hecho», confiesa resignado, sentado en uno de los bancos del patio del CIS, donde apaga su cigarro para no molestar con el humo. Asegura que se ve solo, aunque agradece el trato que recibe en el centro, donde la semana pasada iniciaba un curso sobre violencia de género. No se considera una persona machista, pero sí reconoce que en ese momento de su vida «no respeté la figura de la mujer».
Se siente arrepentido, «y lo estaré toda mi vida», y no le pone paños calientes a su comportamiento. «Yo fue el propulsor de todo aquello por consumir drogas», y por ello se está esforzando para poder ir pagando su factura poco a poco. Una factura muy cara.
Lo primero que desea es poder volver a sentir el cariño de sus padres algún día, aunque lo ve complicado: «Lo perdí todo y ahora estoy lo intentando recuperar poco a poco». No se hace ilusiones y duda de que sus progenitores, que han sufrido mucho durante años, le otorguen una segunda oportunidad.
En el aspecto sentimental, en la actualidad tiene «una amiga» a la que está «conociendo» poco a poco. Pese a que la 'mochila' que lleva en la espalda le pesa, se ve con fuerzas de empezar una nueva vida, lejos de las drogas y de cualquier otro tipo de adicción. Una vida en la que se promete no volver a perderle el respeto a la figura de la mujer. «Hombres y mujeres somos todos iguales», sentencia.
José Antonio se despide de La Tribuna ofreciéndose a responder a cualquier otra pregunta, aunque el mensaje ya lo ha dejado claro. Nunca más.