Hubo un tiempo en el que, pese a todo lo malo que allí ocurría, mirábamos con envidia hacia esos Estados Unidos que habían salvado a Europa del nazismo, que eran el baluarte de las libertades, de una cultura vanguardista, del entendimiento caballeroso y elegante entre los dos grandes partidos. A muchos, nada nos queda de aquella admiración, y menos ahora que los jueces adictos simplemente dictaminan que un delincuente real y presunto como el aspirante a la Casa Blanca Donald Trump puede hacer casi lo que le dé la gana, desde sobornar a una mujer hasta llevarse a casa documentos secretos, con tal de que lo haga desde el poder.
Creo que es el momento de ver con ojos muy críticos y vigilantes la decadencia de un gran país, evidenciada en las tristes opciones que ante él se abren en las inminentes elecciones presidenciales. No, ya no quiero que España se parezca a Estados Unidos, aunque en algunos aspectos...
... quizá en algunos aspectos, como la guerra judicial y fiscal, o la hostilidad hacia los medios, o ciertos tics bronquistas, nuestro país se asemeje algo a la América profunda de Trump, un personaje que tiene acongojado a medio mundo ante la posibilidad de que vuelva a la Casa Blanca. Claro que el otro medio se acongoja ante la hipótesis de que un Biden con su capacidad obviamente mermada siga siendo el hombre más poderoso del planeta, el del maletín nuclear, ya sabe usted.
No, yo no quiero ser los Estados Unidos con esa Judicatura tan cuestionable, ni con esos fiscales, ni esos sheriffs racistas, ni esas desigualdades tremendas entre territorios; no quiero ser ese país partido en dos, las dos Américas. No quiero que ninguno de mis gobernantes pueda semejarse ni remotamente a ese Trump que persigue y desprecia a mis colegas periodistas, que es capaz de alzarse sobre la iniquidad de algunos magistrados, que se salta todas las líneas rojas de la legalidad con tal de aferrarse al poder.
Perdón si cree usted que estoy aludiendo indirectamente a alguien por estos pagos. De ninguna manera compararía a ninguno de nuestros gobernantes, y estoy pensando específicamente en Pedro Sánchez, con ese modelo de mala educación y desprecio de la legalidad que es Trump. Pero, y lo digo hoy, cuando el presidente de mi nación va a anunciar unas 'medidas regeneracionistas' sobre (¿contra?) los medios de comunicación, creo que los países europeos en general y España muy en particular tienen que estar ojo avizor y saber que ya difícilmente los Estados Unidos seguirán siendo un ejemplo de democracia y un aliciente para el resto de las naciones. Trump, una parte del Tribunal Supremo y una jueza que se llama Aileen Cannon, que le ha 'perdonado' un delito como apoderarse de documentos secretos, tienen gran parte de la culpa.
Y sí, sí me estoy refiriendo, volviendo los ojos a nuestra España, a esas venideras medidas para 'ordenar' y 'regenerar' a los medios. Ya saben cómo se las gasta Trump con los periodistas. Y tampoco quiero que aquí nadie se parezca ni por asomo a ese Milei cuyo portavoz dice que se vetará el acceso a la Casa Rosada de 'periodistas incómodos': "la sala de prensa se reservará a periodistas que demuestren que merecen estar cerca del presidente de la nación", se ha atrevido a decir el citado portavoz, Manuel Adorni de nombre. Maaadre mía...
Que no, que no busco paralelismos malévolos, aunque a veces pueda uno sentirse tentado a ello. Solo digo, y pido, que estemos ojo avizor no vaya a ser que por una 'vendetta' monclovita nos encontremos aquí enfangados y enlodados todos, comenzando por quien acusa a los demás de esparcir fango. Lamentaría que nuestro presidente, que sin duda ocupa el cargo con plena legitimidad, aunque haya llegado y se mantenga por caminos tortuosos, no entendiera, como no lo entienden ni Trump, ni Milei, ni tantos otros, que enfrentarse a los medios, a la información libre, incluso a la que cae en el libertinaje (que de eso también hay), siempre acaba mal. Que debería bastar el Código Penal, sin necesidad de 'regulaciones' adicionales, para ordenar algunos cauces equivocados en nuestro mundo mediático.
Y sí, vemos que la errónea comparecencia de este miércoles del presidente en el Congreso de los Diputados coincide con un resurgimiento de las informaciones sobre su mujer, que era lo que se trataba de evitar, y con nada menos que una petición del Tribunal Superior de Justicia de Madrid que pide llevar al fiscal general del Estado al banquillo por aquello de las revelaciones a la prensa sobre el novio de Isabel Ayuso, recuerden. Temo que la 'fachosfera', en definición monclovita, se va haciendo demasiado extensa como para poner puertas a ese campo. Sobre todo, si son puertas con cerrojo. Que no, que no quiero que aquí nada me recuerde a Trump. Ni a Milei. Ya no quiero ser norteamericano ni argentino. Lástima, qué dos grandes países, tan mal gestionados.