Rocío Rojas se toma «con ánimo» la nueva prueba de madurez a la que le somete el balonmano. Si en 2021 tuvo que superar una grave lesión en la rodilla derecha, la pasada semana pasaba por el quirófano para solucionar la rotura del ligamento cruzado anterior de su rodilla izquierda. En definitiva, no volverá a jugar en lo que esta de campaña, un auténtico varapalo para la extremo internacional de Miguelturra, que este mismo lunes cumplió 26 años.

«Ya sé cuál es el camino que debo seguir. Cuando me operé de la otra rodilla la recuperación fue buena, así que estoy con mentalidad y actitud positivas», afirma la jugadora del Beti Onak, club navarro al que llegaba este mismo verano procedente de La Calzada Gijón y con el que no ha podido llegar a debutar en un partido oficial.

Ahora descansa unos días con su familia, pero este jueves volverá a Pamplona para continuar con una recuperación larga y en la que asegura que es clave «la paciencia». Da por hecho que esta temporada no volverá a jugar, aunque en primavera confía ya en poder entrenarse con sus compañeras.

El origen de la lesión es cuanto menos extraño. Rocío Rojas admite que en el tramo final de la pasada temporada ya sintió alguna molestia. Cuando fichó por el Beti Onak pasó el reconocimiento médico sin problemas y en pretemporada, en un mal gesto, recuerda que se hizo daño. Al principio se pensó que era un esguince, pero una resonancia magnética reveló que la lesión era mucho más grave, rotura total del ligamento cruzado anterior. Una pesadilla por la que había pasado hace tres años. 

«Cuando me lo dijeron no me lo podía creer», admite Rocío Rojas, que siente también no poder ayudar a sus compañeras, aunque su partido ahora es otro muy distinto, el de una larga recuperación.