El llanto de una bestia de 1,91 metros y 94 kilos es difícil de procesar para el gran público. Allí estaba Romelu Lukaku en diciembre de 2022, a lágrima viva sobre el pecho de Thierry Henry, por entonces ayudante de Roberto Martínez en la selección belga.
La sucesión de errores fue determinante para la eliminación de Bélgica en primera fase: palo a puerta vacía en el 59, cabezazo alto desde el área pequeña en el 62, desvío de un disparo que iba a gol en el 86 y un remate con el pecho a las manos de Livakovic (Croacia) en el 89 cuando tenía toda la portería para él. El 0-0 se quedó en el marcador y Bélgica no accedió a los octavos de final contra todo pronóstico.
Esa secuencia derrumbó al gigante de Amberes, que rompió el banquillo de un puñetazo y voló rumbo al Chelsea (que había pagado 113 millones en verano de 2021), aprovechó su cesión en el Inter, no tanto en la Roma… De una forma milagrosa, Bélgica fue el diván del psiquiatra para Lukaku. Buscando su redención personal y deportiva, firmó una fase de clasificación espléndida (14 tantos en ocho partidos) y se plantó en la Eurocopa dispuesto a arrancarse de cuajo la espina del Mundial de Qatar. El 'mal de ojo' en la gran competición aún sigue bloqueando al 'nueve' belga: ha desperdiciado varias ocasiones y el VAR le ha anulado tres dianas. Inexplicable para el sexto máximo goleador de la historia del fútbol de selecciones (el tercero si se excluyen combinados nacionales y competiciones menores): Cristiano Ronaldo lleva 130 tantos en 210 choques, Messi 108 en 184… y Lukaku mejora el promedio de ambos, con 85 goles en 118 encuentros, una brutal media de 0,72 por partido que no encaja con el gafe.