El director David Pérez Sañudo, de 37 años, que consiguió el aplauso de la crítica por su anterior película Ane, ha pretendido en Los últimos románticos mostrar en imágenes un retrato de su generación, de esos jóvenes que crecieron pensando que, por su preparación, iban a tener muchas expectativas laborales y personales, pero a los que la vida les ha decepcionado. Se estrena el viernes 15 de noviembre.
La película habla fundamentalmente de soledad. Un tema que cada vez es más candente; se suele mencionar la de los ancianos pero hablamos de más gente…
Efectivamente, hay muchísima gente sola e, incluso, personas que a pesar de estar acompañadas lo están. Yo creo que mi película guarda relación con las expectativas de vida, en el caso de la protagonista. Irune tenía muchas cuando estuvo estudiando en la universidad, en Madrid, pero el contexto le obligó a volver a su pueblo a cuidar a sus padres, trabaja en una fábrica pero, de pronto, cuando estos faltan se pregunta ¿y ahora qué? Está agarrándose a un mundo romantizado que ya no existe, en donde ya no suena la misma música… Por eso creo que es una historia de una generación a la que nuestros padres nos dieron muchas posibilidades y nos dijeron que si estudiábamos podríamos trabajar de nuestras pasiones y la crisis del 2008 cambió todo.
¿Qué le atrajo de la novela de Txani Rodríguez para querer trasladarla a la gran pantalla?
Yo conocía la literatura de Txani y creo que tiene un universo cercano al mío, además, el personaje principal me gustaba porque es excéntrico. Sobre todo era un reto que nos parecía fascinante porque no hay una trama muy definida.
Uno de los asuntos que se abordan es que la protagonista, Irune, tiene el síndrome del cuidador.
Paulina, su vecina, es una nueva materialización de su madre fallecida. Es el apego a un mundo del que no sabe desligarse, algo que resulta duro. Dan ganas de decirle a Irune: «hay más vida, necesitas un cambio ya, reacciona». Pero no sabe reaccionar.
En Los últimos románticos aborda la violencia doméstica, de forma muy sutil, porque es entre una madre y su hijo, ya que, como se refleja en la película, es complicado que una madre denuncie a su vástago.
Está en otras coordenadas denunciar a tu hijo. Aunque yo no tengo, lo colocas como alguien que está a tu cuidado haga lo que haga, alguien que tiene dependencia de ti y tiene menos experiencia. Aceptarle como elemento vil es muy complicado.
El título de Los últimos románticos yo lo achaco, en parte, a esas llamadas que Irune hace al amable operador de Renfe, que se convierte en una relación platónica.
Yo creo que tiene que ver con lo virtual, que sin ser real se comporta como si lo fuese. Aquel que no está de cuerpo presente es, muchas veces, al que le cuentas cosas que no dirías ni a tu mejor amigo.