Doble barrera, doble esfuerzo

J.M.Beldad
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La Tribuna habla con cinco mujeres con discapacidad de las asociaciones Lantana y Laborvalía, que cuentan sus inquietudes y sus reivindicaciones de cara al 8M

Manoli Gallardo (i), Cristina Laguna (c) y Carmen Cifuentes (d) - Foto: Rueda Villaverde

Las mujeres con discapacidad enfrentan una doble discriminación que limita su acceso a derechos fundamentales como la educación, el empleo y la participación social. A la desigualdad de género se suma la falta de accesibilidad y apoyo adecuado, lo que agrava su vulnerabilidad y riesgo de exclusión. Según datos de organizaciones especializadas, estas mujeres tienen menores tasas de empleo y mayores dificultades para acceder a la educación o para denunciar violencia de género, un problema que muchas veces queda invisibilizado. Su lucha por la igualdad exige políticas inclusivas y un cambio cultural que derribe barreras físicas y sociales.

Manoli Gallardo, de 65 años, convive con una discapacidad psíquica y física, además de esclerosis múltiple. "Mi día a día es muy duro. Vivo en un piso de 45 metros con mi hija y mi yerno, y ni siquiera tenemos agua caliente para ducharnos", relata con crudeza. Su voz es pausada, pero firme. La precariedad económica se suma a las dificultades propias de su condición. "Todavía quedan muchas barreras por derribar", lamenta. Durante años, Manoli ha sido el sostén de su familia, pero la enfermedad le ha arrebatado esa posibilidad. "No puedo trabajar, dependo de mi hija, que también está enferma", explica. Su pensión mínima apenas le permite sobrevivir. "Gracias a la Asociación Lantana podemos llevar una vida más normal. Nos ayudan mucho", agradece. Su mensaje para otras mujeres con discapacidad es claro: "Todavía quedan personas que nos pueden ayudar. Sean fuertes y alcen la voz".

Cristina Laguna también es socia de Lantana. A sus 30 años, se prepara para unas oposiciones y conoce bien las dificultades de ser mujer con discapacidad. "Se nos limita mucho a la hora de acceder a un trabajo. Se asume que no somos capaces", señala. Cristina, que tiene acondroplasia, denuncia que muchas veces ni siquiera se le asignan tareas en los empleos que consigue. "Es como si nos hicieran el vacío", expresa con resignación. Lleva seis años preparándose para conseguir una plaza de administrativa en la Diputación Provincial. "Es difícil, pero no imposible. No nos pueden seguir negando oportunidades", sostiene.

Carmen Laguna en AloïsCarmen Laguna en Aloïs - Foto: Rueda Villaverde

Su lucha no es sólo personal, sino colectiva. "No se trata sólo de que nos dejen trabajar, sino de que se nos dé el mismo reconocimiento. En muchos casos, hacemos el mismo trabajo, pero no se nos valora igual", denuncia. Para Cristina, el camino pasa por aumentar la representación de mujeres en altos cargos. "Nunca ha habido una presidenta de la Diputación, ni una presidenta del Gobierno. ¿Por qué?", se pregunta. "Necesitamos más mujeres en puestos de poder para que se nos tenga en cuenta".

El caso de Nuria Alcántara ilustra la falta de espacios adaptados a personas con discapacidad madurativa. Su padre, Jesús, cuenta que a su hija le ha costado encontrar un lugar donde poder estudiar. "Los orientadores de Bachillerato nos cerraban las puertas", lamenta. Finalmente, ha encontrado su sitio en la Escuela de Adultos de Ciudad Real, donde cursa una FP. "Lo más duro es la falta de amigos. Vive en una burbuja aislada", explica su padre. Nuria trabajó en verano como monitora infantil, pero su futuro laboral es incierto. "Hemos tenido que luchar cada paso del camino", dice Jesús.

Jesús describe el doloroso proceso de buscar oportunidades para su hija y ver cómo se le cierran puertas. "Cuando hablas con ella un minuto, no notas nada. Pero en una conversación larga, la gente se da cuenta de su discapacidad y se aleja", confiesa. "Es injusto, porque ella tiene mucho que dar". La lucha por la inclusión de personas con discapacidad intelectual sigue siendo una tarea pendiente. "Nosotros nos hemos movido mucho, pero ¿qué pasa con las familias que no pueden?", se pregunta Jesús. Aun así, se muestra esperanzado por el trato que su hija ha recibido en el Colegio San José y en la Escuela de Adultos. 

Sonsoles camino de una actividadSonsoles camino de una actividad - Foto: LT

Para Carmen Laguna, de 25 años, la realidad es diferente. Trabaja en el Centro de Alzhéimer Aloïs y se siente afortunada: "Gracias a Dios, nunca he sido discriminada. Me tratan como soy". No obstante, es consciente de que no todas las mujeres con discapacidad tienen la misma suerte. "Somos iguales que los demás. Lo único que pedimos es que nos miren más", reivindica.

Carmen lleva una vida activa: trabaja por las mañanas y asiste al gimnasio por las tardes. "No paro, me gusta estar ocupada", cuenta con orgullo. Añade además que "la independencia económica es clave. Poder ganar nuestro propio dinero nos da seguridad", sostiene. En su entorno, muchas mujeres con discapacidad sueñan con emanciparse, pero no pueden. "Falta apoyo institucional para que podamos vivir solas y ser independientes", reclama.

Sonsoles, jubilada y miembro de Laborvalía, ha tenido que superar además la violencia machista. "Me anularon de tal forma que llegué a pensar que no valía para nada", confiesa. Durante años, vivió bajo el control de su expareja, que la convenció de que no era capaz de hacer nada por sí misma. "Pero sí que soy capaz. He aprendido a cocinar, a llevar una casa, a valerme por mí misma", cuenta con orgullo.

Carmen Laguna en el Centro AloïsCarmen Laguna en el Centro Aloïs - Foto: Rueda Villaverde

Pilar Torres, técnica de capacitación de la Asociación Laborvalía, subraya que el empleo no es solo un objetivo en sí mismo, sino una puerta hacia una vida más independiente para las personas con discapacidad. "Al principio pensábamos que conseguir un empleo era el fin, pero después nos dimos cuenta de que el empleo es la ventana hacia nuevos proyectos de vida", explica. Desde la asociación, trabajan para suplir las necesidades específicas de cada mujer con discapacidad, ya sea en el ámbito laboral, jurídico, formativo o incluso en la prevención de abusos. "Las mujeres con discapacidad muchas veces han ocupado el papel de cuidadoras dentro de sus familias, y romper con ese rol para que puedan acceder a una formación y a un trabajo digno sigue siendo un gran reto", afirma.

El impacto de los programas de Laborvalía ha sido significativo, permitiendo que muchas mujeres con discapacidad logren autonomía y empoderamiento. Torres menciona casos como el de Mónica, pionera en la radio con discapacidad intelectual; Desi, que estudia en la universidad; Carmen, que dejó su pueblo para vivir sola y trabajar en Ciudad Real; o Emi, una de las pocas mujeres con síndrome de Down que ha aprobado una oposición y ha conseguido independizarse. "Estas historias demuestran el talento y la capacidad de las mujeres con discapacidad, algo que la sociedad no puede permitirse ignorar", sostiene. Para ella, la clave está en generar oportunidades: "Las mujeres con discapacidad están suficientemente capacitadas. Sólo necesitan que se les abran las puertas para demostrarlo", afirma.

Con el tiempo, ha recuperado la confianza en sí misma. "Las mujeres con discapacidad también sabemos luchar. No somos incapaces, tenemos valor", afirma con fuerza. Hoy en día, forma parte de una coral polifónica, viaja sola y participa en distintas actividades culturales. "Nos han dicho tantas veces que no podemos, que muchas terminamos creyéndolo. Pero hay que romper con eso", reflexiona. Su mensaje para el 8M es claro: "Alcemos la voz, porque todas valemos".

Manoli Gallardo (i), Carmen Cifuentes (c) y Cristina Laguna (d)
Manoli Gallardo (i), Carmen Cifuentes (c) y Cristina Laguna (d) - Foto: Rueda Villaverde

Para Carmen Cifuentes, coordinadora de proyectos de la Asociación Lantana, la sociedad aún tiene mucho por hacer. "La inclusión de las mujeres con discapacidad sigue siendo una asignatura pendiente", subraya. Desde su organización trabajan para visibilizar esta realidad y generar oportunidades. "Es imprescindible que las administraciones refuercen su compromiso con este colectivo", reclama. En este 8M, la voz de estas mujeres resuena con fuerza. La lucha por la igualdad no puede dejar atrás a quienes enfrentan una doble barrera. Porque, como dice Sonsoles, "todas valemos".