El gobierno se encuentra en una situación crítica, con docenas de frentes abiertos, y el PP no acaba de acertar como principal partido de la oposición.
Ante la catástrofe de Valencia, que se suma a la catastrófica gestión de gobierno ante asuntos de alta política, Feijóo se ha limitado a transmitir un débil y muy medido apoyo a Carlos Mazón durante la visita que realizó a las zonas devastadas. Pero no se ha visto un PP que tendiera la mano para colaborar en lo que fuera necesario, incluso sabiendo que esa mano posiblemente sería rechazada porque Sánchez se siente más seguro dando a entender que a Feijóo les falta sentido de Estado. Mensaje que se podría descalabrar fácilmente desde Génova recordando a diario la postura del PP ante todas y cualquiera de las noticias inquietantes que se producen a diario.
La fórmula del ataque permanente no es la mejor para que poner contra las cuerdas al gobernante, sino desarrollar una política en la que se visualice al PP como un partido con proyecto esperanzador ante una España que hoy se siente masivamente desesperanzada. Con un discurso bien estructurado en el que se demuestran las consecuencias de seguir adelante con iniciativas gubernamentales que han sido demoledoras. No es tan difícil, pero hay que saber hacerlo y contar además con las personas adecuadas para presentar y defender ese discurso con tono convincente.
Feijóo no puede ser el único activo del PP, como ahora ocurre. Es generalizada la crítica ciudadana a la falta de entidad de la mayoría de los miembros de la dirección del PP, con las excepciones que todo el mundo conoce. Pero algunos de los nombres más renombrados del partido no tienen ni idea de cómo se hace política, ni diferencian la política regional de la nacional, ni conocen la fórmula para que cale el mensaje que pretenden transmitir, ni son capaces de exponer con contundencia y datos por qué acusan al gobierno de haberse apropiado de las instituciones del Estado y para qué. Tampoco ponen excesivo empeño en presentar alternativas bien estructuradas a los proyectos del gobierno.
Jamás un gobierno español ha estado más desprestigiado, ha cometido más errores, ha dañado más el estado de bienestar, ha tomado más decisiones aparentemente inconstitucionales aunque se asume que pasarán el filtro del Constitucional porque Sánchez ha colocado personas afines donde podría necesitarlas.
Moncloa presenta como principal responsable de la tragedia de Valencia a Carlos Mazón. Que efectivamente es responsable, pero otros lo son tanto o más que él. Desde instituciones que dependen de ministerios, hasta el propio gobierno, que para hacer más convincente la culpabilidad de Mazón no cumplió con su obligación de acudir en socorro de los valencianos en tiempo y forma.
España se encuentra en una situación límite, con un presidente quemado por corrupción moral -la otra lo decidirá los jueces-, por ceder al chantaje de partidos antiespañoles y por no defender el Estado. Y Feijóo no está tomando las decisiones necesarias para poner fin a esta situación insostenible.