En Ciudad Real mueren más personas de las que nacen. Pasó en 2022 y viene pasando los últimos 11 años, según recoge las cifras de movimiento natural de población que anota el Instituto Nacional de Estadística, el INE. El crecimiento vegetativo de la provincia está en números rojos desde 2012. De hecho, en todo el territorio provincial solo hay dos municipios donde el año pasado hubo más nacimientos que defunciones. Alhambra: nacieron nueve bebés y murieron siete personas; y Miguelturra, con un crecimiento de 15 habitantes. En el resto de la provincia, menos en Caracuel y Arenales de San Gregorio, donde se registraron el mismo número de partos y de defunciones, todos los pueblos y ciudades perdieron población. En algunos puntos de la provincia, de hecho, no se trata de algo nuevo. Hay localidades donde van ya casi tres décadas en las que las defunciones ganan a los nacimientos. Así ocurre en casi uno de cada cuatro pueblos. Desde que hay datos, desde 1996, la pérdida de población por la vía del movimiento natural se repite, año a año, en Abenójar, Agudo, Alamillo, Albaladejo, Aldea del Rey, Almadén, Almodóvar del Campo, Almuradiel, Arroba de los Montes, Brazatortas, Cabezarrubias del Puerto, Calzada de Calatrava, Cózar, Fontanarejo, Granátula de Calatrava, Hinojosas de Calatrava, Mestanza, Solana del Pino, Villahermosa, Villamanrique, Villanueva de la Fuente, Villanueva de los Infantes y Viso del Marqués.
El desierto demográfico por el que atraviesa la provincia tiene su explicación en la evolución de los alumbramientos. En Ciudad Real, la cifra de nacimientos se desplomó a su peor dato desde la década de los 70. El año pasado hubo doce pueblos donde no se registró ningún nacimiento según el lugar de residencia de la madre. Aquí están casi todos los municipios más pequeños de la provincia: Alcubillas, Arroba de los Montes, Ballesteros de Calatrava, Cabezarrubias del Puerto, Cañada de Calatrava, Fontanarejo, Los Pozuelos de Calatrava, Puebla del Príncipe, Saceruela, San Lorenzo de Calatrava, Valdemanco del Esteras y Villar del Pozo. En Fontanarejo, por ejemplo, el último nacimiento que se anotó, hasta el pasado 2022, fue en 2017. Llevan cinco años sin un bebé, y en casi media provincia, en 42 localidades, hubo menos de cinco partos. Tirando de la estadística que elabora el INE, aparecen 63 municipios en los que en 2022 se contabilizaron menos nacimientos que en 2021. Donde más crecieron los alumbramientos fue en Tomelloso y Villanueva de los Infantes, donde más bajaron, en Almagro y Puertollano.
En la provincia, ni esas grandes ciudades escapan de esta realidad demográfica. En la capital, a excepción del año coronavirus, el 2020, el pasado 2022 fue el que menos nacimientos dejó: 576. Una década antes, esa cifra llegaba a más de 800 partos de mamás que vivían en Ciudad Real capital. En Puertollano, el número de nacimientos atendiendo a la residencia de la madre fue superado por los registrados en Tomelloso: 290 en la primera, 291 en la segunda. Cifras, en los tres municipios más poblados, que no sirven para compensar la pérdida de vecinos que se registra por los datos de defunciones. En Ciudad Real, el año pasado, murieron 620 personas; en Puertollano, 574; y en Tomelloso, 312.
Esa tendencia del crecimiento vegetativo negativo se extendió incluso a Poblete, el municipio que encabeza, en los últimos años, el incremento del número de vecinos en la provincia. En 2022 se rompieron casi 20 años seguidos de aumento de población por esta vía. Por primera vez, desde 2003, nacieron menos personas de las que murieron. Dos menos.
Y eso que en la provincia las cifras de defunciones fueron 'normales'. Murieron prácticamente el mismo número de ciudadrealeños que suelen morir cada año. En Ciudad Real capital, por ejemplo, si suelen perder la vida 617 personas de media cada año en la última década, en 2022 murieron 620. Villanueva de San Carlos fue el municipio donde las cifras de defunciones subieron más de lo habitual:nueve personas murieron cuando suele haber cinco fallecidos de media al año; y en Ballesteros de Calatrava fue donde más bajó esa mortalidad esperada: dos personas perdieron la vida cuando la media de la última década es de casi ocho decesos al año.