Más de 700 kilómetros separan a Valdepeñas de Búbal, un pequeño pueblo de la provincia de Huesca que fue abandonado en 1960 debido a la construcción del embalse, que obligó a sus habitantes a marcharse. Finalmente, el agua no cubrió sus calles y el pueblo ha resurgido décadas después convirtiéndose en un lugar de aprendizaje para cientos de alumnos que realizan actividades relacionadas con el mundo natural y cultural a través del programa del Ministerio de Educación de Recuperación y utilización educativa de pueblos abandonados. Un programa que arrancó en 1984 y que ha transformado esta pequeña localidad en un aula que persigue un acercamiento a la vida rural para los jóvenes, quienes han devuelto a la vida al lugar.
El objetivo no solo es la rehabilitación física del pueblo sino también su utilización educativa en un espacio en el que solo vive el guarda, el personal del proyecto educativo y los diferentes alumnos que acuden a lo largo del año. Hasta allí, en pleno corazón del Valle de Tena, viajaron hace unas semanas los 23 alumnos seleccionados de primero de Bachillerato del Instituto de Enseñanza Secundaria (IES) Bernardo de Balbuena, quienes acompañados de su profesores de Matemáticas y de Filosofía, Omar Imedio y Ramón Ruiz, respectivamente, han hecho trabajos agropecuarios, de rehabilitación, jardinería, labores de mantenimiento y limpieza, cuidado de animales e incluso excursiones y talleres medioambientales. Todo ello, junto a dinámicas grupales y juegos cooperativos.
Y es que, Búbal sigue siendo, cuarenta años después, una propuesta educativa muy innovadora y transversal donde se pueden realizar actividades que no se pueden llevar a cabo dentro de un aula. «Los estudiantes mejoran sus actitudes hacia el medio ambiente, el respeto y la convivencia. Sin duda, un proyecto pedagógico diferente», señala Ruiz, también jefe de estudios adjunto.
Alumnos valdepeñeros en Búbal - Foto: LTUn espacio educativo que ofrece una «experiencia única e inmersiva», pero también de desconexión digital (la campana de la plaza convocaba las actividades), lo que facilita el contacto directo con la naturaleza y ayuda a los estudiantes a mejorar las relaciones entre ellos y conocerse mejor. Durante los seis días de su estancia, coincidieron con otro instituto de Valencia. Por todo ello, el instituto valdepeñero solicitó el año pasado su participación en el proyecto con una memoria basada en su iniciativa Raíces, «vinculada también a la recuperación del entorno del centro educativo, del desarrollo sostenible y del mundo cultural». Y fueron seleccionados.
Tras su participación, ahora toca la segunda fase, en la que todo lo aprendido se deberá plasmar en un escrito que ya avanzaron en Búbal. «Cada uno, con la finalidad de analizar cómo era la vida de entonces y la de ahora, elaboró un documento con su experiencia y con las entrevistas llevadas a cabo». Así, añade, con toda esa documentación se ha hecho un podcast que se ha emitido en el programa de radio del centro educativo.